Año Nuevo, izquierda vieja
Desvelado el secreto del vestido de la Pedroche, toca poner en práctica la lista de propósitos para el Año Nuevo. Adelgazar, dejar de fumar, apuntarse al gimnasio, leer más… Los objetivos son parecidos año tras año, sobre todo porque se suelen cumplir como mucho hasta marzo. Y es que mantener una promesa siempre es difícil. Que se lo digan a Sánchez y sus colegas independentistas a los que les llueven alcaldías y amnistías.
Con tanta falta de palabra, se hace difícil imaginar una lista de propósitos de la izquierda
que nos gobierna, así que voy a hacerla yo, por si cuela. Solo es uno, bien senci- llo: que la izquierda sea iz- quierda. En los últimos años, el PSOE ha conseguido colar el discurso de que para ser progresista de tomo y lomo hay que abrazar a partidos co- mo Bildu o Junts.
Al parecer, la bandera de Es- paña huele a cerrado, pero la de las autonomías que sueñan con el separatismo tiene historia ali- ñada con progresismo. Entiendo que lo vean así sus políti- cos interesados en pactar que saben que el poder tiene un precio. Lo que me cuadra me- nos es que sus votantes no lo critiquen y hasta lo defiendan.
Igual es porque ser de iz- quierdas ya no tiene nada que ver con la identidad de clase. Podemos y la estela de Sumar se han encargado de conver- tirlo en un conflicto pijo en el que la identidad la definen cosas como el uso del lengua- je inclusivo. Entre eso y el fe- minismo cosmético, la ideología socialista ha terminado cubierta por una moral bue- nista que a mí me recuerda a la catequesis del colegio.
A la Iglesia siempre le ha encantado decidir lo que es- tá bien, lo que está mal y quién merecía llevar una le- tra escarlata. La progresía contemporánea se comporta igual cuando persigue en re
des con las antorchas a cual- quiera que se salga de sus es- quemas de lo que consideran moralmente aceptable lla- mándole facha. Eso sí, entre cancelación y cancelación, tuitean que viva la libertad de expresión y que la prioridad es la salud mental.
Que la gente se haya creí- do todo este cuento rojo tam- bién tiene algo que ver con la Iglesia. El mundo ha pasado de ir a misa a la Apple Store, con la consecuente trasloca- ción de valores del capitalis- mo. No digo que la otra igle- sia fuera mejor (más barata sí que era, que en la otra el pá- rroco se llama Dinero), pero al menos sabías que ibas a
que te soltaran un sermón. Normal que la ultraderecha luego arrase con sus propósitos de año nuevo disfrazados de libertad. Un momento, que me había olvidado de que decir esto también es de facha...
He leído un estudio que dice que solo el 8% de los que hacen propósitos de año nuevo consiguen llevarlos a buen puerto. Yo renuncio a los míos para que ese porcentaje vaya a favor nuestros políticos. Y me da igual que sean de un lado o del otro, lo importante es que sean consecuentes con su ideología. A ver si así no solo es nuevo el año, sino también la política. ●