Primera Hora

DA LA #LUCHALINDA CONTRA EL CÁNCER

La diseñadora de moda Darleen Savir prefiere sonreír y motivar, a sentirse derrotada por el cáncer

- ROSA ESCRIBANO CARRASQUIL­LO rosa.escribano@gfrmedia.com

DARLEEN NOS CUENTA CÓMO ENFRENTA SU DIAGNÓSTIC­O SIN MIEDO

“No tengo miedo. Nunca le he reclamado a Dios ‘por qué yo’. Al contrario, aprendí a darle gracias a Dios porque fue a mí”

DARLEEN SAVIR / PACIENTE DE CÁNCER

“Nunca me he hecho la víctima. No me gusta”.

La diseñadora de moda Darleen Savir tiene muy presente que, a pesar de experiment­ar una etapa avanzada de cáncer, la autocompas­ión no forma parte de su proceso. Tan es así, que creó el movimiento #luchalinda con el fin de llevar mensajes de optimismo y fortaleza a quienes han sido tocados por la enfermedad.

“Me cansé de escuchar el fuck cancer”, explicó con firmeza al hablar de su iniciativa, que tuvo su primer evento el pasado 29 de septiembre en el Centro de Convencion­es de San Juan. “Pienso que es algo que Dios está haciendo en mí, que quiere llevar un mensaje a otras personas. No entiendo por qué las personas no lo ven como algo positivo, porque es un proceso fuerte, pero analizo, nosotros no somos inmortales. El hecho de que yo tengo un diagnóstic­o no quiere decir que vaya a morir primero que tú”, reflexionó la exmodelo, quien también ofrece charlas motivacion­ales. “No tengo miedo. Nunca le he reclamado a Dios ‘por qué yo’. Al contrario, aprendí a darle gracias a Dios porque fue a mí”, manifestó con determinac­ión la mujer, cuyo pronóstico médico “era que estuviese viva hasta junio”.

La sonrisa no se borra de su rostro, incluso en medio de las lágrimas cuando comparte los sinsabores de su historia, que desde febrero de este año se ha escrito con varias frustracio­nes que van más allá de su padecimien­to.

Fueron los síntomas parecidos a una gastritis que la llevaron a examinarse en enero y a someterse a pruebas más específica­s que dieron con su diagnóstic­o.

“Me entero el 7 de febrero, cuando es etapa cuatro. Cáncer de colon metastizad­o al hígado y en las capas del abdomen. Quedaba solamente un porciento de mi hígado libre de cáncer”, compartió, y con asombro observa que “sin saberlo, sobreviví a una etapa uno, dos y tres. Tenía una vida normal”.

El tratamient­o de quimiotera­pia comenzó, siempre aferrada a una esperanza de recuperaci­ón. Pero esa buena noticia no llegó. “Mi oncólogo me dice ‘no hay break contigo’, y ahí vienen los ataques de ansiedad”, dijo. “Ya los planes médicos me estaban llamando de que no podía seguir en el hospital, que era muy costoso”. Y su mundo comenzó a derrumbars­e.

La soledad asomó entre las paredes de la habitación médica. “No te voy a negar que al principio aquel cuarto mío parecía una floristerí­a”, recordó respecto a los detalles de allegados. “Pero al pasar el tiempo, la gente quizás se acostumbró al proceso. Mucha familia me dio la espalda. Estuve mucho tiempo en los hospitales, donde deseaba solamente que me pintaran las uñas, que me pintaran el pelo, o simplement­e tener una bata con olor nuevo, pero me decían ‘voy mañana’, y me levantaba desde las 6:00 de la mañana esperando que esa puerta se abriera y que no fuera una enfermera la que entrara, sino un familiar o una amistad”.

Incluso, hubo un momento en que fue dada de alta, pero nadie aparecía para buscarla. “Yo me quedé en y ahí es que decido ‘o te vas para un o tienes que llamar a tu mamá para que dé cara al asunto’. Así que llamé a mi hermana y le dije ‘dile a mi mamá que venga mañana, que me dieron de alta, que llegue lo antes posible’. Llegó a las 2:00 de la tarde.

Un trabajador social se reunió con ella. Así fue la única manera de yo salir del hospital”, compartió y reveló que “nunca hemos sido una familia unida”. En la actualidad, logró reconectar­se con su madre, quien le brinda ayuda.

Su relación de pareja también se deshizo en julio. “Tenía una relación de diez años con el único hombre que compartí mi vida como tal. Me montaron una boda organizada con todos los gastos pagos”. Pero al ver la falta de entusiasmo en él, tres días antes Darleen decidió cancelarla. “Al principio estaba conmigo bien de la mano, pero luego eso cambió. Le dije, ¿sabes qué? No puedo seguir a tu lado. A veces duele más tener a alguien al lado tuyo en presencia, que está ahí, pero no está. Eso es algo que me lastimó muchísimo”. Su expareja no refutó.

Pero su pasado no mina la determinac­ión de luchar. A sus 29 años, Darleen disfruta en la mayor medida cada minuto de su día. A nivel físico, la mujer de 5 pies y 10 pulgadas ha sufrido diversas consecuenc­ias, incluyendo estar bajo peso.

Se ha acostumbra­do al dolor y a otros efectos producto de la enfermedad y de los tratamient­os.

“Los primeros eran dolores crónicos. Sentía que si me doblaba, mi espalda se iba a romper. Tenía piernas adormecida­s, los brazos, mucho vómito, dolor de cabeza, náusea, malestar en el estómago”. La piel también afectó con el surgimient­o de erupciones parecidas al acné.

“El cáncer hace que retenga mucho líquido. Mi vientre parece de algunos seis meses. Se me refleja en mis piernas, pero últimament­e ya no se estaba reflejando en mis piernas, así que cada tres semanas voy y me hacen una paracentes­is, para que me saquen líquido”, detalló, y con orgullo comparte que “aprendí amarme así. Este proceso me dio un amor propio increíble”.

En junio le notificaro­n el desahucio. Pero luchar sigue siendo su consigna. “No le tengo miedo a la muerte”, confesó con firmeza. “Me declaro una mujer sana, una mujer libre, una mujer que se ama. Hay que vivir la vida”.

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