DEL JUEGO AL INFIERNO
Apostadores compulsivos exponen el difícil camino a la recuperación, proceso que se complica con la falta de fondos para programas que atienden este tipo de adicción
“Mi nombre es Ana Rodríguez (nombre ficticio) y soy una adicta al juego en recuperación… y al menos hoy, no he jugado”.
Así comenzó su diálogo reflexivo Ana, una septuagenaria que lleva ocho años asistiendo semanalmente al programa de Jugadores Anónimos, un lugar donde encontró el apoyo necesario para dejar a un lado un vicio que la tenía en un abismo de ansiedad, delincuencia y agonía.
“Si no llego a salir de ese mundo estaría presa o muerta”, contó Ana a sus compañeros de terapia.
La mujer -residente en un pueblo montañoso- se inició en el juego de azar hace más de dos décadas. Lo que comenzó como un entretenimiento casual en el casino, se convirtió en un infierno que la hizo alejarse poco a poco de su familia y hasta cometer actos ilegales inimaginables.
“Robé, robé mucho. Le hice daño a mucha gente. Era terrible”, destaca mientras las personas a su lado la escuchan con detenimiento y con la promesa de que todo lo que se habla en el grupo, allí queda bajo total confidencialidad.
Fue uno de sus hijos, desesperado por la manera en que poco a poco perdía a su progenitora, quien le habló de Jugadores Anónimos, un programa que ha dado servicios la isla durante los pasados 25 años.
La historia de Juan Pérez, un hombre de mediana edad que vive en el área metropolitana, es similar a la de Ana.
“En mi caso llegué al grupo hace 10 años con una carta de embargo de mi casa en la mano”, soltó en manera de desahogo.
Rememorar sus inicios en la adicción a los juegos de azar, es un tema que le trae muchas experiencias tristes, aun cuando lleva una década en remisión o abstinencia. Contó que tenía un trabajo estable y con un salario digno cuando ingresó al mundo del juego a través de los casinos. Lo que comenzó como una vía para despejar la mente culminó por arruinar sus finanzas, al extremo de jugar en una semana el dinero que debía destinar al pago de hipoteca, electricidad y agua.
“A veces no tenía ni para comprar la leche y el pan. Lo jugaba todo”, relata quien luego de ingresar al programa, tuvo tres recaídas que lo hicieron tocar fondo en términos financieros.
Entonces, comenzó a aplicar el lema de la hermandad: “Un día a la vez”. “Aquí hay que tener paciencia, aceptar que cometemos errores y que estamos dispuestos a esos defectos de carácter. Y lo más importante tener el deseo genuino de dejar de jugar y aceptar que necesito ayuda para recuperar
mi enfermedad porque la adicción es una enfermedad”, dijo el hombre que hoy se siente aislado de aquella vida, pero que está muy consciente de que dejar la terapia grupal lo hace vulnerable a perder la abstinencia.
Según William Rivera, portavoz del programa, la incidencia de jugadores compulsivos en Puerto Rico es mucho más alta de lo que se proyecta. Lamentablemente, son pocas las personas que acuden a busen
car ayuda. Y de los que lo hacen, muchos recaen.
Aunque, la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (Assmca) carece de datos actualizados sobre la prevalencia del “trastorno del juego patológico” en Puerto Rico, la agencia estima que cerca de 9,000 personas en la isla pudieran estar sufriendo una adicción a juegos. Pero menos del 2% busca ayuda profesional. Además, se proyecta –según datos de la
Asociación Americana de Psiquiatría (2013) y del Censo de Puerto Rico (2010)- que entre 14,000 y 35,000 puertorriqueños pudieran desarrollar el trastorno en algún momento de su vida.
“Es normal que recaigan. La abstinencia es un gran reto y mucho más con el bombardeo que tenemos de publicidad para que uno juegue. Por eso aquí en el programa hacemos hincapié en que los miembros deben asistir a cuantas reuniones
les sea posible y que deben llamar a otros miembros tan a menudo como sea porque ese soporte es bien importante”, expresó al agregar que una red de apoyo de familiares es también trascendental.
