¡Gracias, Neyda!
Para mi sorpresa, alguna gente no sabe que miles de estudiantes, principalmente de escuela pública, se transportan diariamente a sus escuelas gracias al servicio de transportación escolar. Algunos porque sus padres no tienen los recursos para tener un automóvil, otros debido a que el único auto de la casa lo usa uno de los padres para trabajar. En fin, es un servicio extremadamente necesario para los estudiantes, sobretodo para los que viven en sectores rurales.
Mis hermanos y yo fuimos parte de ese grupo de niños y niñas que llegaban diariamente a la escuela en guagua. Queríamos y respetamos a los choferes de la misma forma que lo hacíamos con nuestros maestros y maestras. Todavía recuerdo el nombre, se llamaba Magui. A él le estoy agradecida por su servicio, de la misma forma que a todos los que fueron parte de mi formación en las escuelas públicas de mi pueblo, Cidra. Me consta que dieron el máximo por educarme, a pesar de las limitaciones de recursos.
Por eso me emociona tanto conocer historias como la de la maestra Neyda Elis Figueroa Rivera, del pueblo de Orocovis. Esta campeona, es maestra de inglés de cuarto a octavo grado en la escuela Segunda Unidad Matrullas, pero una vez termina la jornada educativa, a las 3:00 p.m., se monta en una guagua escolar para llevar a un grupo de estudiantes a sus hogares. Aprendió a guiar guaguas escolares por casualidad, ayudando a un familiar a mover vehículos en su taller.
Cuando la comprometida maestra escuchó que la ruta que llevaba a los estudiantes a la escuela en Matrullas se había quedado sin chofer, de inmediato
“Mientras algunos buscan faltas y excusas para cada vez hacer menos, hay otros como Neyda con su mano arriba haciéndose disponible para ayudar donde haga falta”
se hizo disponible para llenar la vacante, una posición que, definitivamente, era de muy difícil reclutamiento.
“Yo no dejo un nene solo. Yo primero soy maestra y me preocupo por su seguridad, mejor me los llevo para mi casa”, expresó Neyda en entrevista con este diario, dejando claro lo fuerte que es su compromiso.
Cuando nos encontramos con estas historias llenas de amor y ganas de servir a los demás, es imposible no entusiasmarnos. Mientras algunos buscan faltas y excusas para cada vez hacer menos, hay otros como Neyda con su mano arriba haciéndose disponible para ayudar donde haga falta. Como ella hay muchos otros, en las escuelas y comunidades, metiendo mano y poniendo su tiempo y conocimientos al servicio de los demás. Lo hacen con alegría, sin importar lo difícil de las circunstancias.
La ruta que recorre Neyda en su guagua es una muy difícil por lo angostas y empinadas que son las carreteras, más esto no es un disuasivo para dejar de hacer su trabajo. Por el contrario, la gente comprometida se motiva con los retos que sus trabajos les presentan y emplean toda su creatividad para superarlos.
Mi respeto para Neyda y para los miles que, como ella, dan la milla extra. Sin ellos, todo sería más difícil. Ya ella tiene en agenda convertirse en chofer de camiones y, conociendo su ímpetu y determinación, no tardará mucho en lograrlo.