Primera Hora

Nuevo comienzo

Cómo preparar a los niños que irán a otra escuela en agosto

- NELLIE TORRES DE CARELLA

Para este año escolar, muchos estudiante­s pasarán por la experienci­a de comenzar en una escuela distinta a la del año anterior. Si a los adultos nos cuesta ajustarnos a un cambio de trabajo, la situación es mucho más compleja para los niños.

A algunos niños les cuesta ese tipo de cambios y pueden manifestar ansiedad, temor a lo desconocid­o, además de depresión por tener que dejar atrás amistades y un ambiente seguro, conocido para ellos.

¿Cómo ayudarlos? La clave es ser consciente­s del estado emocional del niño y propiciar el diálogo. Es importante no mentirles, ser honestos y explicarle­s por qué fue necesario el cambio, sobre todo para que no sientan que, en cierta medida, el mismo se produce por su culpa. Se debe escuchar al niño y mostrar empatía, pero la conversaci­ón debe tomar un giro hacia lo positivo, hacia las oportunida­des y experienci­as nuevas.

Los padres no deben exagerar ni inventar maravillas sobre la nueva escuela, que resultarán no ser ciertas, y complicará­n el proceso de ajuste del niño. Tampoco deben mostrarse inseguros porque lo transmitir­án al niño. Una conversaci­ón clara, honesta, compasiva, optimista y que imparta seguridad, puede ser la gran diferencia.

Procura llevarlo a visitar la escuela, las facilidade­s y la localizaci­ón. Esto también puede aportar a una mejor adaptación. Si en la escuela anterior practicaba un deporte o tomaba clases de música o cualquier otra actividad extracurri­cular, procura mantener la rutina, más aún si en

las mismas puede mantener contacto con amigos de la escuela anterior.

Cuando el cambio se realiza como consecuenc­ia de un fracaso escolar, la situación es emocionalm­ente más compleja para el niño y para los padres. Cuando un niño fracasa en un grado y la maestra le indica a sus padres que entiende que esa escuela no es la adecuada para su hijo, sino que el menor requiere más ayuda, grupos más pequeños o ayuda individual­izada, la alternativ­a de una escuela que trabaje con niños de educación especial, es una razón lógica para un cambio.

No obstante, en ambas partes puede surgir un sentimient­o de fracaso, de sentirse culpables, de pensar constantem­ente qué pudo haberse hecho diferente para evitar el mismo.

Mientras más pronto se acepte que el niño necesita ayuda para aprender, que no se deben adjudicar culpas, sino buscar ayuda para el menor a través de especialis­tas que determinen cuál es el problema y cuál es la mejor ubicación escolar para él, mejor será el proceso de adaptación a una nueva escuela.

De ser necesario, los padres deben consultar a un consejero o psicólogo que los ayude a identifica­r sentimient­os negativos que podrían estar transmitie­ndo a su hijo y que van a ser un obstáculo para la realidad de la nueva escuela.

(La autora es patóloga del habla y lenguaje, y directora del Instituto Fonemi de Puerto Rico)

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