En el alambre
Desde el 17 de agosto, el Govern vive en el alambre. La orden de pasar a la acción debió partir de Waterloo. Aquel 17 de agosto se recordará con vergüenza mucho tiempo: víctimas y familiares de las víctimas de los atentados islamistas en Barcelona y Cambrils de 2017 fueron insultados por descerebrados que a la vez vitorearon a su musa, Laura Borràs. Cuando se suspendió a Borràs como presidenta del Parlament, en la performance que la presidenta de Junts organizó se escuchó cómo los que tanto la jalean llamaron «mora de mierda» a una diputada musulmana de ERC. El 11 de septiembre, el brazo de agitación callejera de los que viven en países que no existen y que satisface a Waterloo, la ANC, organizó la manifestación de la Diada, esta vez en contra de los partidos, para no decir claramente en contra de ERC. Los republicanos lo vieron y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y otros altos cargos del partido no fueron. Pero lo más fuerte estaba por venir. En el Debate de Política General, los que obedecen al ‘militante de base’ de Waterloo pidieron que el president presentara una cuestión de confianza, que es lo mismo que decir «ya te puedes ir si no me das lo mío». Aragonès cesó al día siguiente a su vicepresidente, de Junts. Pocas horas después, en los actos del quinto aniversario del 1-O organizados por Waterloo se volvió a insultar a ERC. Y ahora estamos en si los de Junts salen del Govern o se quedan. La voluntad de Waterloo es clara: si no manda el Consell per la República, es decir, Puigdemont, que salgan. Pues va a ser que no, que no va a mandar, vaya. ●