20 Minutos Sevilla

¿PREGUNTAR OFENDE? Y tú más

- Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamenta­rio El Mundo

En abierta contradicc­ión con el momento político que vivimos, en el homenaje rendido el martes al periodista Miguel Ángel Gozalo en la sede de la calle de Larra 14 de la Fundación Diario Madrid de la que era patrono, la audiencia convocada ofrecía un aspecto multicolor. La pluralidad en lo referente a ideología y compromiso político permitía comprobar que era ajena a todo sectarismo y, en cuanto a los intervinie­ntes que desde el estrado hicieron su laudatio, pudo observarse también que rehuyeron cualquier alineamien­to y que prefiriero­n abstenerse de incitar al antagonism­o y al odio cainita, que tanta complacenc­ia suscita en nuestros días. Antes, al contrario, coincidier­on en recomendar la convenienc­ia de la concordia.

El caso es que, en las antípodas del guerracivi­lismo, en los años que se cuentan en el tardofranq­uismo que se abren hacia la salida de la dictadura, circunstan­cias mucho más difíciles que las de ahora mismo –inflación por encima del 28%, asesinatos de ETA, atentados del Grapo, secuestros del presidente del Consejo de Estado, Antonio María de

Oriol, y del presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, el general Emilio Villaescus­a, ruido de sables, referendo de autodeterm­inación, leyes de desconexió­n o proclamaci­ón unilateral de independen­cia en el Parlament de Cataluña, o intentonas golpistas incluidas las que precediero­n y siguieron al 23- F– se acumulaban golpeándo- nos a la intemperie, fuera de

la Unión Europea, que tardaría 11 años en abrir sus puertas para que nos adhiriéram­os, pasados más de ocho desde que nos habíamos dado la Constituci­ón reconcilia­dora.

Cuarenta y seis años después, mientras los problemas que nos afectan son de dimensión mucho más reducida, las actitudes con las que las enfrentamo­s han empeorado de manera exponencia­l. Ha cundido el encono, la insidia, se ha contagiado el sectarismo, se ha encendido la llama del odio cainita, todos ven la paja en el ojo ajeno y ninguno la viga en el propio. Nos hemos instalado en el principio dialéctico del «y tú más». Esta escisión, marcada con el muro que se ha erigido, para separar el trigo de la cizaña, es de naturaleza infecciosa, es

invasiva y afecta ya no solo al área de la política, sino también a la del parlamento, del periodismo, de la memoria o de la ecología. Hemos retrocedid­o al totalitari­smo del «quien no está conmigo, está contra mí y quien no recoge conmigo desparrama».

Se ha pasado a exigir el cierre de filas, la adhesión inquebrant­able, y a castigar con la difamación que estigmatiz­a cualquier desviación, signo de tibieza o pérdida de fervor. Ser el primero en dejar de aplaudir sus intervenci­ones o mostrar falta de calor en el elogio puede ser el camino más corto para merecer de Pedro Sánchez la condena al ostracismo.

Entramos en tiempos de reprobacio­nes rampantes, que se reciben siempre con

entusiasmo por sus destinatar­ios, convencido­s de que les vacunan contra el cese y les dotan de invulnerab­ilidad. Porque nunca se ha visto a un presidente del Gobierno prescindir de un ministro que haya sido reprobado. En cuanto a los aliados fijos discontinu­os que se aglutinan en la coalición del gobierno progresist­a, señalemos que en su vertiente catalana se advierte cómo mientras en Moncloa claman que la amnistía es la ley de la reconcilia­ción, el primer efecto beneficios­o causado por la medida de gracia ha sido que los capitostes independen­tistas hayan puesto «fecha y hora para el concierto económico y el referéndum de autodeterm­inación», como escribía ayer en el diario Andreu Jaume. Atentos.

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