Mentir afecta la salud; la verdad aunque duela
En la enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-COV-2 pueden desarrollarse varios signos físicos como el dolor de cabeza o de garganta. También el encerramiento nos hace sentir tristeza y tensión. Pero hay una pandemia distinta que nos puede hacer sentir esos síntomas y otros, esta es la mentira o el antagonismo a la verdad.
En todo grupo puede surgir la mentira; entre la familia, vecinos, profesionales, administradores, los políticos, etc. Hoy día, por las redes sociales y otros medios, surgen con frecuencia las famosas “fake news”. Estas son noticias falsas o bulo, cuyo propósito es manipular las decisiones personales, desinformar intencionalmente.
Una mentira es una expresión que expone una falsedad, una verdad selectiva o una exageración, y cuya intención es engañar. Es el escape de la realidad. Las mentiras van desde las pequeñas (piadosas) hasta las monstruosas. Pueden llegar a ser un rasgo cultural habitual. Decía Joseph Goebbels que una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad.
Hay verdades absolutas que no permiten modulaciones ni manipulaciones. Son hechos y circunstancias que estamos forzados a aceptar. Las verdades ideológicas, religiosas, políticas y científicas, en ocasiones, han demostrado tener una limitada base absoluta porque de momento surge un ángulo, un descubrimiento, innovaciones que dan al traste con lo que considerábamos cierto e incambiable. Por otro lado, cuando decimos que la verdad es relativa, lo que resaltamos es una creencia o la opinión de una persona.
Mienten en todos los estratos sociales, gente de a pie, el acomodado, el educado, quienes componen el gobierno, hombres, mujeres, los niños lo copian, etc. Se acomodan entre lo correcto y lo incorrecto. Lo inverosímil es que al que es honrado lo llevan contra la soga y lo juzgan como el controversial.
Para ser un buen mentiroso hay que tener una memoria útil, capacidad para vincularse con el pasado, sus recuerdos y creerse sus propias mentiras. Si falla en esto, al contestar preguntas relacionadas a los engaños evidenciará las incongruencias y el que recibe el mensaje perderá la confianza y lo juzgará como charlatán, hipócrita, farsante.
La relación de la mentira y la salud es interesante. Estudios demuestran que al planificar y desarrollar la mentira, tanto como al decirla y mantenerla, se utiliza mucha energía física y mental. Mentir se asocia con el aumento de la hormona cortisol, relacionada al estrés y causa tensión muscular expresándose con dolor de cabeza y espalda.
Quienes mienten pueden sufrir de presión arterial elevada. Ocurre una reducción en la producción de anticuerpos que combaten infecciones. Las hormonas sexuales, tanto de hombres (testosterona) como de mujeres (estrógeno), también se han visto alteradas. En mujeres que tienden a mentir con frecuencia se ha evidenciado problemas menstruales y de infertilidad. La salud mental también se puede ver afectada ya que en el empeño de alterar la realidad se crea una confusión que puede llegar a lo paranoide.
La mentira enferma y no es eterna. Decir la verdad, duele una vez, pero la mentira lastima para siempre.
“Mienten en todos los estratos sociales... Se acomodan entre lo correcto y lo incorrecto. Lo inverosímil es que al que es honrado, lo llevan contra la soga y lo juzgan como el controversial”