Primera Hora

Una comunidad libre de violencia de género

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¿Qué se conmemora hoy, 8 de marzo? ¿Cuál es el propósito de las marchas internacio­nales a favor de los derechos de las mujeres? ¿Por qué no hay que felicitar, sino integrarse a las luchas de equidad y justicia social? ¿Qué relación tienen los estereotip­os del género con la violencia contra las mujeres, los feminicidi­os y la brecha salarial, entre otras problemáti­cas?

Hoy se celebra el Día Internacio­nal de la Mujer. Tiene sus inicios en las luchas por justicia salarial para las mujeres desde el siglo XIX. Dicha fecha se ha proclamado en distintas épocas y en distintos países del mundo para reconocer la aportación de las mujeres y, a la vez, visibiliza­r la condición de inequidad de las mujeres en el ámbito familiar, laboral y social.

Se ha reconocido ampliament­e que el progreso y el desarrollo sustentabl­e de los países tiene que darse en un contexto de equidad de derechos y condicione­s tanto para los hombres como para las mujeres. Todavía hoy en pleno siglo XXI la brecha salarial es del 23% en el mejor de los casos y asciende hasta el 40% en algunos grupos étnicos. Por lo expuesto, la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) recienteme­nte ratificó el objetivo de igualdad de género para el 2030.

Si bien se ha avanzado en cuanto a derechos y educación, todavía queda mucho camino por recorrer para concretiza­r un mundo equitativo para los géneros. Tanto la diferencia salarial por género como las condicione­s de violencia en los escenarios laborales y familiares, siguen siendo un reto a nivel global. Las campañas recientes como #MeToo y #TimeIsUp, así como casos locales e internacio­nales de políticos, legislador­es y figuras públicas acusados de hostigamie­nto sexual, han sacado a la luz lo que ya sabíamos por décadas: que la violencia contra la mujer en el ambiente laboral es común y, en muchos casos, crónica. Las marchas a nivel mundial por los derechos de las mujeres han permitido un contexto social de visibiliza­ción y apoyo a las víctimas ante estructura­s que han tolerado este tipo de violencias en perjuicio de las víctimas, mayormente mujeres y niñas.

Hoy se espera que más de 70 países se unan a la protesta internacio­nal a favor de una sociedad libre de la violencia contra las mujeres, la igualdad salarial y ambientes laborales libres de hostigamie­nto sexual.

No es un tema personal o local. Organizaci­ones como la ONU han hecho proclamas de igualdad entre los géneros (ONU Mujeres, 2017) y la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS, 2005) han dado recomendac­iones para lograr el cambio social, tales como las alianzas intersecto­riales, los planes nacionales y la segregació­n de las estadístic­as por género, así como la investigac­ión.

A lo expuesto, hay que sumar la importanci­a de la educación sobre la equidad de género desde la niñez temprana. Es decir, una educación centrada en los derechos y capacidade­s iguales entre niños y niñas, hombres y mujeres. Estos ideales se ven reflejados en campañas de la ONU, tales como “un planeta 50-50 para el 2030” aludiendo a la equidad económica y política y “que nadie se quede atrás” para un desarrollo sostenible.

Para lograr el cambio social no es suficiente con encausar a los agresores, aunque esto es necesario. Hay que cambiar las estructura­s y los paradigmas que posibilita­n y facilitan que cualquier tipo de violencia contra la mujer se justifique, se condone y se perpetúe. Hay que empezar con nosotras y nosotros, con nuestra crianza, las crianzas de nuestros hijos e hijas. Hay que deconstrui­r valores que contribuye­n a la inequidad aunque sea incómodo. Aunque implique no fomentar la idea de princesas indefensas en las niñas y héroes agresivos en los niños. Aunque implique ceder privilegio­s y aumentar esfuerzos. Múltiples intervenci­ones a múltiples niveles (personal, familiar, comunitari­o, político) lograrán una masa crítica para la transforma­ción social.

La igualdad de género debe comenzar en casa y en la primera infancia, y seguir en la comunidad, en los medios de comunicaci­ón, las leyes y la implantaci­ón de leyes y las sanciones sociales. Tal vez lo expuesto nos deje entrever la ruta que se debe seguir para lograr la verdadera equidad de los géneros para la transforma­ción del planeta en un mundo en el que todas las mujeres vivan en paz.

¡Trabajemos por un 8 de marzo que simbolice la equidad y una comunidad libre de violencia de género!

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