El sacrificio paga
Con el corazón agitado y los niveles de ansiedad por las nubes, el médico recién graduado llegó al correo de su pueblo natal, Guayama.
Era un día decisivo para su futuro. Esperaba recibir noticias sobre los resultados de la reválida de medicina.
Así fue. Al abrir el buzón se encontró con dos sobres de la entidad reglamentadora.
Relata que con una mezcla de miedo y emoción abrió el primer sobre y comenzó a mirar su contenido con el rabito del ojo cuando se chocó con la palabra más añorada y esperada: “Aprobado”.
Los gritos de alegría fueron inevitables y retumbaron por todo el correo. Aquella emoción incontrolable fue captada por la cámara del teléfono de una persona, y luego subida a las redes sociales. Demás está decir que en sólo minutos se tornó viral.
¡Qué bien! De sólo imaginar la emoción que debió sentir, se me paran los pelos. Tiene que haber sido mucho el esfuerzo y el sacrificio, de ahí su reacción al recibir la noticia.
Para vivir momentos como ese, hay que fajarse y trabajar duro. Hay que estar dispuesto a cambiar horas de sueños y jangueo, por horas de trabajo duro e intenso. Eso es lo que celebraba aquel joven, el haber recibido la paga por su sacrificio.
Es importante que esas historias logren atención pública, pues hoy son más sonadas y populares entre nuestra juventud las historias de quienes encontraron un atajo para lograr el éxito.
“Aquellos estudiaron menos, pero ganan más”, es la frase que algunos usan para justificar no perseguir una educación formal.
“Para vivir momentos como ese, hay que fajarse y trabajar duro. Hay que estar dispuesto a cambiar horas de sueños y jangueo, por horas de trabajo duro e intenso”
Presentan ejemplos dramáticos de jóvenes emprendedores que lograron convertir, en muy corto tiempo, una idea en un buen negocio. El error está en querer presentar esas excepciones como la norma.
De estos ejemplos debemos imitar el espíritu emprendedor de sus protagonistas que no es incompatible con dedicar nuestra juventud a formarnos y educarnos. Pueden estar seguros de que por cada aventurero que logra el éxito por la ruta corta, hay miles de caídos anónimos en el camino, lamentando no haber utilizado sus años de juventud para optar por una carrera formal.
Nada malo con encontrar inspiración en quienes logran el éxito de forma diferente, es mucho lo que aprendemos de ellos, pero cuidado con utilizarlos como justificación para no seguir la ruta sacrificada y dificultosa que la vida le presenta a todo el que quiere echar adelante en la vida.
Así lo está haciendo el médico de Guayama. Me alegro de que ahora sea ejemplo para muchos. Enhorabuena para al doctor Gabriel Ortiz.
¡El sacrificio sí paga!