Primera Hora

“Ten cuidado con lo que pides...”

- ELWOOD CRUZ PERIODISTA / minuevavoz@elwoodcruz­digital.com

“Estoy loco porque se gradúe y se vaya a trabajar o a estudiar”.

¿Cuántos de nosotros dijimos entre dientes esa frase en un momento de molestia con alguno de nuestros hijos o hijas?

Dice el refrán, “ten cuidado con lo que pides, no vaya a ser que se te conceda”.

En nuestro caso como familia nunca hicimos tal petición y me explico. Estábamos consciente­s que el tiempo vuela, que los hijos crecen y se nos van más rápido de lo que pensamos.

El martes, nuestro hijo Jesús Gabriel inició su cuarto año. Para él y su grupo todo era alegría y celebració­n. Para nosotros los padres y madres, había una mezcla de felicidad, tristeza y llanto. Recordé los momentos cuando mi hija Ángela inició su kinder. Tenía dos rabitos en su hermoso pelo ondulado y al buscarla en la tarde estaba feliz. De ahí a su graduación de cuarto año, pasó en solo un parpadeo. Unos cinco años más tarde se graduaba de universida­d y hoy es una mujer madura que con carácter y firmeza se abre camino en la vida. Hoy es ella quien me anima, motiva y de vez en cuando da consejos cuando nota el desánimo.

Y mientras estas ideas llenaban mi pensamient­o, la fiesta, el baile y el brincoteo de esta clase graduanda no cesaba. Como todo padre orgulloso, no paré de grabar el momento, pero tuve la oportunida­d de observar los rostros de las madres que llenaban a capacidad las memorias de sus teléfonos celulares para preservar la escena y por supuesto, subirlo a las redes sociales. Había lágrimas, medias sonrisas, nostalgia y suspiros. Muchos suspiros.

¡“Fulano, mira pa’cá. Mengano sonríe, este muchacho no le gusta que yo lo retrate, pero si es otro sí. Todos, todos... júntense ahí. Uno, dos, tres ... chizzzz”! Eran las frases que repetían los orgullosos padres y madres. De pronto vino a mi mente la imagen de aquel pequeñín de muslitos con rollitos, canito y colorao que dejamos por primera vez en un Montessori para así iniciar su formación educativa.

Igual que como ocurrió con mi hija, en un solo parpadeo ya estaba en kinder, luego primero, octavo y ahora cuarto año. Pronto habrá fiesta de graduación y mucha celebració­n. También un nido vacío. Un silencio sepulcral y una enorme necesidad de saber cómo está. Extrañarem­os el reguetón a toda hora, el cuarto desorganiz­ado, el grito de ¡mamá tengo hambre!, mientras mira de arriba abajo la nevera sin escoger nada. Extrañarem­os las peleas para que organice sus estudios para luego al final celebrar una buena nota.

Tendremos los fines de semana totalmente para nosotros, pero no sabremos qué hacer ni a dónde ir pues ese tiempo lo llenaban los parques de béisbol, las canchas de baloncesto, de balompié y football americano, las clases de ballet y de canto, las obras de teatro para niños y los conciertos. Tendremos tiempo para nosotros y ellos harán lo suyo, ya sin nosotros.

Vendrán las chicas y los chicos a llenar el espacio en sus corazones y formarán hogar. Tal vez nos hagan abuelos o quizás no, pues son ellos los que deciden. Viajarán mundo y conocerán nuevos horizontes y ocasionalm­ente seremos invitados. De alguna manera intentarem­os ejercer control, pero fracasarem­os pues ya para entonces aceptarán consejos y no directrice­s. Aun así, seguirán siendo los nenes y las nenas y no importa cuán viejos sean no podremos dormir sin saber cómo están, sí se enfermaron o si les va bien. Siempre se nos irá el sueño para pensar y preocuparn­os por ellos, igual que como cuando eran pequeños.

Sí, mi hija es toda una mujer y mi chico ya casi un hombre como lo fuimos nosotros. Aquellas miradas de padres y madres trataban de resistir esa realidad que nos explotaba en el rostro. Es ley de vida y nada podremos hacer. Así comenzó el tramo final de la larga carrera de criar y por lo que viví esa mañana en ese primer día de clases, puedo decir que hemos hecho un gran trabajo con nuestros chicos. Me siento tranquilo de no haber deseado que crecieran rápido, pues me disfruté lo mejor que pude las etapas en sus vidas y evitar que la frase “ten cuidado con lo que pides, no vaya a ser que se te conceda” retumbara en mi conciencia.

“Había lágrimas, medias sonrisas, nostalgia y suspiros ... Es ley de vida y nada podremos hacer”

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