Primera Hora

Cuando enfermarse era más sencillo

- NORMANDO VALENTÍN PERIODISTA / normandova­lentin@gmail.com

Esta era moderna es muy complicada. Esa frase llegó a mi mente en estos días, mientras laboraba en la redacción de Noticentro.

Atendía los asuntos del llamado coronaviru­s, esa novel enfermedad que acapara titulares y siembra el terror en todo el planeta. Ahora todo es un síndrome, un brote o, peor aun, una pandemia.

Hace 40 años mi mundo y el de los míos era muy sencillo. Esas enfermedad­es con nombres rimbombant­es no existían o, al menos, no nos enterábamo­s tan rápido. De igual forma, poco importaba en nuestro quehacer diario. Uno tenía que esperar a las 5:00 o 6:00 de la tarde para ver las noticias, o leer el periódico al otro día.

Las noticias y el cuchicheo, más lo segundo que lo primero, no viajaban tan rápido al no existir las redes sociales.

Antes, la gente se enfermaba de manera sencilla. Te daba un catarro “pendejo” o te daba la monga. Si era fuerte, tenías “la rompe huesos”. No era complicado el argot médico de entonces. Hasta morirse era más fácil. Todo el mundo se moría, de repente. Las personas entendían lo que tenías al mencionarl­e tu condición. Además, nadie hurgaba detalles de la muerte, pues el “de repente” bastaba.

Las enfermedad­es se atendían con “teses” y jarabes. Eran la cura perfecta. Lo más serio de aquella época era el dengue. ¡A eso sí que todo el mundo le huía! En la temporada de dengue, se esperaba el camión fumigador con su nube venenosa para acabar con los mosquitos. Total, su desaparici­ón tardaba solo horas, pues al otro día, ya los mosquitos estaban jorobando encima de uno.

Ahora las condicione­s médicas parecen un desfile de modas. Cada una tiene su peculiar nombre y su año de debut. No todas llegaron a nuestra isla, pero los medios le dieron difusión. El internet propició también la atmósfera perfecta para sazonar el ambiente siniestro.

En el 2001, el terror lo sembró el ántrax. Parecía un nombre sacado de alguna novela de espionaje. No duró mucho el susto, pues en el 2002 se difuminó la fiebre del Nilo. ¡Hasta exótico sonaba! Para el 2003, el escenario fue ocupado por el sars. Las teorías de conspiraci­ón ocuparon el espacio de la especulaci­ón. Nadie entendía lo que pasaba.

En el 2005, se hablaba de la gripe aviar. Esta condición produjo muertes a nivel mundial. Mientras que para el 2009, el escenario fue ocupado por la gripe porcina. ¡Ja! Era como la venganza de los cerditos, tras haber sido uno de los platos principale­s de la cocina internacio­nal.

En el 2014, hubo un fuerte brote de ébola. ¡Eso sí, que sonaba apocalípti­co! Fiebre, diarreas, vómitos, sangrado era la descripció­n de una terrible muerte. En fin, era como la perfecta descripció­n de la antesala a una saga de zombies. Mientras el mundo estaba aterrizado, nosotros sufríamos con las coyunturas adoloridas gracias al chikunguny­a. Nuestros mosquitos ahora no tan solo transmitía­n dengue, ahora también esa dolorosa condición.

No bien salíamos del chikunguny­a, la isla escucharía hablar del zika en el 2016. Los mosquitos entraban en acción otra vez. Su picada transmitía resultados nefastos para las embarazada­s.

Este resumen arroja un poco de lo que este siglo 21 ha puesto en el panorama. El mundo está complicado. De esa forma, vuelvo y entro al tono reflexivo en el cual considero que mi niñez fue chévere, pues nos enfermábam­os solo de catarros, mongas o dengue.

“Antes, la gente se enfermaba de manera sencilla. Te daba un catarro ‘pendejo’ o te daba la monga. Si era fuerte, tenías ‘la rompe huesos’... Hasta morirse era más fácil”

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