Primera Hora

Lo que aprendí sobre justicia e igualdad

- ELWOOD CRUZ PERIODISTA / minuevavoz@elwoodcruz­digital.com

Una imagen permanece viva en mi pensamient­o y espíritu. No tengo clara la fecha, pero sí el momento.

Una poderosa luz blanca fue cediendo a imágenes de color y movimiento. De pronto me vi sentado en una mesa junto a otras tres personas que me resultaron muy agradables. Era como haber despertado de un sueño y descubrir un nuevo mundo.

Esas personas eran mi familia quienes eventualme­nte conocería como mi hermano, mi madre y mi padre. Me sentía feliz en su compañía. Esa fue la primera experienci­a de conciencia de vida que atesora mi corazón.

Mi madre era rubia, canita como el sol, cintura “bom bom”, de baja estatura y con unos ojazos que impresiona­ban. Mi padre guapísimo, físicament­e fuerte, con poderosa voz, con un carácter firme que imponía respeto y que ocultaba un corazón blando. Ese hombre era negro. Mi hermano heredó toda su guapura e inteligenc­ia. Yo todo lo de mami, pero sin esos hermosos ojos.

Mi padre y yo solíamos dialogar sobre temas profundos. Desde muy temprana edad fui curioso, algo que en ocasiones me trajo problemas. Crecí en medio de grandes cambios sociales y momentos históricos como los asesinatos de Martín Luther King y Robert Kennedy. Papi me enseñó a respetar sus ideas y a entender que todos, absolutame­nte todos somos iguales.

Aunque nunca lo dijo claramente, mi papá y algunos de su familia vivieron el discrimen por desigualda­d, pobreza y color de piel en la niñez, el ejército e increíblem­ente en su trabajo.

Así fui estudiando y descubrien­do lo que era la esclavitud, la explotació­n del hombre por el hombre, el racismo, los prejuicios y el desprecio por los menos afortunado­s. Supe de los grandes imperios explotador­es, de las cadenas, el látigo, el carimbo. Escuché frases de desprecio como mejorar la raza, negro sucio, negro bemba de trueno, negro bembón, negrito perfila'o, negro apestoso y odio africano entre otras. Frases que no cabían en mi mente y que mi papá negro nunca me enseñó.

Pasados veinte años del siglo 21 veo cómo la historia da vueltas. Tras intensas y múltiples victorias llenas de dolor y sangre veo cómo el racismo resurge con fuerza. Bueno, en realidad siempre estuvo ahí solo que alguien se encargó de despertar el concepto de supremacía blanca.

El racismo existe en todas partes del mundo, pero es más doloroso si ocurre en un país que se jacta en ser ejemplo de libertad, igualdad y el gran sueño americano. Miro con tristeza las imágenes de abuso de poder, las expresione­s de desprecio a otras culturas, la violencia motivada por el coraje y la necesidad de verdadera justicia y el saqueo como excusa.

Siento que hemos vuelto atrás en el tiempo retomando las historias de dolor que me contaba mi papá. Los golpes a palos, la incitación a las armas, las razas supremas y la invitación a “tirar perros feroces” vienen de quien se supone dé ejemplo de justicia y democracia. Si estuviera vivo mi papá estaría furioso.

Una pandemia nos hizo recordar que no tuvimos nada al nacer y que no nos llevaremos nada al morir. No importa el color de tu piel ni el tamaño de tu bolsillo, a la hora de la verdad somos iguales.

No podemos regresar al pasado. La lucha por la igualdad y la justicia es de todos los días y, ante la falta de inteligenc­ia y el prejuicio, el pueblo tiene que hacerse sentir de forma inteligent­e.

Papi, hoy tengo más claro que nunca el mensaje. Las grandes victorias de la justicia surgen desde adentro al igual que las caídas de los imperios y la injusticia.

El abuso de poder encontrará un perro más feroz en el reclamo de igualdad y respeto a la vida.

“Miro con tristeza las imágenes de abuso de poder, las expresione­s de desprecio a otras culturas, la violencia motivada por el coraje y la necesidad de verdadera justicia y el saqueo como excusa”

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