La iglesia tiene su propio campo social. Sus púlpitos, sus estaciones de radio y televisión”
NORMANDO VALENTÍN
Puerto Rico no deja de sorprender en cuanto a una variedad de temas. El Gobierno, que debería tener las manos llenas con la reconstrucción de la Isla, el lento desembolso del dinero federal, el “tirijala” con la Junta de Control Fiscal y la renegociación de la deuda, tiene que gastar energías con unas movidas legislativas que llevan a usted a fruncir su ceño y hablar malo.
De un tiempo para acá, cierto grupo de legisladores ha servido de punta de lanza para agendas de corte religioso. Lo hace para interferir con asuntos cotidianos e incluso, en campo ocupado y adjudicado por la judicatura.
Se debe tener claro que existe una responsabilidad del Estado de propiciar un balance de paz, civismo, respeto y convivencia. Dentro de ese amplio espectro tiene que ser el custodio para evitar excesos en los cuales comience una crisis social de graves confrontaciones. Nadie debe imponerse a otro.
Este grado de civismo, no tan solo aplica en estos días a la llamada agenda fundamentalista legislativa, sino también a otros sectores. El detente es a todas las agendas. No es darles bola negra a unos y luz verde a los otros.
Como dije, el Estado debe manejar las reglas de juego en las que cada sector pueda orientar, aconsejar y educar a los sectores de interés, pero de manera voluntaria y sin presiones. No se debe presionar o empujar a ese Estado para que imponga por ley lo que ellos quieren.
El aborto es un ejemplo. No favorezco el aborto. No lo auspicio, ni lo promuevo. Tengo tres hijas y les hablo de sexualidad desde una perspectiva salubrista y moral, pero lo hago en mi casa, en mi espacio privado. No empece a mi visión o formación moral reconozco que existen determinaciones judiciales que rigen esta práctica dentro de nuestra sociedad. No me toca juzgar. Me corresponde velar por mis niñas y, al final del camino, que decidan. Uno les da las herramientas y que ellas tomen sus decisiones.
La iglesia tiene su propio campo social. Sus púlpitos, sus estaciones de radio y televisión. Además, tienen su responsabilidad de promover sus creencias de salvación. Vuelvo y digo, el problema es imponer sobre otro tu creencia. Peor aún amenazaron por la radio penalizar al Gobierno con su voto por el hecho de vetar la medida de la senadora Nayda Venegas. Eso es chantaje. Los legisladores actuaron igual de pequeños. Colgaron la medida de las terapias de conversión que tiene méritos de sobra.
Igual ocurrió con una actividad promovida por el Departamento de Educación y su región Educativa del Sur. Llevaron a una iglesia, como pretexto de una gira, a tres grupos de estudiantes. Las denuncias apuntan a que fueron a recibir una especie de seminario sobre educación sexual y la abstinencia. Alegadamente, al final de la charla se les hizo firmar un acuerdo de que, en efecto, se comprometían a la abstinencia para llegar vírgenes al matrimonio.
No es que se critique el acto de orientación, pero de nuevo, no es la manera. Educación sí tiene la responsabilidad de tocar temas como este, pero debe ser fuera del enfoque religioso. Se debe circunscribir a los aspectos salubristas. Hablar de las repercusiones a la salud de una actividad sexual desenfrenada o desordenada. Nada de aspectos de condenas de alma o salvación, pues simplemente no es el lugar.
Reitero, si se abren puertas para unos es permitirlo a otros. Eso levantaría una larga lista de proponentes para hablar de su particular punto de vista. Por ahí vendrían ateos, budistas, anarquistas y todo lo que quepa. Así que cada cual a lo suyo y en la trinchera privada que nuestro ordenamiento democrático le permite sin interferir en el espacio común de todos. Creo que no es difícil de entender.
“El detente es a todas las agendas. No es darles bola negra a unos y luz verde a los otros”