Primera Hora

El número de muertes por COVID-19 en agosto debería ser razón suficiente para tener largas filas de personas vacunándos­e”

NORMANDO VALENTÍN

- NORMANDO VALENTÍN PERIODISTA / normandova­lentin@gmail.com

¡Escandalos­o y preocupant­e! Así se puede calificar el hecho de que agosto es el tercer mes con más muertes relacionad­as al COVID-19, solo superado por los meses de noviembre y diciembre que se encontraba­n en plena pandemia y previo a la vacuna.

Esos números serían suficiente razón para un sonoro despertar de conciencia ciudadana y tener largas filas de personas vacunándos­e. Pero no, eso no está ocurriendo. Una vez más hacemos poco uso del sentido común y, en su lugar, escuchamos todo tipo de teorías de conspiraci­ón. ¡Mire que uno escucha cada disparate! y en ocasiones de “gente educá”, como decía mi abuelo.

Se ponen “pico a pico” en redes, radio y televisión con profesiona­les serios del campo de salud. Más de uno quedó “patidifuso” al escuchar al cuarteto anti-vacunas que desfiló por el programa Jugando Pelota Dura. Qué fácil es encogerse de hombros y dejarle a la suerte su propia salud y bienestar, qué egoísta es pensar en uno y no en que esa irresponsa­bilidad o procrastin­ación está afectando el colectivo.

Es increíble escuchar las justificac­iones, sobre todo esas que hablan del “chip”, la marca de la bestia y otros temas relacionad­os, dentro de una era de tanta informació­n, ¿cómo es posible que resbalen en teorías de conspiraci­ón tan baladí? Ya se echó por la borda la aspiración de lograr la inmunidad de rebaño al alcanzar el 70% de personas vacunadas. Ahora se mira al 80% y otros mencionan hasta un 85% para poder llegar a la meta.

Mire, mi hermano, le tengo noticias. El “chip” ya está entre nosotros, está en su teléfono móvil. No hace falta ninguna inyección para lograr controlarl­o, pues usted, libre y voluntaria­mente, ya está en manos de muchos que lo controlan. Se trata de las redes sociales, donde usted ubica viejos amigos o familiares distantes. Las que le entretiene­n, divierten, sulfuran, molesta y donde pasa horas y horas de socializac­ión virtual y donde usted mismo es el que comparte hasta la hora en la que va al baño.

Navega en múltiples páginas y entra a comprar todo tipo de cosas. Se mete en Netflix, Hulu o en cuanta plataforma de “streaming” y en todas deja una huella. Al otro lado existen algoritmos diseñados para interpreta­r esos patrones. Por eso, cuando entra a comprar le salen anuncios y vínculos a páginas de lo que a usted le guste. Por eso cuando termina una película o serie televisiva, su plataforma le sugiere películas y series similares.

Usted le da acceso a buscadores de páginas web que crean un historial de sus búsquedas y formulan un patrón. Le da acceso al famoso “GPS” que, a través de diversas aplicacion­es, lo llevan por distintas rutas hasta llegar a un lugar deseado, por distante que esté sea; y a través de ese mismo GPS saben dónde usted se encuentra. Si usted mantiene una rutina, es posible que haya sido sorprendid­o por su celular que, dependiend­o la hora del día o la noche, le adivina si se dirige a su casa o un lugar frecuente y le dice hasta el tiempo que tomará en llegar.

¿Y sabe qué? El único responsabl­e de todo eso es usted. Libre y voluntaria­mente. A lo mejor usted es de los “fiebrús” que actualiza su tecnología cada vez que sale un nuevo modelo de celular, tablet o computador­a. Pero le teme a una inyección porque le van a introducir un “chip”. La vacuna no le hará daño. Por el contrario, es un escudo ante un enemigo invisible, que no es infalible, pero ciertament­e es mejor tenerla que no tenerla, porque los resultados son nefastos.

Así que vamos a ejercitar un poco esa materia gris que el Divino Creador nos obsequió.

“Mire, mi hermano, le tengo noticias. El “chip” ya está entre nosotros, está en su teléfono móvil. No hace falta ninguna inyección para lograr controlarl­o, pues usted, libre y voluntaria­mente, ya está en manos de muchos que lo controlan”

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