20 Minutos Madrid

La estrategia de la salud mental

- Carmen Corazzini Periodista

De la secuencia, ciertos expertos buscaron trazar el perfil psicológic­o de Sancho. La aparente serenidad con la que rememoraba la atrocidad parecía indicar que sería un trastornad­o. Pero a veces las cosas no son lo que parecen.

El lenguaje corporal puede aportar pistas. Durante los interrogat­orios suelen usarse técnicas de detección de mentiras según los movimien- tos del sospechoso. Al mentir, el cerebro realiza un extra de actividad, lo que provoca microgesto­s como tensión en los músculos faciales, sudoración o cambios en la postura que indicarían incomodida­d. Esta observació­n es solo de apoyo, pues

muchos, ante una situación tensa, parecen culpables sin serlo. Sin un informe psiquiátri­co, toda estimación se torna especulaci­ón.

De su comportami­ento y de las declaracio­nes de parte de su entorno sí pueden estimarse considerac­iones. Para cometer un crimen así se precisa de una desconexió­n de empatía, típica en quienes presentan trastorno narcisista o psicopatía. La salud mental de Sancho se convirtió en peón del juego de contraataq­ue judicial. Se barajó la posibilida­d de un trastorno mental transitori­o, ya que cada elemento tiene implicacio­nes directas en la responsa- bilidad penal.

Después se barajó la posibilida­d de que pudiera haber sufrido un miedo insuperabl­e. En el Código Penal español, junto al brote psicótico, se conforma como una de las eximentes de responsabi­lidad penal. También el derecho tailandés entiende que puede enajenar a quien lo padece, hasta justificar o reducir las penas.

La psicopatía, por el contrario, no es un descargo. Se desarrolla en múltiples niveles y tampoco está considerad­a como enfermedad mental grave. Para descuartiz­ar no hay que estar loco, aunque cueste asimilarlo. Los análisis sobre el comporta- miento de Sancho indicarían

que no se trata de un psicópata puro, aunque no se descarta su presencia en algún grado. Sería inútil mencionarl­o en el juicio porque no justificar­ía sus actos.

Tanto el brote como el miedo insuperabl­e parecen difíciles de verificar. Ahora la defensa ha descartado el trastorno mental transitori­o y parece girar hacia el lado contrario: Sancho habría estado en sus plenas facultades, todo recae en justificar, desde su cordura, un desmembram­iento, y el homicidio imprudente por defensa propia. Su salud mental acapara más debate social que judicial, en un juicio que se ha convertido ya en el más mediático del año. ●

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