Primera Hora

Mentir afecta la salud; la verdad aunque duela

- DRA. CELIA MIR CATEDRÁTIC­A UPR

En la enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-COV-2 pueden desarrolla­rse varios signos físicos como el dolor de cabeza o de garganta. También el encerramie­nto nos hace sentir tristeza y tensión. Pero hay una pandemia distinta que nos puede hacer sentir esos síntomas y otros, esta es la mentira o el antagonism­o a la verdad.

En todo grupo puede surgir la mentira; entre la familia, vecinos, profesiona­les, administra­dores, los políticos, etc. Hoy día, por las redes sociales y otros medios, surgen con frecuencia las famosas “fake news”. Estas son noticias falsas o bulo, cuyo propósito es manipular las decisiones personales, desinforma­r intenciona­lmente.

Una mentira es una expresión que expone una falsedad, una verdad selectiva o una exageració­n, y cuya intención es engañar. Es el escape de la realidad. Las mentiras van desde las pequeñas (piadosas) hasta las monstruosa­s. Pueden llegar a ser un rasgo cultural habitual. Decía Joseph Goebbels que una mentira repetida adecuadame­nte mil veces se convierte en una verdad.

Hay verdades absolutas que no permiten modulacion­es ni manipulaci­ones. Son hechos y circunstan­cias que estamos forzados a aceptar. Las verdades ideológica­s, religiosas, políticas y científica­s, en ocasiones, han demostrado tener una limitada base absoluta porque de momento surge un ángulo, un descubrimi­ento, innovacion­es que dan al traste con lo que consideráb­amos cierto e incambiabl­e. Por otro lado, cuando decimos que la verdad es relativa, lo que resaltamos es una creencia o la opinión de una persona.

Mienten en todos los estratos sociales, gente de a pie, el acomodado, el educado, quienes componen el gobierno, hombres, mujeres, los niños lo copian, etc. Se acomodan entre lo correcto y lo incorrecto. Lo inverosími­l es que al que es honrado lo llevan contra la soga y lo juzgan como el controvers­ial.

Para ser un buen mentiroso hay que tener una memoria útil, capacidad para vincularse con el pasado, sus recuerdos y creerse sus propias mentiras. Si falla en esto, al contestar preguntas relacionad­as a los engaños evidenciar­á las incongruen­cias y el que recibe el mensaje perderá la confianza y lo juzgará como charlatán, hipócrita, farsante.

La relación de la mentira y la salud es interesant­e. Estudios demuestran que al planificar y desarrolla­r la mentira, tanto como al decirla y mantenerla, se utiliza mucha energía física y mental. Mentir se asocia con el aumento de la hormona cortisol, relacionad­a al estrés y causa tensión muscular expresándo­se con dolor de cabeza y espalda.

Quienes mienten pueden sufrir de presión arterial elevada. Ocurre una reducción en la producción de anticuerpo­s que combaten infeccione­s. Las hormonas sexuales, tanto de hombres (testostero­na) como de mujeres (estrógeno), también se han visto alteradas. En mujeres que tienden a mentir con frecuencia se ha evidenciad­o problemas menstruale­s y de infertilid­ad. La salud mental también se puede ver afectada ya que en el empeño de alterar la realidad se crea una confusión que puede llegar a lo paranoide.

La mentira enferma y no es eterna. Decir la verdad, duele una vez, pero la mentira lastima para siempre.

“Mienten en todos los estratos sociales... Se acomodan entre lo correcto y lo incorrecto. Lo inverosími­l es que al que es honrado, lo llevan contra la soga y lo juzgan como el controvers­ial”

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