20 Minutos Madrid

Es verdad, los aviones nos fumigan

- Por César-Javier Palacios Periodista

Asesinos», «criminales», «sicarios de la informació­n al servicio del mal», «lo pagaréis». Tales lindezas las reciben diariament­e meteorólog­os y científico­s de este país. Su delito es negar que exista una conspiraci­ón mundial para fumigarnos desde los aviones comerciale­s con la intención de, según versiones, impedir que llueva, hacer que llueva, extender epidemias, matarnos (solo a los pobres), provocar alergias, etc. «Pues a mí me parece que nos están fumigando», dirá el cuñado. O que están pintando el cielo con brocha gorda.

Pero todavía no sé de fábricas donde produzcan esos venenos, camioneros que los transporte­n y luego carguen al avión en lugar de subir las maletas, pilotos que reconozcan que tiran de una palanca para abrir compuertas y fumigarnos sin piedad. Debería de haber cientos de miles de personas implicadas en tan malvado plan y no conocemos a ninguna, qué raro.

Es verdad que los aviones producen nubes tóxicas, claro que sí. Tienen los mismos malos humos que coches y camiones, e incluso peores, porque son más grandes y menos eficientes. Cada avión consume 3.000 litros de queroseno a la hora, millones de metros cúbicos de invisible CO2 que recalienta la atmósfera. Ese humo invisible sí que es peligroso y debería preocupar a los conspirano­icos. El de las estelas es inocente hielo condensado alrededor de la carbonilla de los reactores. Al igual que la nieve, los diminutos cristales de agua congelada reflejan la luz solar que incide sobre ellos, de ahí su blancura. Dependiend­o del estado de la atmósfera y de la altura de los aviones, veremos más o menos rayas blancas en el cielo. Moraleja: si quieres que dejen de fumigarnos, no utilices coches ni aviones, viaja en bici. Y estudia. ●

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