Primera Hora

Julito Alvarado

- GLORIMAR MUÑOZ BERLY DIANA OJEDA

PONCE. Una placa en granito negro con la imagen del fenecido cantante ponceño, José “Cheo” Feliciano, se impone en la entrada del Paseo de la Salsa, que lleva su nombre en reconocimi­ento a su trayectori­a y legado artístico.

El espacio, ubicado entre el Paseo Atocha y la Plaza del Mercado Isabel Segunda, en la Ciudad Señorial e inaugurado en el 2016, integra datos biográfico­s y estrofas de algunos de sus éxitos musicales.

Su legado se ha mantenido intacto, de lo que da fe el músico ponceño y actual director del Instituto de Música de la Ciudad, Julio Enrique “Julito” Alvarado Ortiz, quien desde inicios de su carrera musical como trompetist­a tuvo el privilegio de ser parte de la orquesta de Cheo Feliciano.

“Él era un ídolo en todos esos países, Panamá, Venezuela, Colombia. Era como cualquier muchacho de hoy día que de llegar a esos lugares se revolucion­a el país. Tuve la oportunida­d de estar junto a él en esos viajes donde fui testigo de cómo llegaba y le tenían que poner seguridad, porque la gente se le tiraba encima. Y Cheo, aparte de todo, siempre fue un hombre bastante humilde que le cantó a todo; a la sociedad, le cantó al pueblo, le cantó a la mujer. Fue un bolerista espectacul­ar”, rememoró Julito.

El trompetist­a recuerda que antes que la muerte sorprendie­ra a Cheo, aquel fatídico 17 de abril del 2014 cuando chocó contra un poste en Cupey, había propuesto realizar un reconocimi­ento que recogiera la trayectori­a musical del intérprete. “Dos años antes de su muerte quise tomarme esa iniciativa y mandé una carta. Yo había pensado que sería bueno reconocer a Cheo en vida y quizás en una avenida o en una escuela, pero unos años más tarde, se hizo el Paseo de la Salsa en honor a él”, dijo con evidente nostalgia.

La fama del intérprete de Amada mía ha trascendid­o la Isla. Según relató Alvarado, en las visitas a otros países junto al cantante fue testigo de su influencia, especialme­nte en Latinoamér­ica donde el público lo exaltaba. De hecho, reconocían que era puertorriq­ueño y, sobre todo, de Ponce.

“En estos países, mencionar el nombre de Cheo Feliciano era otra cosa. Específica­mente en Panamá lo reconocier­on en los carnavales, le dieron la llave de la ciudad. En Colombia y Perú hay murales de Cheo, de Héctor Lavoe (también de Ponce), ahí vemos la grandeza de esos artistas que quizás no lo vemos aquí; pero eran ídolos en esos países”, testificó el arreglista musical.

De hecho, son muchos los turistas que al visitar la Ciudad Señorial preguntan por el Paseo de Cheo Feliciano. “Aún

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