20 Minutos Sevilla

Vicente Amigo «Aprender es el refugio de mi vida»

El artista ofrece un concierto único este viernes en el Teatro Real, motivo por el cual hablamos con él sobre música, guitarras y aprendizaj­e

- ISRA ÁLVAREZ ialvarez@20minutos.es / @ialvar

«La poesía es ordenar las palabras con arreglo a la belleza, y eso hace la música con las notas»

Solo se puede aprender si uno no piensa que ya se sabe todo. El camino al virtuosism­o solo se puede seguir si se aprende cada día. Al final de esa senda está Vicente Amigo, tocando la guitarra en un claro mientras mira alrededor para ver por dónde seguir andando. El compositor y guitarrist­a da un concierto único en el Teatro Real de Madrid mañana. Hablamos con él sobre la guitarra, su carrera y la humildad.

Tuvo su primera guitarra a los 8 años, ¿se le dio bien desde el principio?

Creo que sí, se me dio bien. Yo prefería desde muy pequeñito jugar a tocar la guitarra que jugar a la pelota o ir con los amigos. Se me dio bien desde el principio la música en general. Era un entretenim­iento muy ameno para mí. Lo que pasa es que luego la cosa se pone más seria, pero seguimos en eso.

¿En ese camino es más importante el talento o la perseveran­cia?

La dos cosas, creo. El don se nota y la perseveran­cia, también. No sé quién dijo que talento sin trabajo es talento desperdici­ado.

¿Tuvo que renunciar a muchas cosas? ¿Hizo sacrificio­s?

Desde pequeño y aún ahora, cuando pasan algunos días que no estoy con la guitarra me siento un poco vacío. Se ha convertido en una necesidad. Estoy muy acostumbra­do a divertirme con ella y a rebuscarme.

¿Le piden mucho que toque cuando va a una fiesta o con amigos?

A muchos acontecimi­entos que me invitan no voy por eso, es una pesadilla, es como estar montado en un escenario las 24 horas todos los días del año. Algunas veces me preguntan: ‘¿Y la guitarra?’. Y les digo: ‘La he quemado’ (risas).

¿Alguna vez ha dejado la guitarra de lado? ¿Ha habido crisis?

Ha habido unas pocas, pero al final en la guitarra y en la música es donde encuentro la medicina que necesito. Hay crisis porque todos los seres humanos las tenemos y en esto que yo hago te mides constantem­ente contigo mismo.

¿En qué consisten esas crisis?

A veces cansa el afrontar ciertas cosas, como ver si voy a estar al nivel que se espera. Muchas veces es una cosa de uno mismo y hay que hacer un trabajo mental, del coco, más o menos constante, al margen de la guitarra.

No le faltarán halagos, así que dudar... ¿es una señal de humildad?

Dudar es una realidad, no sé decirte si es humildad o vanidad. Deberíamos aceptarnos un poquito más. En la aceptación está muchas veces la clave de todo.

¿Tocar en el Teatro Real es especial?

Es un sitio de mucho nombre, tremendo, y yo creo que afecta un poco, por la responsabi­lidad que tiene. Para mí tocar siempre es un reto, en cualquier sitio, pero en el Teatro Real quizá sea doble.

¿Le influye la cantidad de espectador­es?

No... El tema es encontrar la libertad que buscas en el escenario.

No siempre hace falta letra para contar historias con una canción, ¿verdad?

Para nada. Yo soy de los que piensan que la palabra es el hecho. En mi caso no tengo esa facultad para poder expresar con palabras la verdad, así que la forma más bonita que tengo de hacerlo es con

notas, que es muy parecido a hacerlo con palabras. ¿Recuerda algo que le haya dicho alguien acerca de su música,

algo que fuera especial?

Sí, he vivido muchas cosas, hasta personas que estaban enfermas que me decían que mi música curaba... Se me pone la piel de gallina cuando me encuentro con personas así. Hace poco estuve tocando y había unas personas que habían venido de Brasil al concierto y después se iban. Me produce vértigo.

En los colegios, la música se enseña con una flauta y poco más…

Estaría bien que hicieran más hincapié. Para mí habría sido fenomenal. Yo fui tan cabezón y tan testarudo que sí o sí me puse a tocar (risas), pero sí, tenía una clase de música muy cortita y con la flauta hacíamos dos cosas.

¿Cualquier persona puede tocar la guitarra?

Cualquiera, dedicándol­e tiempo, claro. Luego está el don, que se nota, pero que aun teniéndolo, hay que ponerse a tocar.

Después de tantos años tocando, ¿hay cambios físicos?

¡Buah! Ese es el sacrificio silencioso que se hace sin darse cuenta. Cuando te levantas después de cuatro horas sentado en una postura que no es la correcta para la espalda, pero para tocar sí, es cuando te das cuenta de que pasan los años y de que la espalda está de aquella manera.

¿Tiene una guitarra preferida?

Sí, por una cuestión de relación de mucho tiempo. Estoy tan acostumbra­do a ella que parece como que me da miedo coger otra a la hora de la verdad, que es cuando subes al escenario. Es vieja, está rota y tiene varias operacione­s, pero es como un zapato con el que te sientes más cómodo.

Ha musicaliza­do usted a Alberti, a Cavafis… ¿Qué tiene la poesía que casa tan bien con la música?

La poesía, la matemática, la filosofía… tienen mucho que ver con la música. La poesía es ordenar las palabras con arreglo a la belleza lo mejor que se pueda y eso mismo hace la música con las notas.

¿Por qué la música es universal?

«Debería haber unos premios Grammy y ya está, seas latino o seas de China»

Buena pregunta esa... La música es una forma de expresar el sentimient­o y el conocimien­to del ser humano, es algo que da sentido a todo.

¿Qué sintió al ganar el Grammy Latino?

Lo que fue muy especial para mí fue la nominación a los Grammy americanos. Están los latinos y los americanos, y es algo que a mí no me huele muy bien. Creo que debería de haber unos Grammy y ya está, seas latino o seas de China. No sé por qué hay que encasillar.

¿Qué hace con los premios y medallas?

Las tengo metidas en un cajón (risas), para cuando deje este mundo que se las queden mis hijos.

¿Ellos han heredado el gusto por la música?

Sí, tengo un hijo que ha estudiado Producción Musical, pero sobre todo se dedica al trap y al rap. El pequeño está estudiando Artes Escénicas y creo que es lo suyo.

¿Y a usted qué le parece lo del trap?

A mí me gusta todo. Dentro de cada género hay gente buena. El trap es necesario como género, como una forma de expresar las cosas. No soy yo quién para decir cómo hay que expresarse.

Ha tocado con los más grandes, desde Paco de Lucía a Sting, ¿que ha aprendido?

He compartido con ellos momentos muy bonitos. Lo más importante para mí es revolcarme y hacer mi música. Cada vez que he compartido algo con ellos he tratado de aprender siempre. Aprender es el refugio de mi vida.

¿Qué puede hacer el público para que un artista se sienta más a gusto en el escenario?

A veces he salido al escenario y antes de sentarte están gritando: ‘¡Olé, maestro!’. Y yo digo: ‘¿Olé, qué? Si todavía no he hecho nada’. Eso me descoloca a veces… quizá soy raro. El aplauso que más me gusta es el que me doy yo cuando sé que he estado bien.

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