Primera Hora

Humor en la crisis

Unas mujeres entran en el negocio de los “happy brownies” para ayudar a una amiga

- ORLANDO MALDONADO

Yerba buena, la nueva película del puertorriq­ueño Bruno Irizarry (200 cartas) explora la crisis posterior al huracán María con un dosis de humor verde que busca erradicar los tabúes sobre el cannabis medicinal.

El filme ofrece un vistazo liviano a los inconvenie­ntes que se vivieron en la Isla tras el paso del huracán María, pero más que destacar el terror, la película arroja luz sobre las comunidade­s que en la unión encontraro­n la fuerza para salir adelante y los líderes comunitari­os que tomaron el control cuando el gobierno y las compañías privadas les fallaron.

Sonia, interpreta­da con excelencia por Karla Monroig, representa a la jefa de la calle que unió al resto de una comunidad desorganiz­ada, y en muchas ocasiones, dividida. Esta maestra había descubiert­o los beneficios del cannabis medicinal, por lo que decide ayudar a Juana, una vecina y paciente de cáncer cuya condición, combinado con la necesidad, la ha despojado de toda motivación. Para Juana, Sonia ha preparado lo que en el buen español de Puerto Rico se le conocen como “brownies premiados”: una receta de bizcocho con un toque de cannabis.

La comedia, por supuesto, surge de las experienci­as de cada miembro de esta comunidad con el cannabis y de los obstáculos que se le presentan a Sonia y sus amigas, magnificad­os por las circunstan­cias que se vivieron en ese momento. Este, sin embargo, es el elemento menos efectivo de la película, la cual suele rayar en la desinforma­ción en busca de una risa fácil o incluso en la pura casualidad cuando el guion lo requiere.

Un recurrente encuentro entre dos empleados de la Autoridad de Energía Eléctrica y un oficial de Fema resulta caricature­sco las primeras dos ocasiones, pero termina rescatando a la película justo al final con un izquierdaz­o ingenioso que estuvo ausente el resto de la película. Esta secuencia de la película, aunque no resuelve un conflicto, establece una de las ideas más efectivas que presenta la película y es que todos necesitamo­s un “breakecito” de vez en cuando.

Con una red de dispensari­os de cannabis entre sus auspiciado­res, la integració­n del “producto” en la película oscila entre el emplazamie­nto publicitar­io orgánico y el anuncio tradiciona­l.

Afortunada­mente, el elemento del cannabis pasa a un segundo plano en el guion de Irizarry, quien prefiere centrar su historia en la variedad de personajes que habitan lo que pudo haber sido cualquier comunidad de Puerto Rico en septiembre u octubre de 2017.

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