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- Francisco Gan Pampols Teniente General retirado

La denuncia de Sudáfrica a Israel por crímenes de guerra ante la Corte Internacio­nal de Justica (CIJ) y el posicionam­iento inicial de la misma –procurando una equidistan­cia casi imposible– ha permitido que las acciones y reacciones de unos y otros sean prácticame­nte idénticas. No se aprecia, en principio, la comisión de genocidio por parte de Israel, pero se insta a su Gobierno para que controle a sus Fuerzas Armadas e impida la comisión del mismo, que reprima cualquier manifestac­ión que lo aliente, entre otras.

La complejida­d aumenta por los ataques a tropas estadounid­enses desplegada­s sobre Jor- dania, Siria e Irak. Este hecho era previsible analizando la es- calada de acciones sobre intere- ses e instalacio­nes de Estados Unidos en el Golfo Pérsico. De la misma forma, era previsible la extensión de la amenaza de re- presalias norteameri­canas, no solo a esas milicias chiitas responsabl­es de los ataques, sino también a su patrocinad­or, Irán. De otra parte, llegan adverten- cias al régimen de Teherán res- pecto a las acciones de su pro- xi, los hutíes de Yemen, y su al- teración de la seguridad del tráfico marítimo por el mar Ro

jo. En esta ocasión es la Repúbli- ca Popular China la que advier- te a Irán que de persistir los hu- tíes en su actitud, las consecuen- cias serán graves.

Por último, un conjunto de paí- ses de la zona, apoyados en Qa- tar y en coordinaci­ón con Israel y Estados Unidos, está muñen- do un acuerdo de alto el fuego de cierta duración (entre 35 y 60 dí- as) a cambio de la liberación de un número considerab­le de rehenes (en torno a 100). El que salga adelante o no este acuerdo estará en función de las perspec- tivas de Hamás acerca de su ren- tabilidad. Necesita financiaci­ón, retaguardi­a y apoyos político- ideológico­s. Si quien los propor- ciona decide modular su apoyo, Hamás será más proclive a la ne- gociación.

Israel y la inteligenc­ia de Esta- dos Unidos estiman que Hamás aún mantiene operativo un 80% de su infraestru­ctura de túneles y depósitos de armas, y que tie- ne la capacidad de reinsertar cé- lulas combatient­es en zonas previament­e aseguradas por las Fuerzas de Defensa de Israel

(FDI). Se impone el realismo en el campo de batalla: solo se pue- de pelear lo que se puede ga- nar, aun a costa de un esfuerzo ímprobo o heroico. Llegados a este punto conviene sopesar a qué responde exactament­e el in- terés por prolongar un conflicto que, a la postre, no se va a po- der ganar en los términos en que se planteó por parte de Israel.

La solución de Estados Uni- dos, la Unión Europea, los paí- ses árabes y otros actores inter- nacionales es la de dos Estados. Una solución aparenteme­nte susceptibl­e de ser adoptada en breve espacio de tiempo y con costes asumibles. Israel en este momento no la puede aceptar de ninguna manera, Hamás la rechaza abiertamen­te, la Auto- ridad Palestina la rechazó en su día después de los acuerdos de Oslo cuando su credibilid­ad era muy superior a la actual y, en fin, ningún país árabe ni veci- no quiere que Hamás, un mo- vimiento terrorista, lidere un pa- ís soberano en la zona. Así que esta primera aproximaci­ón no parece muy real.

Una segunda solución sería un solo Estado, con los palesti- nos de Gaza y Cisjordani­a como ciudadanos de pleno derecho de un nuevo Estado de Israel. Probableme­nte, la bondad, sim- plicidad y pureza conceptual de la solución oculte que el odio que se profesan mutuamente unos y otros haga inviable esa única ciudadanía, máxime des- pués del 7 de octubre y de las atrocidade­s que deliberada­mente se cometieron para dina- mitar un proceso regional de co- operación y progreso. Si a lo an- terior sumamos el problema de los refugiados y su derecho re- conocido a retornar a sus luga- res de origen (hablamos ya de más de cuatro generacion­es y unos 6 millones), deducimos la imposibili­dad de esta vía por- que supondría la dilución del es- píritu fundaciona­l de Israel.

Una tercera solución sería la incorporac­ión de Cisjordani­a y Gaza a los Estados soberanos que inicialmen­te eran sus orí- genes hasta la guerra de los Seis Días: Jordania (Transjor- dania) para Cisjordani­a y Egip

to para Gaza. Los problemas en este caso están directamen­te relacionad­os con el rechazo de los Estados citados para admitir como nacionales a los palestinos y otros (israelíes colonos entre otros) que habitan esos territorio­s. Todo es posible si hay voluntad y beneficios a obtener, aunque por el momento no parece que sea una hipótesis plausible.

Y, por último, lo que en otro tiempo y entorno don José Ortega y Gasset definió como la conllevanz­a, es decir la aceptación tácita de un problema insoluble, a sabiendas de que, periódicam­ente, estallará y exigirá medidas traumática­s para su gestión. Desgraciad­amente, se muestra como la hipótesis más probable, un nuevo Hamás, quizá con distinta apariencia y objetivos más limitados, pero, a la postre, con la voluntad, la capacidad y el conocimien­to necesario para impedir una solución definitiva y, simultánea­mente, un riesgo aceptado por aquel que le tendrá que hacer frente antes o después.

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