¡Es la economía, estúpido!
Hay cifras que no son simples números. Lo vieron claro en la campaña de Clinton a la Presidencia de EEUU. Lo que a la gente le preocupa es su día a día: «¡Es la economía, estúpido!».
Hay números que transforman todo un país: 21 millones de personas trabajando. Una cifra histórica gracias a un Gobierno progresista que apostó por una profunda reforma del mercado laboral y por crear más empleo de calidad sin restar competitividad al tejido productivo. España crece cinco veces más que la Eurozona y crea cuatro de cada 10 nuevos puestos de trabajo en Europa.
El precio de la vida en España llegó a subir más de un 10% tras el estallido de la guerra en Ucrania. Hoy nuestro IPC está en torno al 3%. No ocurre porque sí. Pedro Sánchez consiguió la excepción ibérica, que ha permitido ahorrar más de 5.000 millones de euros a los hogares españoles. Así bajó la factura de la luz y el gas en España para situarse entre los más económicas de la eurozona. Y hace unos días, por primera vez, el precio de la electricidad se mantuvo por debajo de los 0 euros, gracias a la apuesta del Gobierno por las renovables.
Hay más. Reducción del IVA de los alimentos, ayudas para el carburante o el transporte público gratuito. Que el salario mínimo suba cerca de 500 euros al mes o que los pensionistas no pierdan poder adquisitivo. Con una economía fuerte y sólida.
A eso se dedica este Gobierno, a hacer políticas que protegen a la ciudadanía cuando lo necesita y liderando nuevas propuestas en Europa. Lo estamos haciendo bien. Por eso el PP embarra el escenario político y rezuma griterío. No ofrecen alternativa, no tienen proyecto. Nosotros seguiremos en lo que de verdad importa: hacer más fácil la vida de las personas.
Síndromes adaptativos
Con el reciente cambio de horario se han adelantado las manecillas del reloj. El objetivo, se nos dice, es el ahorro energético. Ese cambio interrumpe el ciclo del sueño vigilia y causa alteraciones que inciden en el estado de ánimo. Puede repercutir en el ritmo cardíaco. Tras la Semana Santa puede que algunos experimenten el síndrome postvacacional, que suele durar poco, hasta la asimilación de la rutina. Pero otros, los menos, puede que hayan sufrido el síndrome prevacacional o «enfermedad del ocio». Una alteración provocada por las dificultades a adaptarse a los cambios en la transición de las obligaciones profesionales a las vacaciones. Son los que echan de menos el trabajo. Por lo visto, la necesidad de desconectar no siempre se aguarda con entusiasmo.
María Torras Coll,