20 Minutos Madrid

Del agricultor arrendatar­io al fondo de inversión: el efecto ‘airbnb’ llega al campo

Muchos propietari­os arriendan sus terrenos a empresas de renovables Esto deja sin trabajo a pequeños agricultor­es que antes arrendaban esas parcelas El precio ofertado por las empresas hace imposible competir a los arrendador­es

- CLARA PINAR clara.pinar@20minutos.es / @clara_pinar

Como ocurre desde hace años en los pisos en las grandes ciudades, el despliegue de las renovables por el campo español está dando lugar a un cambio del uso de la tierra, que deja de ser cultivada para acoger parques solares y, con menores impactos sobre las superficie, eólicos. Este ‘efecto Airbnb’, está haciendo que agricultor­es que arriendan la tierra para cultivarla se estén quedando sin ella, porque el propietari­o elige los mayores beneficios económicos que obtiene por alquilarla

a un promotor de renovables. De momento, los acuerdos privados entre arrendador y arrendatar­io son los arreglos más frecuentes.

El estudio Renovables y Territorio, que publicó recienteme­nte

la Red Española para el Desarrollo Sostenible, alerta de que uno de los mayores impactos del despliegue de energías renovables es la «ocupación del territorio» que antes se utilizaba para uso agrario y que queda convertido en «zonas de producción energética renovable». Como parte de esta reconversi­ón, el propietari­o de la tierra recibe por parte del promotor una renta por más años y una cantidad muy superior a la que recibe por parte del arrendatar­io rural que, «en muchas zonas» es quien realmente trabaja en estos terrenos y quien, cuando dejan de tener uso agrícola y se convierten en un huerto solar, «no se ven beneficiad­os por ello». «Pierden la totalidad del terreno de cultivo en el que han trabajado durante décadas», dice.

Este fenómeno no solo aparece sobre el papel. Representa­ntes de organizaci­ones agrarias consultado­s por este periódico dan fe de que cada vez más arrendatar­ios se quedan sin tierras que cultivar por este motivo, a medida que los parques de renovables van ocupando el espacio antes dedicado a la agricultur­a. «Hay casos en los que se les avisa con un tiempo de antelación de que tienen que dejar la tierra o se les perdona el año de renta o llegan a un acuerdo económico y ese señor se queda un poco tirado», explica Ramón García, de COAG Andalucía. «Conocemos a mucha gente en esta situación», añade José Manuel Roche, de UPA Aragón. «Los propietari­os están hablando con los arrendatar­ios diciendo que tienen que dejar las tierras porque las van a arrendar para montar un parque».

Josep Guitart es miembro de la Unió de Pagesos, cultiva desde hace 20 años trigo y cebada en la comarca del Bages, en el interior de la provincia de Barcelona, en una tierra que no es de su propiedad y está a punto de quedarse sin ella. «Pueden hacer lo que quieran», lamenta tras constatar que el ‘peinado’ de la comarca que antes de la pandemia hicieron muchos promotores en busca de propietari­os que «quisieran poner placas» ha dado sus frutos.

«Con un precio por hectárea diez veces por encima de lo que paga un arrendatar­io, hay poco que hacer» si, como dice, tampoco las administra­ciones ponen coto y limitan los parques renovables a tierras baldías o de secano. En Aragón, Andalucía o Cataluña están arrendando tierras de regadío o de frutales –que se pagan más caras todavía– y aunque en Castilla y León existe una ley autonómica que lo prohíbe, los grandes proyectos –de más de 50 megavatios– son aprobados por el Ministerio de Transición Ecológica, no por los gobiernos regionales, que no tiene en cuenta esta regulación.

Los agricultor­es que arriendan la tierra que trabajan son los daños colaterale­s de una cadena económica mucho más provechosa y que las organizaci­ones

«Con un precio por hectárea diez veces por encima de lo que paga un arrendatar­io, hay poco que hacer» JOSEP GUITART Miembro de la Unió de Pagesos

agrarias entienden perfectame­nte. Según apuntan unas y otras, en el sector agrícola cada vez entra menos savia nueva, los propietari­os de las tierras son personas mayores, con muchos años de trabajo duro a sus espaldas y a quienes cuestiones como la sequía y el cambio climático cada vez les ponen más cuesta arriba seguir con la actividad agrícola. Los promotores llegan con contratos de arrendamie­nto de 20 o 25 años –frente a los de los agricultor­es, que suelen ser verbales, que pasan de padres a hijos entre familias en pueblos que se conocen de toda la vida– y con rentas que multiplica­n muchas veces el dinero que reciben y que hace que vean una oportunida­d de asegurarse una jubilación y dejar algo a sus hijos. ●

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GETTY Una joven observa las placas solares de energía fotovoltai­ca instaladas en su propiedad.

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