20 Minutos Barcelona

Mario Garcés

Todo al doble

- Mario Garcés es ex secretario de Estado de Asuntos Sociales e Igualdad Por Espido Freire Escritora

Reconozco que padez- co una sombría e in- discreta curiosidad por la familia real bri- tánica, convertida de una década a esta par- te en pasto de fisgoneos y habli- llas. El Imperio británico con- vertido en el imperio de los sentidos, tabloide va, tabloide viene. En España sucede y suce- derá lo mismo porque en asun- tos de Casa Real somos como la pérfida Albión pero con cin- co años de retraso. Al tiempo. De hecho, tuve la ocasión de co- nocer personalme­nte a Isabel II de Inglaterra un día anubarra- do en Ascot, que, para muchos mortales, es algo parecido a co- nocer a una divinidad en vida. Para la ocasión me había com- prado un chaqué de segunda mano en Sevilla por el módico

Churchill o Bin Laden son personajes que podrían haber tenido copias de ellos mismos

Ahora, el ‘otro’ de cada uno de nosotros vive en el mundo de lo deseable y lo imposible

precio de 80 euros. Fue acciden- tal, porque mientras buscaba el baño me di de bruces contra Su Majestad, rodeada por un séqui- to de guardaespa­ldas ataviados como 007 a punto de desenfun- dar la pistola. Algo le debió lla- mar la atención en mí o, pro- bablemente, me confundió con otra persona, porque entabló una breve y diplomátic­a conver- sación conmigo. Afortunada- mente no se percató de que la cremallera del pantalón estaba descorrida porque el sastre sevillano no había reparado en arreglar el desaguisad­o del primer usuario de la prenda. En aquel momento pensé que yo debía tener un doble y no es Ricardo Darín.

Porque Inglaterra ha sido y es un país de dobles espías y de guerras de Dos Rosas. Todo al doble. El mismo Churchill tenía su doble, Alfred T. Chenhalls, un contable bajito, corpulento, y amante de fumar puros, quien fue asesinado por los alemanes cuando el avión comercial en el que viajaba desde Lisboa fue derribado por la aviación nazi. Para los amantes de la historia y del cine, en aquel avión también viajaba Leslie Howard, el coprotagon­ista de Lo que el viento se llevó, que tenía un asombroso parecido con el guardaespa­ldas de Churchill.

Más recienteme­nte ha habido ejemplos sanguinari­os y cómicos a la vez. Desde Bin Laden hasta Saddam Hussein, del que se decía que usó innumerabl­es dobles en vida, y que habría fallecido de un cáncer en 1999, siete años antes de su supuesta ejecución. John Simpson, correspons­al de la BBC, se convirtió en un especialis­ta en descubrir los dobles de Saddam Hussein: «La apariencia general de la cara es, en cierto modo, sutilmente diferente. Los ojos duros, de color obsidiana, son menos penetrante­s. Las líneas del rostro, un poco más indulgente­s». Pues eso, Saddam Hussein convertido en una simbiosis entre Yolanda Berrocal y Cher.

Pero, hablando de dobles, piensen en ustedes mismos. En sus avatares, en sus fotografía­s con filtros, en el delirio de imágenes en redes en busca del equilibrio psicológic­o perdido. Somos incapaces de examinarno­s a nosotros mismos, probableme­nte, porque no pasaríamos el más elemental examen de pudicia y vergüenza. Ustedes tienen un otro que vive allí, en el mundo de lo deseable, que, en el siglo de la estupidez, es el mundo de lo imposible. ●

No podía saberlo entonces, pero mi infancia se diferenció de manera drástica de la que solo 10 años antes habían vivido otros niños por la abundancia de papel: papel para manualidad­es de todo tipo (charol, pinocho, seda), cartulina para ejercicios, cuadernos para cada asignatura y libretitas muy lindas sin más función que la estética. Pensaba, porque se conservaba­n los dibujos y los trabajos manuales más destacados de los cursos anteriores, que aquello siempre había sido así, aunque observaba, con cierto recelo, cómo las generacion­es posteriore­s eran enterradas en caprichos aún más deseables, en la infinita promesa que las papelerías, cuevas de Alí Babá de material de escritorio, ofrecían.

Algo parecido me ocurrió con la ropa cuando llegué a la adolescenc­ia: el prêt-à-porter inicial dejó espacio a la ropa de bajo, bajísimo precio, a los zapatos imposibles, a la moda vertiginos­a. De pronto éramos ricos, estrenábam­os ropa cada semana, comprábamo­s a diario. Fue a través de la historia de la moda como recordé que la literatura se encontraba plagada de princesas que hilaban y reinas que tejían mortajas, de trajes del emperador alimentado­s por la vanidad.

Llego ahora a un tiempo en el que vivo rodeada de papel y prendas, y me encuentro con que, como medida para reducir los residuos del sector textil, la UE pretende que reciclemos y reutilicem­os la ropa, como nos hemos acostumbra­do ya a hacer con el papel. La tijera que convertía los vaqueros en pantalones cortos, y luego estos en paños de limpieza no llega más allá de esos harapos: las prendas donadas que se nos aseguraba que otros países reutilizab­an se convertían, en realidad, en desechos que esos mismos lugares recibían a cambio de una tasa para acumular más y más basura.

Y ahora, tras años de creernos ricos, nos toca sabernos de nuevo pobres. ●

–La procesión va por dentro. –Son gases. –Ya decía yo que sonaban demasiadas cornetas para lo poco que olía a incienso. @chemapizca

–¿Es usted experto en bonsáis? –Bueno... He hecho mis pinitos. @ClintPitic­lint

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