A ello se suma las recientes vistas públicas para evaluar la posible legalización de las máquinas tragamonedas fuera de los casinos y la idea de traer la “videolotería”.
Además, el jugador compulsivo nunca debe de arriesgarse
Aquí hay que tener paciencia, aceptar que cometemos errores y que estamos dispuestos a esos defectos de carácter. Y lo más importante tener el deseo genuino de dejar de jugar y aceptar que necesito ayuda para recuperar mi enfermedad porque la adicción es una enfermedad”
ADICTO AL JUEGO
El tratamiento está enfocado en disminuir los riesgos de conducta adictiva… para este trastorno, a diferencia de otras adicciones, no hay
medicamentos”
JUAN TORRES GLÜCK
ADMINISTRADOR AUXILIAR DE TRATAMIENTO DE ASSMCA
o ponerse aprueba. En ese sentido, debe evitar asociarse con conocidos que jueguen o visitar establecimientos de juego. “Y, por favor, no jueguen nada. Ni loto. Nada”, reiteró el líder de grupo del programa que tiene terapias establecidas en Cupey, Santurce y Caguas.
Perfil en Puerto Rico
Aunque usualmente el jugador compulsivo tiende a ser varón, el cerco con las féminas se ha ido cerrando con los años, a juzgar por los pacientes que se atienden en el Programa de Ayuda a Jugadores Compulsivos de Assmca.
Según explicó el psicólogo Javier Toro, coordinador del programa que sirve desde el 2008 por impulso de la Ley 74 de 2006, el 60% de las personas que recurren a buscar ayuda son varones, pero antes ese porcentaje era mayor.
Mientras, la mediana edad entre los atendidos fluctúa entre los 35 y 54 años y la mayoría
genera algún tipo de ingreso económico. En cambio, también hay poblaciones vulnerables como los envejecientes y los jóvenes.
Toro indicó que se puede desarrollar adicción a todas las variedades de juegos de azar, desde el bingo y la lotería hasta las apuestas en la gallera, el hipódromo y otras tendencias ilegales como “la bolita”.
Insistió que en Puerto Rico, un país que culturalmente fomenta las apuestas en juego desde la época española, la mayoría de la gente “no desarrolla compulsión al juego”.
“En cambio, los que sí caen en una conducta adictiva tienen 17 veces más de probabilidades de padecer otras condiciones de salud mental o adicciones como: ansiedad, depresión, problemas de drogadicción (principalmente alcoholismo) e incluso conducta o intentos suicidas. Así que es sumamente importante para nosotros identificarlos y buscarles ayuda”, expresó.
Mientras, el Administrador Auxiliar de Tratamiento de Assmca, Juan Torres Glück, aclaró que un jugador compulsivo o con trastorno de ludopatía se define cuando una persona muestra una conducta persistente y recurrente relacionada al juego.
Usualmente, dijo, es un individuo que necesita aumentar sus apuestas de dinero y muestra irritabilidad cuando intenta disminuir o parar de jugar. Además, a menudo juega cuando se siente angustiado y miente para ocultar el grado de implicación del juego, entre otros criterios de diagnóstico.
En cuanto al proceso de recuperación, ambos explicaron que los pacientes se impactan con un tratamiento conductual y cognoscitivo a través de un equipo clínico compuesto por especialistas del área de trabajo social, psicología y psiquiatría.
“El tratamiento está enfocado en disminuir los riesgos de conducta adictiva… para este trastorno, a diferencia de otras adicciones, no hay medicamentos”, expresó Torres Glück
En los últimos tres años unas 538 personas recibieron servicios gratuitos de Assmca para enfrentar su adicción a los juegos. Mientras, han impactado un promedio de 3,000 personas por año mediante talleres, adiestramientos y orientaciones en la comunidad sobre las señales del juego patológico y las ayudas disponibles.
En Estados Unidos, según el National Council on Problem Glambling, el juego de azar afecta a más de 7 millones de personas, entre ellos 500,000 adolescentes. La organización estima que el costo anual asociado con el juego (crimen, adicción y quiebra, entre otros factores) es de $17 mil millones.