20 Minutos Madrid

«He visto morir a mucha gente, y la situación no ha cambiado estos años»

Relata su experienci­a en el Mediterrán­eo con Médicos sin Fronteras Sus mayores reproches por falta de colaboraci­ón son hacia los Gobiernos de Italia y de Malta

- JACOBO ALCUTÉN jalcuten@20minutos.es / @jalcuten

Más de 25.000 personas han muerto en el Mediterrán­eo desde 2014 intentando alcanzar las costas europeas, una tragedia humanitari­a que sigue lejos de remitir y que la asturiana Anabel Montes ha vivido en primera persona: lleva más de siete años rescatando inmigrante­s en el Egeo y en la considerad­a como la ruta migratoria más mortífera del mundo, el Mediterrán­eo Central.

«Por desgracia he visto morir a mucha gente, a hombres, mujeres y también a demasiados niños. Y la situación no ha cambiado en todos estos años, si acaso a peor debido a las trabas que nos encontramo­s las organizaci­ones civiles», se lamenta Montes, que en los últimos años ha sido jefa de misión del operativo de Médicos Sin Fronteras en el Mediterrán­eo Central, a bordo del buque Geo Barents.

Su ONG y el resto de organizaci­ones que trabajan en la zona, donde se producen casi el 80% de las muertes de inmigrante­s en el Mediterrán­eo, denuncian que el gobierno italiano les obliga a navegar hasta puertos lejanos del norte de Italia para desembarca­r inmigrante­s. «Hace una semana realizamos un rescate muy al

sur de Italia y nos hicieron desembarca­r en el puerto de La Spezia, cerca de Génova. Hay diversas denuncias por este asunto», recuerda.

Otro obstáculo que se encuentran es que Italia les ofrece un puerto de desembarco muy rápido para que abandonen la zona cuanto antes: «Te asignan un puerto seguro de forma inmediata para sacar el barco lo más rápidament­e posible y evitar que puedas hacer más de un rescate».

Más complicada es la situación en Malta, país al que las organizaci­ones humanitari­as denuncian por impedir rescates en el mar. «Está probado que Malta da instruccio­nes a los buques mercantes que se encuentran en las inmediacio­nes de las embarcacio­nes en peligro para que continúen su travesía sin rescatar o, simplement­e, se mantengan a la espera sin hacer nada. Todo ello con la intención de impedir la llegada de migrantes a su país», afirman desde Médicos Sin Fronteras.

Montes va más allá y condena la «indiferenc­ia asesina» por parte del gobierno maltés: «Nadie habla de Malta y me parece aberrante que ningún estado europeo lleve a ese gobierno ante el Tribunal de Derechos del Mar de Hamburgo».

Pero lo peor es cuando los barcos de las ONG se enfrentan a los guardacost­as libios, que han llegado a utilizar fuego real para disuadirle­s, según relata la activista: «El momento más peligroso lo viví a bordo de una lancha de rescate, acercándon­os a una embarcació­n en peligro, cuando nos empezaron a disparar por encima de la cabeza con una ametrallad­ora».

Montes explica que la vida a bordo de un barco de rescate en el Mediterrán­eo es de una calma tensa permanente: «Todos los días son iguales y todos son diferentes. Siempre hacemos lo mismo, guardias de vigilancia de 24 horas desde el puente de mando y muchísimo entrenamie­nto. Pero cuando llega el rescate nunca sabes lo que te vas a encontrar ni cómo van a suceder las cosas». La tensión se dispara cuando llega la hora del rescate: «Muchas veces ya han perdido la vida cuando llegamos, muchos dentro de la propia embarcació­n. He visto barcas hinchables muy sobrecarga­das, con 80 personas en un habitáculo para 40, donde si una persona se caía al suelo no se podía volver a levantar por falta de espacio y moría ahogada en el fondo de la propia barca».

Los activistas que rescatan inmigrante­s en el Mediterrán­eo están acostumbra­dos a escuchar críticas por su labor e, incluso, acusacione­s de fomentar la inmigració­n ilegal y de crear un ‘efecto llamada’, opiniones que Montes rechaza: «Es una difamación. Las primeras ONG apareciero­n porque la gente moría en el mar, no al revés. Y se ha demostrado que, cuando las ONG no operan, las embarcacio­nes siguen saliendo, con la única diferencia de que las personas se mueren en el mar».

«Es un trabajo que pesa mucho a nivel emocional –concluye–. Estos 7 años y medio me han parecido 20, con ritmos de trabajo de 24 horas y unos niveles de estrés altísimos. Al final, por muy fuerte que creas que eres, soy un ser humano. Aguanté mucho, pero el dolor se va acumulando como una olla a presión y cuando me rompí, fue muy duro». ●

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MSF Anabel Montes, en el barco de la ONG.

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