Sanchismo sin complejos
Estamos orgullosas de ser sanchistas». La número dos del PSOE, María Jesús Montero, sintetizó así este fin de semana el transformador viaje realizado por su líder. La convención de los socialistas en A Coruña no solo ha cerrado filas ante el acoso que sufren sus militantes por la ley de amnistía o para empujar la campaña gallega; también ha escenificado que el sanchismo sin complejos está instalado en el partido.
Alberto Núñez Feijóo apoyó, sin pretenderlo, la consolidación de la marca de su adversario cuando fio su estrategia de las últimas elecciones generales al lema «derogar el sanchismo». Seis meses después, la vicepresidenta Montero definía el sanchismo como que «Feijóo no haya podido gobernar este país» y como «la posibilidad de seguir avanzando en derechos, libertades, justicia y convivencia». Y eso es lo que los socialistas parecen decididos a seguir ‘comprándole’ a Sánchez, por mucho que les duelan las cesiones a los independentistas catalanes.
Quienes desde la derecha alientan una supuesta realidad de dos PSOEs, apoyados en manifestaciones de Felipe González o Emiliano García-Page, no deben tener bien graduada la vista. Hace unos días se cumplían diez años de la exitosa irrupción de Podemos. El PSOE de González y de Alfredo Pérez Rubalcaba no había evolucionado a la par que la sociedad y ni siquiera se había percatado de ello. El de Sánchez, por el contrario, ha sido capaz de gobernar con los morados y hoy vislumbra su declive desde la Moncloa.
El mito de Sánchez empezó a fraguarse cuando el PSOE más rancio lo destituyó por negarse a entregar el Gobierno a Rajoy. Las bases de su insólito y triunfal regreso son las mismas que hoy sujetan la dificultosa marcha de su Gobierno. ¿Vender España por siete votos? Los socialistas ya no sienten vergüenza en encajar ciertas críticas. La agenda social lo vale, aseguran. Y ese posibilismo es el mismo sanchismo sin complejos presentado este fin de semana en A Coruña. ●
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