ALEXANDRA FUENTES
Cada día que pasa con las escuelas cerradas, es una derrota para Puerto Rico”
El domingo pasado di una vueltita por Plaza Las Américas para hacer algunas compras. La “Tropa Naranja” estaba completa: David, Adrián y Miranda, me acompañaban. La nena se fue conmigo a echarle un ojo a la tiendas, mientras el nene se quedó con su padre en la librería Casa Norberto leyendo el libro de récords Guinness por el que llevaba tiempo preguntando. En Plaza me encontré a medio mundo, menos a mi amigo Walbert, que todos sabemos es el más fiel de los visitantes del mall. Espero que esté bien, me imagino que al leer esta columna me escribirá por Twitter. Bueno, este centro comercial, a pesar de su fuerza, no ha estado exento de la crisis. La falta de energía lo obligó a cesar operaciones y los negocios han tenido que hacer múltiples ajustes.
La joven que nos atendió en el lugar donde almorzamos nos comentó sentirse contenta por haber comenzado a trabajar a tiempo completo hace dos semanas pues, como la mayoría de los puertorriqueños, vivió momentos de mucha incertidumbre. Algunos en los encuentros de pasillos me preguntaban si la luz me había llegado, cuando le decía que no, me respondían con alegría que a ellos sí, dándome fiero. Otros, los más, compartían mi pena de la falta de energía eléctrica en sus casas.
Un tema recurrente del domingo lo fue el inicio de clases en el sistema público. Me comentó una amiga, quien es maestra, el reto enorme que supone volver a la normalidad en las escuelas. Me dice que los maestros y personal están deseosos de escuchar el timbre nuevamente; también los padres de los niños.
Esta debe ser, sin dudas, una tarea impostergable, abrir las escuelas cuanto antes. Debemos todos
“Después de la pérdida de vidas, el tener a nuestros niños sin recibir educación es posiblemente uno de los mayores daños infligido por María a nuestro país”
colaborar en este esfuerzo, que en esta etapa del proceso de recuperación debe tener alta prioridad. Después de la pérdida de vidas, el tener a nuestros niños sin recibir educación es posiblemente uno de los mayores daños infligido por María a nuestro país. Con el mismo espíritu de solidaridad y entusiasmo que hemos puesto para ayudar a llevar suministros a las áreas más afectadas, debemos dar la mano para ayudar en los esfuerzos para acondicionar las escuelas y permitir que los estudiantes regresen a clases lo antes posible. Cada día que pasa con las escuelas cerradas, es una derrota para Puerto Rico.
Había mucha preocupación en los relatos de aquellos pasillos, pero también mucho espíritu de lucha. No habían reclamos irrazonables, todos ajustados a la realidad dura y difícil que vivimos. Distingo entre estos, el de la madre y la maestra añorando el regreso a clases. Hacer sonar el timbre, sin dudas, es un asunto de alta prioridad.