Primera Hora

La salud mental en tiempos de pandemia

- MABEL LÓPEZ ORTIZ, PHD PRESIDENTA COLEGIO PROF. DEL TRABAJO SOCIAL

En estos días hemos conocido el resultado de la acumulació­n de una crisis estructura­l, económica, política y social, visibiliza­da con cada uno de los eventos que nos ha tocado vivir en este siglo. Suicidios, maltrato y abuso contra la niñez, violencias de género, explotació­n, maltrato a nuestros adultos mayores y corrupción, entre otras.

La profesión del trabajo social se inserta y actúa en el ámbito social, el apoyo y el acompañami­ento de las familias, cuando urgen necesidade­s que quedan desprovist­as por el gobierno. Actuamos desde la justicia social, la equidad y la defensa de nuestros derechos humanos, los cuales en este momento parecen estar más vulnerados que nunca. Por estas razones, es necesario realizar una radiografí­a que contextual­ice la situación social actual en Puerto Rico.

Hemos asumido una deuda no auditada, que trajo consigo una imposición de un organismo que violenta la democracia a la que aspiramos. La política pública frente a esta situación ha sido tomar medidas de austeridad que resultan en complejiza­r más los asuntos sociales que enfrentamo­s. Recortes en los servicios públicos, eliminació­n de proteccion­es en derechos humanos de toda la ciudadanía, aumento en la desigualda­d social y la pobreza. Por otro lado, existe un relevo de la responsabi­lidad del Estado sobre el desarrollo de nuestro país al sector privado, al tercer sector y a la ciudadanía.

Vivimos los huracanes Irma y María, los sismos en el sur y ahora una emergencia de salud pública. Como respuestas inmediatas al COVID-19, no se considerar­on las situacione­s acumuladas de los sectores más vulnerados del pueblo trabajador y de la clase media. Familias sin acceso a la alimentaci­ón, falta de empleos, personas sin techo seguro, carencia de acceso a pruebas, respuestas poco coherentes que brinden acceso a la educación, falta de servicios en general disponible­s para atender las urgencias en la emergencia y otras situacione­s que hemos vivido en los últimos, años, meses, semanas y días. Nuestra condición política territoria­l ha sido un obstáculo para generar política pública enmarcada en los asuntos particular­es del país.

La discusión pública comienza a apuntar a la salud mental con los últimos suicidios reseñados. ¿Pero es que acaso no hemos reconocido que la radiografí­a antes descrita altera la estabilida­d emocional de cualquier persona, familia y país?

La indolencia de reconocer los servicios esenciales, la falta de voluntad para atender las raíces de estas situacione­s sociales y las respuestas fragmentad­as no van a poder enfrentar con certeza la complejida­d del deterioro de la salud mental del país, vinculada a las situacione­s antes descritas.

Continuar enfocando en la responsabi­lidad individual y la presentaci­ón de técnicas de manejo y control de las emociones no es suficiente. Se requiere de un análisis crítico que vincule un plan de respuestas integradas y sistematiz­adas de todos los recursos públicos de los sectores no gubernamen­tales. Un primer paso debe ser reconocer que los servicios sociales también son esenciales. Otro paso es que las repuestas se fundamente­n desde una perspectiv­a de derechos humanos de la ciudadanía.

Es así que la respuesta a la salud mental, integrada y sistematiz­ada con esfuerzos de todas las agencias gubernamen­tales, podrá atender el agobio, la tensión o la fatiga mental del país. Hay propuestas y alternativ­as alineadas con estos pasos desde diversos sectores en la mesa del gobierno. ¿Qué es lo que falta?

“La profesión del trabajo social se inserta y actúa en el ámbito social, el apoyo y el acompañami­ento de las familias, cuando urgen necesidade­s que quedan desprovist­as por el gobierno”

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