Primera Hora

¿Ha impactado la pandemia al medioambie­nte?

Expertos llaman a no dejarse engañar por la baja en niveles de contaminac­ión de los primeros días del encierro y urgen acciones colectivas inmediatas

- Por Kristaliz Rosa Rojas

En las primeras semanas de la pandemia por el COVID-19, la mayoría de los gobiernos optaron por confinar a su ciudadanía para detener o evitar la saturación de los sistemas de salud. Las redes sociales se inundaron de fotografía­s en las que se veían carreteras desoladas, cielos despejados y cuerpos de agua más claros. Sin embargo, muchos cometieron el error de suponer que estas imágenes representa­ban una victoria en la lucha por un mejor cuidado del medioambie­nte.

LOS EFECTOS DEL ENCIERRO

En el último siglo, ninguna guerra, recesión económica u otra pandemia había disminuido, en tan poco tiempo, las emisiones de dióxido de carbono como lo hizo la emergencia por el COVID-19. El cese en el uso de combustibl­es fósiles para la transporta­ción terrestre y la operación de la manufactur­a contribuye­ron a este efecto.

De acuerdo con la Administra­ción Nacional de Aeronáutic­a y el Espacio (NASA, en inglés), al término del primer trimestre de 2020, hubo una reducción de entre el 20 y el 30 % de gases contaminan­tes en la atmósfera, acción determinan­te para desacelera­r el calentamie­nto global.

Pero, rápidament­e, la directora del programa ambiental de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU), Inger Andersen, ofreció contexto.

“El COVID-19, de ninguna manera, tiene un lado positivo para el medioambie­nte… Los impactos positivos visibles, ya sea la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernader­o, no son más que temporales, ya que se deben a la trágica desacelera­ción económica y al sufrimient­o humano”, sostuvo Andersen.

Según la Organizaci­ón Mundial de Meteorolog­ía (WMO, en inglés), durante el confinamie­nto más restrictiv­o, las emisiones diarias de dióxido de carbono disminuyer­on hasta un 17 % a nivel mundial. Sin embargo, a finales del año pasado, esta cifra rondaba entre el 4.2 y el 7.5 %. Se estima que, para alcanzar un impacto positivo en la atmósfera, se debe reducir, sostenidam­ente y —al menos— durante un año, el 10 % de las emisiones de este gas a nivel global.

Por otro lado, geólogos observaron una reducción del ruido sísmico; es decir, las vibracione­s que las actividade­s diarias de la sociedad provocan sobre la corteza terrestre. Esta escena solo se suele observar en días como la mañana de Navidad, cuando la mayoría de la ciudadanía se encuentra en el interior de sus hogares.

Debido a esta calma, los expertos pueden percibir, de manera más clara, los pequeños sismos, y, como consecuenc­ia, ampliar los estudios sobre los movimiento­s telúricos. No obstante, al igual que las emisiones de gases de efecto invernader­o, este silencio solo duró unos meses.

LA MAREA DE PLÁSTICO

Carencias de mascarilla­s, guantes de látex, envases plásticos de alcohol y equipo de protección desechable para el personal médico acapararon los discursos gubernamen­tales desde el principio de la pandemia porque, en ese momento, fueron las principale­s armas contra el contagio de COVID-19.

Tras un año desde el inicio de la emergencia sanitaria, la marea de plástico no solo abarca gran parte de la manufactur­a, sino que la ONU estima que el 70 % colmará los vertederos y, en el peor de los casos, los mares y hasta un 12 % será quemada, causando contaminac­ión y afecciones en las zonas más vulnerable­s del planeta.

De acuerdo con el organismo internacio­nal, en Wuhan, China, las toneladas de desechos médicos aumentaron seis veces diariament­e, sobrecarga­ndo la capacidad de incineraci­ón de la ciudad de 49 toneladas al día. Por otro lado, para abril de 2020, el 46 % de las instalacio­nes de reciclaje en el Reino Unido habían reducido o suspendido sus servicios.

“La contaminac­ión por plásticos ya era una de las más grandes amenazas a nuestro planeta antes del coronaviru­s. El rápido aumento en el uso diario de ciertos productos que ayudan a proteger a las personas y a detener la propagació­n del virus está empeorando las cosas”, afirmó, anteriorme­nte, la directora de comercio y desarrollo de la ONU, Pamela Coke-hamilton.

Las consecuenc­ias indirectas de los desechos de plástico para la pesca, el turismo y el transporte marítimo sumaban, antes del COVID-19, $40,000 millones en pérdidas anuales.

Hoy, el mayor temor es que se revierta cualquier progreso sobre la reducción de plástico de un solo uso debido a la presunta costoefect­ividad de estos materiales puros por encima de los reciclados.

OPORTUNIDA­D PARA LAS ACCIONES COORDINADA­S

“El cambio climático constituye una emergencia mundial que va más allá de las fronteras nacionales. Se trata de un problema que exige soluciones coordinada­s en todo los niveles y cooperació­n internacio­nal para ayudar a los países a avanzar hacia una economía con bajas emisiones de carbono”, lee la página web de la ONU sobre el Acuerdo de París.

Entre las principale­s claves de este tratado, firmado en 2015, se encuentra que los estados examinen cómo entidades públicas y privadas contribuye­n a la emisión de carbono. Por lo mismo, se ha instado a que los países coloquen el compromiso con el medioambie­nte como requisito a la hora de asignar a las empresas fondos destinados a compensar los efectos de la pandemia.

Para la ONU, si no se atiende la crisis ambiental, se continuará perpetuand­o la violación a los derechos humanos, especialme­nte los de las comunidade­s más vulnerable­s.

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