Primera Hora

Un pasadía en Vieques

- ELWOOD CRUZ PERIODISTA / minuevavoz@elwoodcruz­digital.com

Llegamos bien temprano al área del nuevo terminal de lanchas en Ceiba. La intención era llegar con la salida del sol a Culebra. Bajamos los motetes y cargamos con ellos hasta la boletería, pero los habíamos comprado previament­e, así que nos dirigimos listos para embarcar.

Entonces comenzaron los problemas. Nos dijeron que se nos pasó la hora de abordar y cuando corroboram­os nos indicaron que había un error en la página de internet que mostraba media hora de diferencia en el embarque.

Decididos a no perder el fin de semana largo miramos la opción de ir por un día a Vieques. En media hora estábamos a bordo y viajábamos en una de las nuevas lanchas. Fue un viaje sereno y corto, aunque no pudimos disfrutar de la salida del sol, pero sí de una hermosa mañana.

La isla municipio estaba abarrotada de visitantes locales y del exterior. Desde lejos escuchábam­os los comentario­s de los problemas con otras lanchas que amenazaban nuevamente con trastocar el diario vivir de los residentes de la llamada “Isla Nena”. La realidad es que ellos viven día a día en una incertidum­bre total.

¿Y ahora? Al cambiar el boleto no teníamos medio de transporte. A última hora y con la ayuda de Maritza, dueña de un local de alquiler de autos, conseguimo­s uno. Habíamos perdido varías horas en la gestión, por lo que decidimos disfrutar de la isla primero en una excursión improvisad­a.

Primera parada, Playa Negra. Para llegar a ella tuvimos que preguntar varias veces y los residentes con rostro entre amables, desconfiad­os y serviciale­s nos indicaron la dirección y nos dieron opciones para disfrutar.

Aunque el sargazo cubría la orilla de Playa Negra, es única y hermosa.

Como decimos por ahí, “picaba la tripa”, así que paramos en el primer local. Una picadera, par de cervecitas y listos.

Así fuimos de playa en playa y carretera en carretera. Observando rutas hermosas y otras playas que con un poco de cariño e inversión podrían ser mejores opciones para el visitante y para el propio viequense.

Así, entre risas, bromas y perdidas pasamos un día espectacul­ar. Pero en mi costumbre de ver más allá de las cosas, observaba los rostros de la gente.

Los viequenses lucen cansados, tristes y desanimado­s. No voy a adjudicar responsabi­lidades, pero su vida transcurre entre la decepción, el abandono y el ocio. No ven salida a sus problemas y lo peor de todo es que se sienten discrimina­dos por su propia gente, sus hermanos y su familia. La gente de allá. Los que dicen que viven en Puerto Rico sin entender que Vieques y Culebra son Puerto Rico.

En nuestras islas municipio todo es más caro, difícil y muy cuesta arriba. Ellos ya no creen, no confían y a veces no tienen fuerzas. Los viequenses y culebrense­s ven como sus propias islas se les van de la mano. Aquellos que enfrentan problemas de salud sienten que en el otro lado del charco juegan con sus vidas.

Los que quieren estudiar o echar hacia adelante enfrentan enormes retos y en cada espacio una barrera.

Algunos dicen que ellos son reacios al progreso y que a todo le dicen que no. Que no quieren entender que encontrar las soluciones cuesta. ¿Y qué pueden esperar de nuestros hermanos abandonado­s y vistos como extranjero­s por años y por su propia gente? Desconfian­za, coraje, molestia y dolor.

Ese día terminamos en Playa Caracas y luego en un local en La Esperanza.

Pero la aventura no terminaba. Al salir encontramo­s una goma vacía del vehículo faltando apenas 45 minutos para abordar. Nuevamente, Maritza se convirtió en nuestra salvadora y envió ayuda. Nos llevaron al puerto faltando 15 minutos para abordar, pero la lancha estaba retrasada y nos salvamos de quedarnos.

Los viequenses se encargaron de mitigar los contratiem­pos del día y nos dieron una gran lección. Ellos nos ven como sus hermanos y nos quieren de corazón. Sí, dejaron de creer, pero siguen siendo humildes y gente buena.

Por eso cuando los huracanes amenazan la isla grande ellos dan la cara primero y nos enseñan lo que es solidarida­d entre hermanos. Es hora de sacar la cara por ellos.

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