Primera Hora

Más de 10 años en guerra contra el cáncer

La estilista Rosemarie Soto Mantilla vive satisfecha con su labor voluntaria en la Sociedad Americana contra el Cáncer

- CESIACH LÓPEZ MALDONADO

Rosemarie Soto Mantilla se convirtió en voluntaria de la Sociedad Americana contra el Cáncer (SAC) por casualidad... o causalidad.

Porque la vida le puso en el camino esta hermosa misión que, a fin de cuentas, tiene mucho que ver con su pasado, con su presente y con el significad­o que quiere darle a su vida en el futuro.

“(El cáncer) lo he vivido cuatro veces, lo viví con mi mamá, quien murió de cáncer de seno en el 2005; con mi papá, que lleva cinco años luchando con un cáncer de próstata; y con dos tíos. Entonces, hace 11 años vine a entregar una donación que me dieron, pero no conocía a la persona que me dio el dinero, solo que Dios me hizo llevarlo. Por eso creo que Dios me quiso aquí (Sociedad Americana contra el Cáncer)”, relató Soto Mantilla de 39 años de edad.

Así la estilista fue adentrándo­se a la labor voluntaria a través del programa “Luzca bien y siéntase mejor” de la SAC. Fue conociendo a personas que padecen de la enfermedad y con sus conocimien­tos y amor fue regalándol­es, no solo carteras de maquillaje, sino tiempo, alegría y esperanza para que puedan recobrar su autoestima mientras atraviesan su etapa de tratamient­os. Así encontró su misión.

“Ver a la gente feliz, que sientan la confianza de preguntarm­e y que sepan que estoy allí para contestar preguntas, eso me llena. Aunque el proceso es difícil, les mostramos que hay que estar positivo porque el cuerpo recibe y funciona con ese positivism­o”,

Cuando entro y el paciente me dice que me estaba esperando, esa necesidad de ellos es lo que me hace feliz. Esa es mi mejor paga”

ROSEMARIE SOTO MANTILLA VOLUNTARIA SOCIEDAD AMERICANA CONTRA EL CÁNCER

indicó la voluntaria, quien considera que su sonrisa es su mejor herramient­a en la labor que efectúa desde hace más una década.

“Lo mejor es dar una sonri- sa. Yo soy una persona bien alegre, puede ser el problema más grande del mundo, pero siempre me van a ver feliz. Cuando entro y el paciente me dice que me estaba esperando, esa necesidad de ellos es lo que me hace feliz. Esa es mi mejor paga”, sostuvo Soto, quien asegura que el beneficio del voluntaria­do es recíproco.

“Aprender cómo la gente vive esto (cáncer), como hay personas que lo aceptan y lo sobrelleva­n, eso me hace entender la fuerza que tengo que tener si me tocara vivirlo. Aprendo de ver cómo viven para saber cómo seguir adelante”, reflexionó Soto Mantilla.

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