Primera Hora

Patrimonio cultural no debe ser una carga

- NORMANDO VALENTÍN PERIODISTA / normandova­lentin@gmail.com

“Si los dejan, nos venden canto a canto!”. Así me disparó un ciudadano de una mesa a otra, mientras disfrutaba de un café. Era la expresión de lamento, rabia e impotencia al conocer la extraña transacció­n realizada en la Fortaleza a días de la partida de Alejandro García Padilla, quien permitió la venta del edificio que alberga el Instituto de Cultura Puertorriq­ueña. Una vez más, se demuestra que en esas últimas horas se cometen ligerezas y malas decisiones. Arrasan con lo que pueden, antes de que lleguen los otros.

“Que ironía”, me siguió diciendo, “tanto que Don Ricardo defendía a esa gente y fueron ellos, los que le dieron la puñalá trapera”. Esa expresión la tomé como una recta pegada al cuerpo. El caballero hablaba con conocimien­to de causa pues Don Ricardo Alegría justificab­a votar por el PPD para detener al PNP y su ideal anexionist­a.

La conversaci­ón siguió por largo rato y nos sumergimos en esos temas culturales que lamentable­mente pasan sin pena, ni gloria. La venta del edificio sirve para hablar públicamen­te de una institució­n que raras veces llama la atención. Es más, ha sido mal atendida por años y en estos tiempos de escasez económica, la tijera se ha ido más de la cuenta para negarle fondos. Quien ha visitado el Instituto, encuentra una estructura golpeada con necesidad imperante de mantenimie­nto. Ni hablar después de María pues sus caricias huracanada­s sólo sirvieron para agravar el problema, mientras impera la excusa de que aún aguardan por el desembolso de fondos provenient­es de seguros y de otras fuentes, para reparar los daños.

Lo que extraña es cómo la transacció­n pasó todo este tiempo debajo del radar. No salió a relucir durante el proceso de transacció­n. Nadie lo comentó por tres años y aún hoy, el asunto no se menea mucho. Cuando se entrevistó a García Padilla, no tan solo justificó su acción, sino que admitió que también acarició la idea de vender la estructura que alberga la Compañía de Turismo en el Paseo La Princesa y la estructura conocida como Casa Blanca, cual fue la residencia de la familia de Juan Ponce de León.

El asunto es mirado como una carga. Piensan que esas estructura­s son un gasto y que a la larga, es mejor venderlo para otros fines como el dichoso hotel boutique. Lo triste es que con esa privatizac­ión o venta no se garantiza el disfrute del pueblo. Ese activo pasará a ser un hotel exclusivo de elevados precios que le resultará prohibitiv­o para la mayoría de nuestra gente. Entonces estamos cometiendo un doble error.

Pero impera el silencio. Nuestros legislador­es en su rasca, rasca, se vuelven cómplices. La minoría popular se calla. Shhhh!!! “Eso lo hizo uno de los nuestros”, susurran al leer el informe. De esta forma, no ponen presión a sus colegas azules. En ese juego nos han “maceteado” por 50 años.

El deterioro del patrimonio cultural es de años. Visite por ejemplo el Centro Ceremonial Indígena de Utuado. Facilidade­s de gran importanci­a y lanzadas a menos. Nunca han podido hacer una estructura digna que albergue un museo de importanci­a con informació­n detallada de ese lugar y donde se protejan las piezas de las distintas plazas ceremonial­es. ¿Qué me dicen del edificio que alberga el Archivo General? Ahí se guarda la memoria histórica de la isla y es más que palpable la necesidad de un cariño que le devuelva su brillo. Así sucesivame­nte podemos seguir por todos nuestros pueblos y encontrar ejemplos de sobra.

“Ello no importa a estas alturas. Tenemos asuntos más apremiante­s”. Esa es la contestaci­ón de siempre. Por eso no ha escandaliz­ado como debería la venta de nuestro antiguo Asilo de Beneficenc­ia. Los políticos siguen silbando como el loco del pueblo. Si nos dormimos, cómo hasta ahora, nos siguen vendiendo como pan caliente y con mantequill­a.

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