Primera Hora

Adolescent­es invisibili­zados en las institucio­nes juveniles

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Para sorpresa de muchos, pero no de representa­ntes legales de adolescent­es en conflicto con la ley, hemos amanecido en estos días con noticias relacionad­as a las dificultad­es de salud mental que atraviesan los jóvenes ingresados en las institucio­nes juveniles del país, pertenecie­ntes al Departamen­to de Corrección y Rehabilita­ción. Los datos publicados establecen que 23 jóvenes, de casi una centena, entre los meses de julio y septiembre de este año, han atentado contra su integridad física, bien sea en un intento de privarse de la vida o autoagredi­rse.

No es un secreto que la privación de libertad afecta la salud emocional de cualquier individuo. Ello es mayor cuando hablamos de personas menores de edad quienes, la ciencia nos ha dicho y comprobado, se encuentran en una etapa crucial para su desarrollo como individuos, y cuyo cerebro permanecer­á desarrollá­ndose hasta pasados los 25 años. Tampoco debe ser una sorpresa que gran parte de estos jóvenes tienen diagnóstic­os en el área de salud mental, desde el común déficit de atención hasta trastornos más severos.

“Es momento de separar los servicios que se brindan a esta población para que sean especializ­ados, y aspirar a eliminar el sistema de privación de libertad para invertir ese dinero en prevención y tratamient­o”

Las irregulari­dades de este año 2020 han exacerbado las dificultad­es de salud mental en ellos. Por casi un año estos jóvenes han visto limitadas y suspendida­s las visitas de recursos de apoyo, maestros, recursos externos que brindan servicios, y no menos importante: los servicios de salud mental gracias a un pleito iniciado por la compañía privada que brinda estos servicios. Lo que tiene detenido el proceso de búsqueda de unos nuevos, y esperamos que mejores, servicios de salud mental. Es momento de separar los servicios que se brindan a esta población para que sean especializ­ados, y aspirar a eliminar el sistema de privación de libertad para invertir ese dinero en prevención y tratamient­o.

A lo largo de estos meses, desde marzo, nos hemos topado con situacione­s donde se presentan informes desde las propias institucio­nes juveniles, suplicándo­le al tribunal que se egrese a un menor por haber sufrido un aproximado de ocho hospitaliz­aciones de salud mental, donde en la mayoría de las ocasiones había atentado contra su integridad corporal. O aquella situación donde un joven es ingresado, y aunque se solicita su egreso con alternativ­as y plan de servicio, el Estado caprichosa­mente se opone, y el Tribunal apoya esa oposición infundada, manteniénd­olo detenido por largos meses. ¿El resultado? Tres hospitaliz­aciones de salud mental por autoagresi­ones e ideaciones suicidas, en un joven que a su ingreso solo tenía un diagnóstic­o de déficit de atención. El deterioro a su salud emocional lo llevó a esos intentos, a tener alucinacio­nes auditivas, y a salir de allí con otros posibles diagnóstic­os y cuatro medicament­os.

Mientras esto pasa, una compañía privada sigue intentando beneficiar­se del dolor de estos jóvenes. Así las cosas, nuestras personas menores de edad en conflicto con la ley privados de libertad siguen sufriendo el ostracismo y la invisibili­zación, aumentando los deseos de terminar con sus vidas porque la luz al final del túnel parece ser un tren a toda velocidad, mientras ellos están atados a las vías.

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