SUS MANOS VEN MÁS ALLÁ
Artesano ciego presenta sus obras impresionantes
Una casita de madera, ubicada en el patio de su hogar, es el refugio de don Arturo Ortiz hace más de 40 años desde que una súbita enfermedad llegó como intrusa y le cambió la vida… una vida que estaba condenada a un desahucio del que logró salir casi de forma milagrosa y que le ha permitido desarrollar mediante los sentidos del tacto y el olor una carrera profesional como artesano.
A la singular guarida llega, puntual, a las 7:00 de la mañana de cada día. Troncos y bejucos de todos los tamaños abundan en el taller donde el hombre no vidente elabora -utilizando la imaginación, ¡y lo enfatiza!- hermosas obras artesanales que incluyen desde pilones, trompos y jarrones hasta vasijas, cestas, lámparas y bolígrafos.
Un cordel al que recurre dando pequeños toques con su bastón, le sirve de guía para transportarse desde su casa -ubicada en el barrio Navarro, de Gurabo- hasta el pequeño aposento donde pasa entre 10 a 12 horas, los siete días de la semana.
El lugar es ameno. A su entrada, el olor a madera se hace. Las máquinas torneadoras, así como las cuchillas de tallado están bien organizadas. Algunas obras comenzadas decoran la escena.
“Ese tronco grande que tienes ahí es un caoba Santa Cruz… siéntelo, ¿verdad que es suave y lindo? Este otro (dice agarrando un pedazo de madera y llevándolo a su nariz) se llama aceitillo. Huélelo. Es como si tuvieras en la mano un pedazo de dulce de coco y vainilla. Esta madera es bien fina y viene del árbol que más se afectó con el huracán San Ciriaco (1899). Todos esos muebles elegantes que hay en Inglaterra, España y Francia los hicieron con madera nuestra del árbol de aceitillo. Esa gente arrasó con toda esa madera cuando llegaron a Puerto Rico. Pero todavía se consigue en Maricao, Lares y Cabo Rojo. Tócala, siente que suave es”, comenta don Arturo como introducción para relatar a Primera Hora cómo, por qué y cuándo se inició en la artesanía, una profesión que le apasiona.
Entonces, se transporta al 1972, año en que vivía en Nueva York junto a su esposa María y tres hijos. Para esa época trabajaba en una compañía en la que se construían mediante
“
Quien te está hablando es un milagro de Dios. La única señal que queda de mi enfermedad es (la pérdida de) la vista… estuve desahuciado por los médicos” ARTURO ORTIZ
ARTESANO
tornos, piezas en acero. Un día, un amigo le pidió ayuda para realizar unos trabajos en unas tuberías (don Arturo también tiene conocimientos de plomería y electricidad) del edificio donde residía. Al parecer, el lugar estaba infestado con excremento de palomas y don Arturo aspiró parte de los desechos. Semanas después comenzaron los síntomas, principalmente una jaqueca con la que sentía estallar la cabeza.
Inicialmente, los médicos no tenían un diagnóstico certero. “Incluso, me trataron como un paciente psiquiátrico”. Pero los síntomas empeoraron y llegó la fiebre. También se le empezó a nublar la vista. Hasta que ocurrió un derrame cerebral severo. Fue entonces, que un médico le informó a la familia que don Arturo tenía meningitis y todo apuntaba a que la había adquirido a través del estiércol de las aves. Además, les advirtieron que la ciencia no podía hacer mucho por el hombre, a quien desahuciaron y pasó dos años convaleciendo en un hospital.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la meningitis es una enfermedad grave que provoca inflamación de las membranas que rodean la médula espinal y el cerebro y es mortal en el 50% de los casos no tratados.
“Quien te está hablando es un milagro de Dios. La única señal que queda de mi enfermedad es (la pérdida de) la vista… estuve desahuciado por los médicos. Incluso, ya tenían el panteón preparado para traer mi cadáver a Puerto Rico.
Llegué a pesar 66 libras. El esqueleto es lo que quedaba de mí”, narra don Arturo.
Agregó que el “milagro” ocurrió tras la visita de un pastor que fue a orarle un día al hospital. “Me dijo que Dios me iba a levantar y me levantó”, cuenta agradecido quien desde ese instante comenzó a recuperar y decidió regresar a Puerto Rico el verano de 1974.
Aunque estaba contento de volver a la Isla, a don Arturo le preocupaba cómo iba a mantener a su familia. Siempre fue trabajador y estar condenado a “no hacer nada” a causa de la ceguera nunca fue su opción. Entonces, le dio con aprender a hacer cestas y lámparas tejidas utilizando bejucos que encontraba en el monte. También confeccionó hamacas.
“Después pegué a hacer cositas talladas y tornería en madera. Hago de todo, porque eso es lo lindo de la madera que uno puede hacer de todo… imagínate que la madera se usa para hacer la cuna de un bebé al nacer y el ataúd para cuando una persona muere”, destaca entre risas quien se distingue por elaborar diversos productos en ese material sacado de la corteza de los árboles.
Para distinguir entre los tipos de madera o las diversas cuchillas de tallado, el artesano utiliza sus manos. “Yo trabajo con el tacto, por el tacto yo reconozco las maderas y sé cómo van quedando las piezas”, destaca mientras mostraba a este diario la forma en que realizaba un pilón de guayacán y un bolígrafo en caoba.
Orgulloso dice que son estos dos productos los de mayor venta. “Déjame decirte que mis pilones han llegado hasta a Arabia Saudita y Alemania… han recorrido el mundo. Los bolígrafos también le gustan mucho a la gente. Tengo unos cazadores que me envían los cuernos de venado para que les haga bolígrafos… Te digo más, el gobernador Ricardo Rosselló firmó su primera ley con un bolígrafo de este humilde servidor”, narra el hombre de 72 años que vende sus obras por encargo o en festivales.
Don Arturo disfruta contar su historia y compartirla con los más jóvenes. De hecho, como parte de su faena dirige talleres de artesanía y charlas de motivación. “Entre esos grupos, tuve una vez a unos niños ciegos como yo. Fue increíble. Me gusta que sepan que no hay obstáculos para lograr sus sueños… me gusta enfatizarles la importancia de que estudien. Yo no tuve la oportunidad de estudiar, pero soy autodidacta y siempre me mantuve leyendo. Aprendí mucho a través de los libros y aún así, ciego, pertenezco al club de lectores no videntes de la Biblioteca del Congreso (de Estados Unidos) y me leo alrededor de 30 a 40 libros todos los años con un equipo digital que tengo para eso”, reveló a modo de consejo quien no ve fecha para su retiro.
Las personas interesadas en contactar a don Arturo pueden comunicarse al (787) 586-1213.
Hago de todo, porque eso es lo lindo de la madera que uno puede hacer de todo… ”
El gobernador Ricardo Rosselló firmó su primera ley con un bolígrafo de este humilde servidor”
ARTURO ORTIZ
ARTESANO