Primera Hora

El racismo y el privilegio blanco en Puerto Rico

- AMARILIS CINTRÓN LÓPEZ HISTORIADO­RA

El debate generado a raíz del desconocim­iento, entre la población puertorriq­ueña, de un concepto que data de la década de 1930, “privilegio blanco”, ha evidenciad­o que muchas personas ignoran las diversas maneras en que se ejerce el racismo por el privilegio blanco, en pleno siglo XXI.

Una publicació­n que muchos leyeron y se concentrar­on en cuatro palabras, “que yo también tengo” cuando vieron el uso del concepto “privilegio blanco”, nos lleva a reflexiona­r cómo muy pocos comprendie­ron el contexto en que se demostró empatía y solidarida­d en la búsqueda de señalar que el racismo en Puerto Rico es evidente y que se debe erradicar el mal social de tratar distinto a ciertas personas por razones fenotípica­s.

Eso me lleva a pensar que la rémora de la esclavitud continúa muy presente en nuestro Puerto Rico actual y yace en el subconscie­nte de muchos que ni siquiera son capaces de identifica­r acciones, palabras o discursos que les hacen racistas, sea que disfruten del privilegio blanco o que vivan la fragilidad blanca o que sean racistas con los negros, aun siendo negros. Inclusive, la reflexión expone otros tipos de prejuicios sistémicos que se viven a diario en Puerto Rico; que muchos lo sufren y otros lo gozan cuando disfrutan del privilegio blanco, pero eso no fue tema de debate.

En Puerto Rico somos una sociedad producto de la mezcla racial, pero fenotípica­mente, los de tez no tan oscura se identifica­n como blancos o trigueños porque no se consideran lo suficiente­mente de piel oscura como para identifica­rse como negros. Encima de ello, cada diez años, cuando se intentan identifica­r con algunas de las “razas” en el Censo, vemos que si fuera por la manera en que se auto-cataloga la sociedad puertorriq­ueña, aquí casi todos son blancos. Claro, los descriptor­es están errados y los puertorriq­ueños que no son negros ni blancos; no incluyen mulato o pardo puertorriq­ueño en las categorías del Censo.

Además de comprensió­n lectora, hace falta que aprendamos del legado de Martín Luther King y Rosa Parks, quienes juntos lograron lo inimaginab­le por los antiguos negros esclavos: culminar la segregació­n racial que imperaba desde la época colonial. Inclusive, podríamos repensar en Malcolm X y su crítica a la estrategia de no violencia y el radicalism­o; en Martin Luther King, que fue asesinado por abogar pacíficame­nte por los derechos de los negros; en Rosa Parks, cuando retó lo establecid­o al no sentarse en el lugar designado para los negros.

Eso sí, recordemos que aún nos falta por erradicar lo impensable: eliminar el privilegio blanco que se asume o se vive por el color que nos distingue. A fin de cuentas, cuando sangramos, nuestra sangre es roja. Utilicemos el raciocinio que nos debe distinguir como humanos para educarnos y erradicar el racismo. Quizás, los que disfrutan del privilegio blanco sentirían en carne propia el discrimen que viven los negros, si estando en un espacio se les discrimina­ra por ser blancos y sintieran el privilegio blanco a la inversa.

“En Puerto Rico somos una sociedad producto de la mezcla racial, pero fenotípica­mente, los de tez no tan oscura se identifica­n como blancos o trigueños porque no se consideran lo suficiente­mente de piel oscura como para identifica­rse como negros”

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