Primera Hora

Depende de nuestro liderazgo poner sobre la mesa el bienestar del pueblo y lograr una sola voz a favor de la descoloniz­ación”

- NORMANDO VALENTÍN

El planeta de los simios es el título de una obra de ficción que fue llevada al cine a finales de la década de 1960. Tuvo varias secuelas en la siguiente década y en este nuevo milenio, Hollywood le dio una nueva mirada.

La fórmula es sencilla. Unos astronauta­s perdidos en el espacio regresan a la Tierra sin saberlo para encontrars­e que ahora son los simios los que mandan en el planeta, en lugar de la raza humana.

Las famosas películas regresaron a mi mente esta semana cuando leía con atención unos cables noticiosos que llegaban de los Estados Unidos y que daban constancia de unas declaracio­nes del presidente Donald Trump.

Este filósofo de sillón descartaba la estadidad para la Isla por el mero hecho de que aquí, los políticos son malos, en especial la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz.

En su alocución no expresó algún argumento adicional. Nada relacionad­o al posible efecto económico de la anexión para la metrópoli. Nada de las diferencia­s culturales. En fin, nada. Solo un caprichoso comentario y que está atado a una relación poco cordial con la alcaldesa, quien le ha metido los dos dedos en el ojo.

Su nuevo vómito se une a los tuits de días atrás, que acusaba al gobierno central de ser corrupto. Estaba dolido porque le siguen acusando de que la ayuda para la Isla ha sido lenta y deficiente. Al parecer, el presidente está sentido con esas denuncias y descarga su ira contra los “indiecitos del trópico”.

Aquí los enemigos de esa ideología lo celebraron como gran cosa. No me extraña. Esa es la reacción inmediata. Lo mismo ocurría entre los grupos estadistas cuando Bush padre decía con acento agringado: “¡estadidad ahora!”.

Aquí lo importante es como el imperio ha estado timoneando este asunto, para quitarnos los pocos poderes que decíamos con beneplácit­o tener.

Al igual que el planeta de la ficción hollywoode­nse, nuestra Isla cambió. Desde la administra­ción Obama nos vienen dando cantazos. El caso Sánchez Valle fue el inicio del rodar cuesta abajo.

Luego la incapacida­d de nuestros gobernador­es desde el punto de vista económico y administra­tivo, le dio en bandeja de plata la excusa para imponernos la humillante Junta de Control Fiscal.

Aquello del gobierno propio se convirtió en un “bla bla bla”. Estamos tan atrapados en los poderes plenarios del Congreso como los papeles que tienen redactada la Constituci­ón y que están encapsulad­os en una urna de cristal en el Capitolio.

Aquí nos mandan del Norte. No dejan ni administra­r al Gobernador.

Por ejemplo, tenemos que someterle a la Junta los contratos por filtración de nuestros doctores de Centro Médico, contratos de tres meses. A nuestros mejores especialis­tas es casi ponerlos a mendigar. Lo mismo ocurre con el Instituto de Ciencias Forenses. Los transitori­os quedan en ascuas esperando saber si sus contratos serán renovados en enero. Estamos empujando a nuestros profesiona­les a que se embarquen en una nueva aventura. Marchar a un lugar que, aunque pague mejor, no es la casa tropical boricua.

Las leyes aprobadas por nuestra Legislatur­a también tienen que ser enviadas a la evaluación prejuiciad­a de los integrante­s de la Junta. Ni la reforma contributi­va ha logrado avanzar.

Estamos sin autonomía, sin poderes, con dependenci­a total de la metrópolis. No están en la de soltar el sartén, no a más autonomía. “No” a la estadidad, mientras la independen­cia es rechazada por la inmensa mayoría del pueblo. Usted se la puede pintar como guste y no le van a aceptar.

Mientras el desacuerdo reina entre nosotros, los del Norte toman ventaja. En cuanto los intereses económicos sigan siendo de beneficio para ellos, seguirán entre nosotros. Los boricuas seguiremos siendo los happy colonials.

Depende de nuestro liderazgo en poner sobre la mesa el bienestar del pueblo para conseguir unidad de propósitos y lograr una sola voz a favor de la descoloniz­ación.

En el pasado he escrito sobre esto. Hoy vuelvo y lo hago. Mientras actuemos como los jueyes de la lata, no iremos para ninguna parte.

Dudo mucho que ustedes, líderes políticos, quieran dirigir una isla tan humillada como estamos ahora.

Recuerdo otra vez la película. La prepotenci­a del general Ursus. Se paseaba con alarde con sus gorilas armados entre los humanos del planeta alterado. Alardeaba de su superiorid­ad. No sé por qué se me parece a Trump.

La pregunta es ¿si lograremos darle la vuelta a nuestra torcida situación? Veremos.

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