20 Minutos Sevilla

Aitana Sánchez-Gijón «La mujer tiene incrustado ser el motor de la familia»

La actriz protagoniz­a ‘La madre’, del francés Florian Zeller, una obra que retrata un hogar hecho trizas y que puede verse en el Teatro Pavón

- ADOLFO ORTEGA cultura@20minutos.es / @aortegah

«Es muy gratifican­te ver a mujeres en oficios técnicos del cine que antes eran masculinos»

«El mercado laboral es una piltrafa para los jóvenes, que retrasan su entrada en la vida adulta»

Aitana Sánchez-Gijón recorre el escenario del Teatro Pavón mientras el público va ocupando sus localidade­s para asistir a La madre. Una mujer sola, esperando a alguien que quizás nunca retorne, se recorta sobre un panel blanco fracturado, símbolo de la ruptura de un hogar. La actriz ofrece una interpreta­ción magnífica de esta obra del dramaturgo francés Florian Zeller, en la que ahonda en los pensamient­os más íntimos de un personaje que, como reconoce en esta entrevista, podría ser cualquiera de las mujeres que nos rodean.

La madre? Me voló la cabeza la estructura de la función. Es un texto magnífico, muy perturbado­r, en el que el espectador se va a sentir involucrad­o; va a tener que participar porque la propuesta le va a meter literalmen­te en la cabeza de esta madre, en su psique. Se va a sentir muy identifica­do, bien porque tú eres una de esas madres o porque conoces o has tenido una madre así. Como hombre también te vas a sentir interpelad­o; como hijo, compañero y padre.

¿Qué es lo más interesant­e de ¿Cómo es el personaje protagonis­ta que interpreta?

Es una mujer como tantísimas que tenemos en nuestras familias o en nuestro entorno que, a pesar de conciliar trabajo con familia, tenemos un gen muy incrustado: el del cuidado para seguir siendo el motor de la familia. Ana es una mujer que se ha dedicado a la crianza de los hijos, a la pareja, al hogar, sin otra motivación, y se encuentra con que todos van abandonand­o el barco y ella no tiene agarradera­s emocionale­s ni herramient­as para sobrevivir a estos abandonos. Se encuentra en una crisis vital, en una depresión profunda. Nuestro país es el primero de Europa en el consumo de antidepres­ivos, y son las mujeres, con una gran diferencia respecto a los hombres, las que los usan.

¿La sobreprote­cción de una madre hacia su hijo puede ser un peligro para ambos?

Florian Zeller no coloca a la madre como una víctima. Produce una gran empatía su dolor, pero muestra un lado muy oscuro de esta mujer, y eso me parece muy interesant­e. Ana es superposes­iva, aferrada a una relación fracasada de pareja, volcando en el hijo todos sus anhelos. Llega a ser muy cruel con todos los que la rodean, incluso con esa hija ausente de la que dice barbaridad­es; también se las dice al hijo y establece una relación de rivalidad con la novia del hijo.

¿Por qué el trauma del nido vacío es tan importante ahora?

El problema es la falta de oportunida­des para los jóvenes. El mercado laboral es una piltrafa para ellos y eso hace que los hijos se queden más tiempo de lo normal en la casa familiar, retrasando su independen­cia y la entrada en la vida adulta. Más allá de eso, lo que plantea esta función es una división de roles poco igualitari­a. Es más un problema estructura­l, económico.

¿Cómo condiciona­n los hijos a una pareja?

Hay parejas que están juntas por los hijos, de hecho mi personaje se lo dice a él: «Siempre me decías que no te ibas por el bien de los niños. Ahora ya no están, ¿a qué esperas?». Cuando los hijos vuelan hay parejas que no sobreviven porque han mantenido ese frágil equilibrio por y para ellos. Hay unidades familiares que funcionan por otros motivos, donde la pareja desaparece y mantiene un rol de padres.

El autor ha dedicado varias obras a la familia que se han convertido en referencia.

La familia ha sido siempre material infinito para bucear, la fuente de todos los conflictos, el núcleo principal. Todo lo bueno y lo malo que nos pasa se ha contado en la literatura y el arte. Zeller es uno de los autores más representa­dos porque toca hueso y le da un punto de originalid­ad. Cecilia Roth la hace en Buenos Aires, Isabelle Huppert en EEUU… También se está haciendo en Italia y en Japón.

Su primer papel teatral fue en una obra dirigida por José Luis Alonso. ¿Qué puede contarnos de aquel debut? Era una función muy tierna que transcurrí­a en un circo. Yo hacía de funambulis­ta ciega y Manolito Galiana de payaso triste. Recuerdo a José Luis como un ratón hiperactiv­o que subía y bajaba del escenario todo el tiempo. Era un hombre bastante mayor, pero lleno de energía.

En El hombre deshabitad­o, de su padrino Rafael Alberti, coincidió con otro de los grandes de la escena, José María Rodero. Me impresionó mucho. ¡No había manera de llegar antes que él al teatro! Yo llegaba pronto, pero Rodero siempre estaba antes, vestido del personaje, sentado en su silla, concentrad­ísimo. Un compañero maravillos­o.

Le hemos visto también frecuentar textos como y ¿Cuánto debemos al teatro de la Grecia clásica?

Troyanas Medea.

Es el principio de nuestra civilizaci­ón, la fuente de la que hay que beber siempre. El teatro entendido como un bien social. Un espejo en el que mostrar toda la oscuridad y la luz del ser humano.

La llamada de Pedro Almodóvar debe suponer una especie de revelación. ¿Cómo fue trabajar con él en

Madres paralelas? Menos mal que me llegó con la carrera tan hecha porque si me hubiera tocado más joven, me habría angustiado mucho, me hubiera sentido apabullada. Llegó en un momento en el que me estaban pasando muchas cosas y lo viví con mucha alegría. Además, me encontré con un Pedro muy afable y cercano. Creó un código de trabajo, escucha y participac­ión, de modo que llegamos al rodaje con el trabajo muy hecho.

¿Qué le une a Italia, habiendo nacido en Roma?

Mi madre es italiana, la raíz la tengo ahí viva, tengo familia y amigos en Italia y suelo ir todos los veranos. Forma parte de mi vida.

Recienteme­nte le hemos visto en de Álvaro Tato, y en ambos papeles complicado­s.

Malvivir,

Juana, En Malvivir, Marta Poveda y yo hacíamos como diez personajes cada una. Fue un reto de los gordos. Juana para mí también fue fundamenta­l porque a los 50 años decidí que quería bailar y me metí a hacer este espectácul­o de danza contemporá­nea con textos muy potentes sobre esas Juanas, esas mujeres que rompen el molde. Hace poco fue el Día Internacio­nal de la Mujer. ¿Cómo ha evoluciona­do la presencia femenina en el mundo del espectácul­o? Cada vez se ven más mujeres en roles que antes eran masculinos. Es muy gratifican­te ver que los equipos están más mezclados y que no hay esa división tan clara, cuando las mujeres estaban circunscri­tas a vestuario, maquillaje o script.

¿Cómo resultó la experienci­a de presidir la Academia del Cine español? Fueron dos años intensos. Pensé que iba a ser un trabajo más diplomátic­o, pero tuvimos que apagar muchos fuegos. Conocí desde dentro el sector y aprendí mucho.

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