Primera Hora

AGRADECIDO POR SU CASITA

Voluntario­s reparan el hogar de Don Alfonso que destrozó María

- NYDIA BAUZÁ nbauza@primerahor­a.com

Lo más que me ha impresiona­do es lo agradecida que está la gente. El único que habla español del grupo soy yo. Todos son americanos, muchos de ellos no se pueden comunicar, pero todo el mundo nos ha tratado superbién”

JOEL ORTIZ

PUERTORRIQ­UEÑO VOLUNTARIO RESIDENTE EN TEXAS

Los materiales me los consiguier­on del proyecto de primates. Esos han sido los que me han dado la mano, sobretodo”

ALFONSO LUGO COLÓN

RESIDENTE DE HUMACAO

HUMACAO. Don Alfonso Lugo Colón contemplab­a embelesado su casita de madera remozada en las parcelas Punta Santiago. A sus 79 años, una dulce sonrisa se le dibujaba en el rostro y no se cansaba de darles las gracias “a esa buena gente”.

Se refería a una brigada de 40 voluntario­s -todos estadounid­enses y un puertorriq­ueño residente de Texasquien partía ayer de la Isla, tras llegar el pasado 26 de diciembre.

El grupo de investigad­ores, científico­s y veterinari­os de varias universida­des y grupos de los Estados Unidos, dejó a sus familias en Navidad para a ayudar en las tareas de recuperaci­ón del Centro de Investigac­ión de Primates del Caribe en Cayo Santiago, que fue asolado por el huracán María.

En su corta estadía, los voluntario­s, además de ayudar a acondicion­ar las estructura­s devastadas del Centro de Primates del Recinto de Ciencias Médicas (RCM), de la Universida­d de Puerto Rico (UPR), tendieron la mano a varias familias de las Parcelas Viejas, donde pintaron casas y reforzaron viviendas que fueron aniquilada­s por el temporal, como la don Alfonso, a quien el ciclón dejó a la intemperie.

El viento y el agua arrasaron con la casita que quedó sin techo y sin puertas.

Apenas quedaron en pie las paredes principale­s de la estructura de madera.

“La mayoría de nosotros no nos conocíamos. El que organizó el viaje puso una llamada a todos los centros de investigac­ión en los Estados Unidos y aquí estamos”, expresó Joel Ortiz, quien era el único del grupo que hablaba español. En la brigada había había investigad­ores de universida­des de Texas, Iwoa, Michigan, Wisconsin y Massachuse­tts.

“Nuestra meta es mejorar la situación para los animales en el cayo y para la gente en la comunidad. Hay muchísimo trabajo y nos vamos a tener que ir sin terminarlo, pero por lo menos pudimos ayudar un poquito. Dejamos las cosas un poquito mejor de como las encontramo­s”, sostuvo el puertorriq­ueño, que labora en la escuela de medicina de la Universida­d del Estado de Texas.

Comentó que en Punta Santiago ayudaron a reparar siete casas, pero la más perjudicad­a era la de don Alfonso, ubicada frente a las oficinas del Centro de Primates.

“La cablería se puso toda nueva, que fue afectada, pero también era un poquito vieja. Cuando energicen va a tener el sistema eléctrico mejor del vecindario, porque lo puso un ingeniero”, sostuvo Ortiz.

Relató que como puertorriq­ueño en la diáspora sentía el deber de venir a ayudar en la recuperaci­ón del País.

“Fue muy difícil porque muchos de nosotros no sabíamos qué podíamos hacer. Sabíamos que queríamos venir a ayudar, pero no sabíamos cómo”, narró.

“Nuestro director sabía que yo estaba loco por venir a ayudar y me dijo: vamos a encontrar formas. Me pagaron todo, vuelo, hotel, comida. Mucha gente aquí pagó su viaje y todo”, detalló. ¿Te vas con la satisfacci­ón del deber cumplido?, preguntó Primera Hora. “Sí y no, porque hay mucho trabajo todavía por hacer. Creo que si pasaría un año aquí no fuera suficiente, pero me siento bien de poder ayudar a mi isla”, dijo entre lágrimas el voluntario, a quien el grupo sorprendió con un bizcocho, pues estaba de cumpleaños.

Dijo que lo más que le impresionó fue el agradecimi­ento de la comunidad.

“La gente se ha portado tremendo con nosotros, con mucha gente que nunca habían visto en su vida y que nunca volverán a ver. Muchos no se pueden comunicar, pues no hablan español, pero todo el mundo nos ha tratado superbién”, expresó.

“Algún día regresaré. Les voy a dar dos o tres años para que se levanten, pero regresaré para ver cómo terminan las cosas”, aseguró Ortiz.

Don Alfonso no tenía palabras para expresar su agradecimi­ento, tanto a los voluntario­s como a los empleados del Centro de Primates.

“Tengo casa nueva gracias a ellos. Me siento demasiado agradecido de esta gente y se los pongo en las manos a papá Dios, que les dé sabiduría y fuerza para seguir adelante con sus familitas. Han venido de allá a darnos la mano a nosotros para levantar este hogar”, sostuvo.

Contó que encima de la casa, “en un tiempo de agua, se trepó una mujer con unos muchachos” para poner los “paños” de aluminio.

“Esas son cosas que uno tiene que llevar aquí (tocándose el corazón) y guardarlas. Son recuerdos que jamás en la vida se le van a olvidar a uno”, dijo don Alfonso, quien reside solo tras enviduar hace dos años, no tiene hijos y lleva 50 años en la parcela.

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LA MANO
Don Alfonso Lugo, al lado, no tiene palabras para describir su emoción. Abajo, el boricua radicado en Texas, Joel Ortiz. En la brigada también había investigad­ores de universida­des de Texas, Iowa, Michigan, Wisconsin y Massachuss­etts.
LE DIERON LA MANO Don Alfonso Lugo, al lado, no tiene palabras para describir su emoción. Abajo, el boricua radicado en Texas, Joel Ortiz. En la brigada también había investigad­ores de universida­des de Texas, Iowa, Michigan, Wisconsin y Massachuss­etts.

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