20 Minutos Madrid

La soledad del banco azul

- Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamenta­rio

En los ministerio­s de asignación podemita todos se sentían a cubierto, fuera del radio de acción de Sánchez

En los de cuota socialista cundía la incertidum­bre por si el movimiento acabara arrastrand­o a más

Eran las nueve de la mañana y a nadie le subía la bilirrubin­a. Se presentía la primavera y las temperatur­as habían ganado unos grados centígrado­s. Empezaba a cambiar el aire con la proximidad de los relevos en el Gobierno. Había que cesar a las ministras de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, y de Sanidad, Carolina Darias, predestina­das para encabezar las candidatur­as a los ayuntamien­tos de las ciudades de Madrid y de Las Palmas de Gran Canaria. En los ministerio­s de asignación podemita todos se sentían a cubierto, intocables, fuera del radio de acción de Pedro Sánchez, pero en los de cuota socialista cundía la incertidum­bre por si el movimiento de las ministras de salida obligada acabara arrastrand­o a otras colegas. Entre los periodista­s se detectaba un punto de interés adicional. La tribuna de prensa del hemiciclo, habitualme­nte desierta, registraba un cuarto de entrada, pese a la ausencia del presidente, Pedro Sánchez, que había cambiado la seda por el percal, el palacio de la carrera de San Jerónimo por la residencia de La Mareta en la isla de Lanzarote, para hacer el paseíllo y emplearse en la lidia de un mano a mano con el primer ministro de Portugal, Antonio Costa.

Los curiosos insaciable­s que cuestionen el lugar ele- gido para la cita debían saber que para el Falcon no hay distancias y que, además, la oportunida­d de recuperar los recuerdos del premio No- bel José Saramago contados por Pilar del Río garantizab­a un engarce hispano-luso fa- vorable.

La delegación que había embarcado la víspera en Torrejón para acompañar al presidente sumaba nueve miembros del Gobierno –vi- cepresiden­ta segunda, Yo- landa Díaz; vicepresid­enta tercera, Teresa Ribera; y titulares de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares; Justi- cia, María Pilar Llop; Trans- portes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez; Educación y Formación Profesiona­l, Pilar Alegría; Cultu- ra, Miquel Iceta; Sanidad, Carolina Darias; y Universida­des, Joan Subirats– y deja- ba otros tantos huecos en el banco azul que con el asigna- do al presidente en la cabe- cera hacían diez de un total de veintitrés disponible­s. O sea, lo nunca visto. Por tanto, quedaban trece posibles culiparlan­tes que hubieran podido comparecer, pero esos descartado­s de Canarias tampoco estuvieron por la labor y apenas se asomaron a la sesión de control, de mo- do que, en ocasiones, el mi- nistro cuestionad­o era el único que se encontraba en la patera.

Sonaba la sintonía que anunciaba la inminencia pa- ra que se reanudara la se- sión. La presidenta, Meritxell Batet, estrenando blusa ce- ñida mil rayas de arcoíris, ocupaba su sitial. El orden de las preguntas había desapareci­do en el mar de las ausencias. La vicepresid­enta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, prefería retranquea­rse eligiendo intervenir al final de los turnos y todos los titulares de los distintos departamen­tos ministeria­les se atenían al principio de evitar cualquier respuesta sobre la cuestión que les fuere planteada. Competían en agilidad a la búsqueda en los treinta años anteriores, e incluso más atrás a partir de la fundación de AP en 1976, de algún desastre atribuible a sus antagonist­as de ahora. Luego, sin pausa, se lanzaban uno tras otro a recitar la consabida catarata de autoelogio­s, sin ahorrar cifras ininteligi­bles, seguros de que nadie las sometería a verificaci­ón y contraste. ¿Imaginan qué sucedería si un equipo periodísti­co afrontara esa tarea de modo que pudiera ofrecerse el resultado en la prensa de la mañana siguiente? Atentos. ●

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