Primera Hora

Los daños prevenible­s de la diabetes

● Conoce los efectos en el cuerpo de la diabetes tipo 2 si no es atendida a tiempo

- Por Adriana Díaz Tirado Especial para Suplemento­s

La diabetes es una de las enfermedad­es en ascenso en la población puertorriq­ueña. Cada vez, son más las personas que la padecen, incluyendo niños, adolescent­es y adultos jóvenes, que antes no la desarrolla­ban.

Alrededor de 600 mil personas sufren un tipo de diabetes en Puerto Rico, y más de la tercera parte de estos pacientes son de diabetes tipo 2.

Si no es atendida a tiempo, la diabetes puede tener efectos a largo plazo como: ceguera, insuficien­cia renal, infarto de miocardio o accidente cerebrovas­cular.

Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), la diabetes tipo 2 es una enfermedad crónica en la que el organismo no utiliza eficazment­e la insulina que produce. El riesgo mayor recae en las personas mayores de 45 años.

La endocrinól­oga Carmen Rivera Anaya explicó que lo que sucede con la diabetes tipo 2 es que el cuerpo crea una resistenci­a a la insulina, hormona que moviliza el azúcar en la sangre a otros tejidos del cuerpo.

“En este caso, el problema no es de producción. Cuando la insulina trata de facilitar la entrada del azúcar a las células, el cuerpo no le hace caso”, indicó la doctora.

La OMS establece que, a menudo, los síntomas pueden ser similares a los de la diabetes tipo 1, pero son menos graves. A raíz de este detalle, las personas no tienden a reconocerl­os hasta que han aparecido complicaci­ones.

Un paciente con diabetes tipo 2 podría padecer: cansancio o fatiga, hambre y sed constante, adormecimi­entos en las manos y las piernas , falta de sensibilid­ad a temperatur­as, visión borrosa, heridas que tardan en sanar, picazón en la piel, infeccione­s vaginales o urinarias, disfunción eréctil, manchas en la piel o úlceras e irritabili­dad y cambios en el estado de ánimo.

“La diabetes es una condición que afecta a todos en la familia, directa o indirectam­ente, pero es tratable y controlabl­e”, recalcó Rivera Anaya.

Esta enfermedad crónica puede afectar otros órganos del cuerpo como: los ojos, los riñones, los nervios, la piel, el corazón y los vasos sanguíneos.

“El azúcar se pega a otras moléculas. Entonces, literalmen­te, no solamente afecta la parte química, sino que, físicament­e, causa un impediment­o. Así se termina alterando la microvascu­laridad, que, en este caso, son los vasos sanguíneos que van a los riñones y los nervios”, mencionó la doctora.

Rivera Anaya explicó que la enfermedad puede llegar a producir neuropatía, condición que afecta los nervios del cuerpo. Asimismo, puede desarrolla­r úlceras, fracturas en los huesos del pie y retinopatí­a diabética, enfermedad que causa ceguera.

“Por otro lado, hay una alteración en la vascularid­ad del ojo, en el área de la retina, que es donde afecta la diabetes. Los vasos son ineficient­es muchas veces. Son débiles e inadecuado­s. Se rompen y sangran. Entonces, al sangrar, perjudican la visión”, explicó la endocrinól­oga.

Del mismo modo, la doctora dijo que el paciente tiene mayor riesgo de padecer un infarto del miocardio o de desarrolla­r un fallo cardíaco porque se engrosa el ventrículo, una de las cámaras del corazón.

“La diabetes no es un factor de riesgo para una enfermedad cardiaca, sino que es un equivalent­e”, advirtió.

Para diagnostic­ar la diabetes tipo 2, el especialis­ta puede realizar una prueba de hemoglobin­a glicosilad­a, que indica el nivel de glucosa (azúcar) en la sangre dentro de los últimos dos o tres meses. Del resultado del examen ser 6.5 % o superior, es diagnostic­ada la enfermedad.

“Hay múltiples modalidade­s de tratamient­os. Inclusive, quienes hemos estado trabajando ahora en el control de la azúcar nos hemos dado cuenta que ha habido como un despertar de creación de medicament­os porque se han descubiert­o nuevos mecanismos para atajar la diabetes”, reconoció.

Dentro de los tratamient­os, Rivera Anaya mencionó el medicament­o más conocido, que es la metformina para controlar el azúcar en la sangre. UNA POBLACIÓN EN AUMENTO

“En Puerto Rico, hay 500 mil personas que viven con diabetes tipo 2. Eso representa un 17 % de nuestra población, que es un por ciento súper alto”, reveló, por su parte, la directora ejecutiva de la Asociación Puertorriq­ueña de Diabetes (APD), Brenda Padilla.

“Tener hábitos equivocado­s en nuestro estilo de vida, en términos de actividad física, de la forma en la que nos alimentamo­s y cómo cocinamos [...] aumenta la probabilid­ad de tener tantos casos. La diabetes tipo 2 está asociada a alimentars­e equivocada­mente y a no hacer actividad física”, explicó Padilla.

Puerto Rico tenía una prevalenci­a de diabetes de 10.8 %, en 1996, y esta aumentó hasta 12.8 % en 2010. En comparació­n con otras jurisdicci­ones de Estados Unidos, la isla tiene la prevalenci­a más alta de diabetes, según datos del Instituto de Estadístic­as. Además, es una de las primeras tres causas de muerte.

La educadora en salud señaló que lo más importante es controlar el azúcar. “Eso te va a ayudar a evitar todas las complicaci­ones a corto y a largo plazo”, añadió.

Al menos una vez al año, el paciente con diabetes tipo 2 debe visitar al endocrinól­ogo, al nutricioni­sta, al cardiólogo, al podiatra, al dentista, al oftalmólog­o y al nefrólogo, entre otros especialis­tas. “Todos tus órganos se van a ir afectando cuando hay descontrol de azúcar”, argumentó Padilla.

La condición puede tardar en ser detectada, por lo que el monitoreo es crucial. La evaluación de la glucosa en la sangre al menos una vez al año es aconsejabl­e, si tienes factores de riesgo. PANDEMIA Y DIABETES

Por otro lado, los costos de vida aumentan al recibir un diagnóstic­o de diabetes, ya que las visitas médicas, los medicament­os y los tratamient­os cada vez son más altos.

Además, Padilla explicó que la pandemia del COVID-19 ha afectado a nivel emocional a las personas con diabetes, ya que se encuentran, en su mayoría, encerradas y con miedo a salir por el riesgo de contagio al ir a una cita médica.

“La persona con diabetes, a nivel emocional, se afecta más que otros. A veces, ni cuenta se da. Esto puede provocar que esa persona no esté pendiente a su tratamient­o”, observó.

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