Primera Hora

La AAA y la AEE le han metido la mano en el bolsillo a la gente de esta bendita isla de una forma descarada”

- NORMANDO VALENTÍN

En el día de hoy, estimado amigo lector, quiero acusar a dos de nuestras principale­s corporacio­nes públicas de usura. A sus administra­dores, actuales y pasados, incluyendo a sus respectiva­s juntas de gobierno, los acuso de ser unos usureros. El diccionari­o define usura como “la práctica que consiste en cobrar un interés excesivame­nte alto por un préstamo”.

Eso es, precisamen­te, lo que han hecho por años la Autoridad de Acueductos y Alcantaril­lados (AAA) y la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE). Les han metido la mano en el bolsillo a los ciudadanos de esta bendita isla de una forma descarada, tomándonos el pelo.

De verdad, me sorprende la tolerancia de mi gente. No somos tontejos, pero ciertament­e somos demasiado de tolerantes ante lo que considero un robo, repito, descarado. Lo peor es que en una de estas agencias, la AEE, cambiaron a capricho la composició­n de la Junta y no han nombrado al representa­nte del interés público, quien se supone sea nuestra voz. Hasta junio del 2017 teníamos tres y hoy no tenemos nada. ¿Puedes creerlo? Cero. Nada. El roto de la dona.

En el umbral del momento más sensitivo y delicado, como lo puede ser un proceso de venta y privatizac­ión parcial a través de alianzas público-privadas, estamos huérfanos de alguien que -por lo menos- grite si algo no huele bien. Eso, hermano mío, no es transparen­cia. Las excusas sobran. A estas alturas, solo satisfacen a quien las da, que es al propio gobernador.

Pero vamos al detalle de mi denuncia.

El pasado lunes, en las páginas de El Nuevo Día, se publicó la noticia de una querella que presentó un ingeniero eléctrico en contra de la AEE, basada en que la agencia le cobró indebidame­nte el cargo de compra de energía. Lo mismo aplicó a usted y a mí, con la gran diferencia de que no tenemos los conocimien­tos de este profesiona­l que se identifica también como experto forense en esa materia.

Alega el querellant­e que la agencia le facturó indebidame­nte, pues era improceden­te el cargo. Como parte de la pesquisa periodísti­ca, que buscaba corroborar lo denunciado por el abonado, se encontró que AES Corporatio­n no comenzó a generar energía hasta el 2 de febrero. Esto quiere decir que desde el huracán y hasta esa fecha no produjo energía alguna. Por lo tanto, no le vendió nada a la AEE.

Por otra parte, Ecoeléctri­ca, la otra planta privada que le sirve a la corporació­n pública, prendió parcialmen­te el 23 de octubre. Al día de hoy, la empresa solo produce un 66% de la energía. Esto quiere decir que la AEE debió hilar fino a la hora de cobrarle a usted por este renglón. Sin embargo, estamos pidiendo mucha sensibilid­ad. En su lugar, las facturas han salido con un número saludable en ese renglón, al igual que en otros. Se aprovechan de que somos desconoced­ores de la palabrería que numeran para definir sus cargos. Así pagamos su ineficienc­ia y mala leche.

En Acueductos fueron más olímpicos. La pasada semana se mencionó públicamen­te que la AAA le endilgó un nuevo cargo a usted en la factura. Se trata del cargo del ajuste plan fiscal. Así como lo lee. El dichoso plan que aún no ha sido aprobado por la llamada Junta de Control Fiscal ya produjo un nuevo cargo que impactará otra vez el bolsillo de nuestra gente.

Esa nueva penalidad se une al ya conocido cargo ambiental que, aunque suene bonito, es un impuesto que busca cubrir el dinero de las multas que -a nivel federal- se le impuso a esa dependenci­a por tener las plantas de filtración llenas de caca.

Lo increíble es que ya pagamos por el servicio de alcantaril­lado. Con eso no tan solo conectamos nuestras casas a los tubos de la alcantaril­la para que se lleven nuestros desperdici­os, sino que pagamos para que esas aguas sean procesadas de manera efectiva en plantas modernas y cuidadas. Nunca le dieron el mantenimie­nto requerido. Las dejaron deteriorar al extremo de que no pasaban las inspeccion­es federales y ahora, no tan solo pagamos por un servicio de ineficienc­ia y caro, sino que también tenemos que pagar sus deficienci­as administra­tivas.

No me crea a mí. Busque sus facturas y mientras se toma un café, ponga a pasear la vista en la infinidad de cargos y sus nombres creativos. Son distintas maneras de cubrir su infidelida­d al buen servicio y una manera elegante de usura. Así que al fin y al cabo estos usureros siguen atentando a la buena calidad de vida de esta hermosa isla. ¡Qué asco!

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