FUERA LIZ CHENEY POR NO RESPALDAR A TRUMP
WASHINGTON. Los republicanos en la Cámara de Representantes despojaron ayer a la representante Liz Cheney de su puesto como la tercera persona con más poder en ese cuerpo, destituyendo con ello a una detractora del expresidente Donald Trump que rechazó reiteradamente sus falsedades sobre la elección presidencial.
Reunidos a puertas cerradas por más de 20 minutos, los legisladores republicanos usaron una votación a viva voz para sacar a Cheney, un giro discordante para la que había sido una acelerada carrera dentro del partido.
Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney, ha sido la mujer de mayor jerarquía entre los congresistas republicanos y su destitución es nueva evidencia de que cuestionar a Donald Trump puede destruir una carrera.
La víspera, en un indicio audaz de que no daba marcha atrás, Cheney usó el podio en una cámara casi desierta para pronunciar un claro ataque de cuatro minutos a sus adversarios republicanos y defender su posición.
“Seguir callados e ignorar la mentira envalentona al mentiroso”, dijo, y añadió: “No me voy a cruzar de brazos y mirar en silencio mientras otros llevan a nuestro partido por un sendero que abandona el estado de derecho y se suman a la cruzada del expresidente para socavar nuestra democracia”.
Se prevé que la reemplazante de Cheney será la representante Elise Stefanik, de Nueva York, que llegó a la Cámara en el 2015 a los 30 años de edad, entonces la mujer más joven elegida al Congreso. Stefanik tiene un historial de votaciones más moderado que el de Cheney, pero se volvió una enérgica defensora de Trump que ha repetido algunas de sus afirmaciones infundadas sobre fraude electoral.
No estaba claro cuándo se realizaría la votación para reemplazar a Cheney.
Despojar de su cargo a Cheney, de 54 años, es un momento histórico para los republicanos. En los hechos, uno de los dos partidos principales del país impone un requisito de admisión extraordinario a sus altos mandos: fidelidad a Trump o al menos silencio ante la mentira de que perdió su reelección en noviembre debido a fraude.
En estados en todo el país, funcionarios y jueces de ambos partidos no encontraron evidencia para respaldar las afirmaciones de Trump.
Resultaba claro que los días de Cheney en la dirección del partido estaban contados desde que el líder de la minoría republicana, Kevin Mccarthy, y el número 2, Steve Scalise, se sumaron a Trump y otros republicanos en su contra.
Los críticos dijeron que el problema de Cheney no eran sus opiniones sobre Trump, sino su persistencia en expresarlos públicamente, socavando la unidad que ellos quieren que muestren los líderes de cara a las elecciones del año próximo.
El último aumento en las hostilidades se produjo la semana pasada cuando Trump emitió un comunicado que decía: “¡Las elecciones presidenciales fraudulentas de 2020 serán, a partir de este día, conocidas como LA GRAN MENTIRA!”
El martes, Cheney dijo: “Hoy, enfrentamos una amenaza que Estados Unidos nunca antes había visto. Un expresidente que provocó un ataque violento en este Capitolio, en un esfuerzo por robar las elecciones, ha reanudado su agresivo esfuerzo por convencer a los estadounidenses de que las elecciones le fueron robadas. Se arriesga a incitar a más violencia”.
Los enemigos de Trump han estado usando “la gran mentira” para describir su falsa afirmación de que las elecciones estuvieron plagadas de fraudes.