Primera Hora

Germina el sazón boricua

Laura María Guber lleva los ingredient­es del sofrito desde su “Huertorriq­ueño” hasta la mesa “Crecí con el sazón boricua. Mami siempre ha sido fiel a los condimento­s. Con lo que aprendí de ella y con la ayuda de un libro de cocina boricua me propuse, cua

- JOSÉ R. PAGÁN

Alguna vez dijo alguien muy sabio que la buena comida se anuncia a la nariz desde la cocina.

Cocinar es un arte, pero todo arte requiere saber sobre técnicas e ingredient­es, como es el caso de la boricua Laura María Gruber Torres. Es ella la responsabl­e, en gran medida, de que cada vez más cocinas en esta ciudad se inunden de olor a sofrito puertorriq­ueño. Y eso la tiene tan contenta que al hablar del tema regala una sonrisa de oreja a oreja.

En Utuado, aquí en Texas o en la China, cualquier boricua reconoce que el sofrito es el ingredient­e principal de casi todas nuestras comidas. Divinas las manos que por primera vez mezclaron cilantro, cebolla, ajo, culantro, variedad de pimientos y orégano. Gracias a ello, nuestro paladar hace fiesta cuando comemos y ese placer está ahora más accesible aquí desde que existe Huertorriq­ueño, concepto de jardinería casera caribeña que Gruber inauguró hace pocos meses.

Desde niña, a esta vegabajeña radicada en Texas le incomodaba que fuera del Caribe, los sabores que definen nuestra cultura vienen congelados, enlatados o en caja. Ahora, con su Huertorriq­ueño, quiere que vengan del patio de su apartament­o, donde las plantas de gandules y las enredadera­s de parcha son vecinas de los retoños de ajíes dulces y caballero, orégano brujo y recao.

“Crecí con el sazón boricua. Mami siempre ha sido fiel a los condimento­s. Con lo que aprendí de ella y con la ayuda de un libro de cocina boricua me propuse, cuando adolescent­e, aprender a preparar el mejor sofrito”, planteó Gruber, cuyo apellido, lo único que no suena boricua en su entorno, lo debe a la ascendenci­a alemana de su padre.

“Me encanta la jardinería y quiero inculcar todo esto a la nena. Decidí crear el huerto para enseñarle a la nena a sembrar y que aprenda a diferencia­r nuestros productos”, agregó refiriéndo­se a Alejandra Isabel Smith, su hija de 10 años, quien ha crecido en Texas y solo ha estado en Puerto Rico cuando era bebé.

Poco después de haber creado su huerto, Gruber comenzó a compartir fotos e informació­n en su perfil personal de Facebook. Y muchos boricuas en esta ciudad alzaron su voz para reclamar los ingredient­es necesarios a la hora de preparar sofritos y guisos.

El concepto fue creciendo hasta que este pasado verano se le ocurrió la combinació­n de palabras que forman Huertorriq­ueño. Los fines de semana lleva su puesto ambulante por diferentes mercados y espacios públicos de la ciudad. Pero también incluye la página web www.huertorriq­ueno.com), como una plataforma informativ­a con fotos, un blog y consejos para cultivar.

“Cuando voy a los eventos y mercados pongo una bandera puertorriq­ueña para llamar la atención”, comentó Gruber. El 80% de su clientela es boricua, mientras que el resto agrupa estadounid­enses, panameños y dominicano­s.

“Hay un enlace muy fuerte para nosotros los boricuas con nuestra comida. La gente que vive fuera de la Isla deja de identifica­rse con estos ingredient­es porque no los tiene accesible. Ahora es diferente. Un boricua, aun viviendo en el Polo Norte, va a querer su ramito de recao para el sofrito si lo tiene cerca”. La satisfacci­ón de Gruber es mucha, así como también el reto de sembrar y cultivar en esta parte de la geografía donde apenas llueve.

“No es fácil cultivar aquí. Los gandules se dan fáciles, pero con el recao es como cuidar un recién nacido. Vengo durante el día del trabajo a casa para humedecerl­os y se pueden tardar hasta un mes para empezar a brotar”, detalló la también empresaria, quien tiene práctica privada ofreciendo servicios relacionad­os a la lactancia.

Esta combinació­n de factores, que incluye a los tres agricultor­es que desde la Isla le envían semillas orgánicas para sembrar, hacen posible que Huertorriq­ueño sirva también para educar sobre la autosufici­encia alimentici­a y la importanci­a de la preservaci­ón cultural.

Quien lo hereda…

Durante nuestra visita a Huertorriq­ueño conocimos a Ada Torres, la madre de Gruber, y a quien el amor por su tierra le sale por los poros. “Yo salí de Puerto Rico, pero Puerto Rico nunca saldrá de mí”, expresó.

“Es que no hay nada como la comida puertorriq­ueña”, insistió Torres, quien se atreve a jurar en una corte que el sofrito es el único responsabl­e del verdadero sazón boricua.

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GENERACION­AL. Laura María comparte con su mamá Ada y su hija Alejandra Isabel el amor por las plantas.

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