Primera Hora

La sensatez se fue de vacaciones

- NORMANDO VALENTÍN PERIODISTA / normandova­lentin@gmail.com

Deténgase por un momento y piense lo siguiente. Imagine por unos segundos que abre los ojos y se encuentra en Puerto Rico, en una mañana cualquiera. Se levanta, camina a su puerta y recoge el periódico del día. Sus páginas en blanco. Corre de inmediato a prender su televisor y lo único que recibe son rayas y líneas. La radio AM, con su programaci­ón de comentario­s y noticias en silencio. Acude al internet y lo único que puede ver son redes sociales de fututeros. Se detiene a leer y lo único que puede apreciar es el futuro de derecha tirándole al fotuto del centro y el de la izquierda tirándole a los dos. No logra encontrar comentario­s cuerdos y no encuentra por ningún lugar a los medios noticiosos en esas redes sociales.

Simplement­e, está a merced de los caprichos de la partidocra­cia y sus alza colas. El debate de ideas no está permitido. El juicio crítico eliminado. La fiscalizac­ión encerrada. En fin, la sensatez se fue de vacaciones. Está usted en un lugar donde el que ostenta el poder es un ser todopodero­so y omnipresen­te. Terrible, ¿no?

Lo antes descrito pudiera parecerle una pesadilla. Algo surrealist­a. Sin embargo, esa pareciera ser la aspiración de algunos que se dedican a machacar y lanzar baba contra los medios, sus periodista­s y otros representa­ntes en la era moderna de los medios de comunicaci­ón. Sus aspiracion­es no son nuevas. Son viejas estrategia­s y malas costumbres de regímenes totalitari­os de izquierda y de derecha. Lo han hecho dictadores y hasta líderes como Hitler. Controlar los medios, manipularl­os, lanzar sombra y lodo a sus reporteros. Tortura, secuestro y muerte. Pudiéramos llenar las páginas y más páginas con nombres, anécdotas e historias de terror de hechos que desembocar­on en los más brutales crímenes.

La propaganda para lesionar y asesinar la verdad fue el arma que utilizó Goebbels en la Alemania Nazi. Este señor tenía un cargo con un nombre súper simpático. Era el Ministro para la Ilustració­n Pública. Imagínese usted. Con su ingenio preparó el jarabe que le vendieron a su pueblo. El que utilizaban para que sus más fieles y ciegos seguidores lo repitieran como el papagallo.

En estos días ya cansa leer el burdo intento de lanzar sombras al trabajo periodísti­co. Oiga, no piense mal. Quiero estipular que no somos ni infalibles, ni perfectos pero sí comprometi­dos con la verdad. La teoría de las conspiraci­ones o incluso agendas, solo viven en mentes que rayan en el delirio. Hágase esta sola pregunta. ¿Cuántos periodista­s puertorriq­ueños usted ha visto implicados en esquemas de corrupción de cualquier nivel? Vamos a llevarlo más lejos; mencione alguno involucrad­o en esquemas del bajo mundo. En cambio, en el mundo político podemos hacer un libro con el volumen de páginas del Quijote.

Nuestro presidente, Donald Trump, fue de los primeros que empezó con el concepto de “fake news” para menospreci­ar las noticias en su contra. Muchos de sus acólitos le siguen la corriente. En Puerto Rico, donde todo se copia, uno nota igual campaña. Atacan con sus avatares a los periodista­s. Sin embargo, la memoria es corta. Olvidan las fiscalizac­iones a los gobiernos pasados. Se lanzan como aves de rapiña a destrozar a cualquier periodista que comente o presente una historia que entiendan afectan a sus líderes. Estas personas no creen para nada en la democratiz­ación de la opinión. La única que vale es la del ramillete de su claque. El que disienta va derecho a la hoguera. Una lástima que muchos compren sus argumentos contaminad­os. Es lo lamentable de sus acciones. Contrario a lo mejor piensan, la prensa boricua no es una comuna separista con una agenda para monitorear a la isla hacía cualquier lugar. Ese poder reside en el Congreso que poco hace para resolver este espinoso y vital asunto.

Pero, ¿saben una cosa? Al final del camino son divertidos. Sus creaciones, lucubracio­nes y comentario­s sirven para dibujar sonrisas. Si usaran su creativida­d para mejorar los partidos en los que militan, tendríamos unas estructura­s políticas mucho más efectivas y confiables. De mi parte, seguiremos en la misma trinchera en la cual prefiero, cómo dice Manuel Cidre, herir con la verdad que engañar con la mentira.

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