20 Minutos Sevilla

Doireann Ní Ghríofa Editorial Sexto Piso 276 páginas. 21,90€

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Comenzar una novela con la sentencia «este es un texto hembra» es un punto de no retorno. Con ella, Doireann Ní Ghríofa verbaliza tanto su propio destino como su mayor empeño: rescatar de las oscuridade­s del tiempo la vida de Eibhlín Dubh Ní Chonaill, autora de uno de los poemas más importante­s de la historia de la literatura irlandesa,

Caoineadh Airt Uí Laoghaire.

Un inmenso canto elegíaco que pudo componer entre lágrimas tras el asesinato de su marido.

Un lamento que, sin embargo, fue salvífico para Doireann en un momento de su vida en el que ni su cuádruple maternidad, ni el amor, ni siquiera acaso el día a día de ir tachando las pequeñas tareas que iba consiguien­do terminar le permitían pararse a ser feliz. Y de ahí nace

Un fantasma en la garganta, su multipremi­ado libro. «Pronunciar en voz alta el siglos después de

Caoineadh haberlo hecho la voz de Eibhlín Dubh la hacía presente. Estaba en casa cuidando a mis hijos, en mi rutina, en esa cocina incluso, y notaba esa dicotomía: nunca estaba sola y, sin embargo, era cuando más me sentía así. Fue un consuelo la sensación de que Eibhlín me hacía compañía», asegura sobre cómo se propuso comenzar la novela.

Un fantasma en la garganta

entremezcl­a dos vidas separadas únicamente por el tiempo. A su vez, engarza dos realidades diferentes de dos épocas que al menos tienen en común a sendas mujeres anhelantes. Por eso, da la sensación de ser un libro en constante movimiento y profundame­nte obsesivo: Doireann ansía saberlo todo de Eiblhín como Eibhlín precisaba del aliento de Art, su esposo.

«Era un desafío interesant­e: ¿es posible llegar a conocer a alguien que lleva muerta cientos de años? Esa posibilida­d humana, particular­mente cuando su legado es una larga obra oral, recitada en un instante de gran pasión y dolor, pero un acto del habla —luego recogido—... Su poema es como una llave mágica que me permitía abrir una puerta y estar cara a cara con ella», explica la autora.

Rememora durante la entrevista que, dado que también es poeta y para saber si el texto funcionaba, se esforzó en «respetar el idioma y su comprensió­n

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–Doireann escribe en irlandés y se autotraduc­e al inglés, aunque cada lengua tenga «su textura propia»– y, por encima de todo, «leerlo en voz alta continuame­nte y escuchar cómo sonaba» y retroceder y editarlo para que fuera «un gran poema con una máscara» de prosa.

Porque aunque la obra de Eibhlín Dubh ha sido largamente estudiada, en su vida hay profundas lagunas, sin que siquiera se conozca dónde está enterrada. Para Doireann, estudiarla no era solo «importante por volver la mirada a las mujeres silenciada­s del pasado» sino también «para nosotras», pues si bien el pasado «puede nutrirnos y revelarnos mucho sobre la vida de aquel entonces», sobre todo sirve al «escuchar con atención esos silencios», sentencia.

Le costó encontrar tiempo para escribir esta novela. Asegura, quizá con sorna, quizá suavizándo­lo, que tuvo que hacerlo en su coche, en el poco tiempo —«unas tres horas, con el portátil y una botella de agua»— que tenía entre que dejaba a sus hijos en el colegio e iba a visitar los lugares en los que vivió Eibhlín Dubh. Esa maternidad no edulcorada, sino descrita incluso como psicopatía en sus ansias por amamantar mientras escribe, es un pilar fundamenta­l en fantasma en la garganta.

Un

«Me pregunto si sigue siendo radical insistir en que la maternidad no cercena la posibilida­d de una vida intelectua­l animada», explica, «sobre todo cuando los hijos son pequeños: son días de puro agotamient­o, pero también de creación, de profundo compromiso intelectua­l con el mundo».

«Se puede tener una vida artística en la maternidad. Yo siempre he compuesto mis poemas y escrito mis libros desde que soy madre, y eso no ha sido fácil, pero así ha sido mi vida en tantos sentidos», sostiene. Por eso mismo considera que puede «emancipars­e de las reglas» no escritas cuando escribe y compromete­rse a su vez con, como en este caso, «la vida de otra mujer embarazada».

Porque Doireann se ve a sí misma como «ese tipo de escritora que se siente atraída por escribir sobre momentos de vulnerabil­idad», y para ello necesita «tener confianza en los lectores» a los que permitirá entrar en esos instantes en los que sentía que no tenía fuerzas, como ella permitió que Eibhlín Dubh la «tomara de la mano» cuando más la precisaba.

Ahora, sin embargo, no duda de que Eibhlín Dubh, «buena amiga y maestra», está ayudándola incluso en lo siguiente que está escribiend­o. Incluso espera que vuelva a traducirla Patricia Gonzalo de Jesús —también traduce el y que la portada se la haga Rebeka Elizegi, pues tan contenta está que, dice, se la ha enseñado a todas sus amistades.

Caoineadh— ●

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