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EL GRAN SUEÑO DE SER ESCRITOR(A)

Los talleres de escritura creativa se consolidan en España en escuelas privadas, universida­des, librerías y biblioteca­s

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Los talleres de escritura creativa se han multiplica­do en España en los últimos años. Aparte de los talleres de autor impartidos por escritores, están las escuelas y los manuales que algunas de ellas editan. El taller de Clara Obligado, Fuentetaja, la Escuela de Escritores o la Piscifacto­ría de Gonzalo Escarpa en Madrid; el Club Renacimien­to (Murcia), Aula de Escritores o Escola d’escriptura Ateneu (Barcelona); el Portal del Escritor (Sevilla), la Escuela de Escritura Creativa (Alicante) y un largo etcétera aúnan propuestas presencial­es y online.

Durante mucho tiempo, ha existido en España la creencia de que formarse como escritor no era necesario. «Todo se puede aprender, y a escribir, también. Aunque no estoy tan segura de que se pueda enseñar a ser escritor. Lo que sí se puede enseñar es a leer y a leerte, a encontrar tus puntos fuertes y las soluciones a los errores más evidentes», opina Clara Obligado, escritora y pionera con su taller.

Sin los estímulos de lo digital, charlar sobre el proceso de creación era una práctica habitual en el pasado. Virginia Woolf revela en sus diarios las conversaci­ones que mantenía con otros escritores; se aprende mucho de la charla que tuvo sobre la estructura de La señora Dalloway con su amigo escritor Lytton Strachey.

«La gran mayoría de los escritores se han formado en grupos, o debatiendo con colegas. En España había una tradición muy individual­ista en ese sentido, pero siempre han existido las tertulias y los debates, que no son más que una forma anárquica del taller», opina Obligado, que lleva desde los 70 con sus formacione­s y ha tenido más de 5.000 escritores noveles. Ya no es cosa de musas

En Escuela de Escritores, donde se han formado más de 20.000 alumnos, practican la escritura, la lectura y el análisis textual. «En España estaba muy arraigada la visión romántica del escritor que todo lo debe a su genio. Poco a poco, la escritura creativa se ha ido consolidan­do como una disciplina artística que se puede aprender», confirma Javier Sagarna, director de Escuela de Escritores, nacida en 2003, pero cuyo germen se remonta al Taller de Escritura de Madrid de 1994. Género Negro, Literatura Infantil y Juvenil o Fantástica generan mucho interés, así como cursos orientados a guiar al alumno para acceder al mercado editorial. «Empieza a haber demanda para cursos enfocados a otros soportes, como redes sociales o pódcasts…», explica Sagarna.

Por Fuentetaja, el centro nacido en 1985 bajo el auspicio de la librera María Fuentetaja, han pasado más de 40.000 personas. «Las bellas artes, el cine o la música parecen inalcanzab­les sin didáctica. En literatura da la impresión de que esa ayuda, de que esa formación pudiera ser innecesari­a cuando no perjudicia­l… Hay una resistenci­a a desvelar las técnicas», opina Chema Álvarez, codirector de los talleres de escritura creativa de Fuentetaja.

En Latinoamér­ica existe una gran tradición de talleres y de tallerista­s, y en muchas universida­des de EEUU, escritores contemporá­neos imparten clases de creative writing. En España, aparte de las asignatura­s de narratolog­ía o análisis literario, pocos cursos se imparten de ese tipo en la universida­d (fuera de los másteres de escritura creativa, casi todas, online). «En EEUU, los estudios universita­rios equivalent­es a nuestra Filología Hispánica incluyen creative writing y los workshops. La práctica creativa es parte de la formación. En el continente latinoamer­icano escritores consagrado­s dictan talleres a menudo en sus domicilios», explica Álvarez.

En el género del verso también renace el interés. «La poesía es un canto condensado hecho de ritmo y misterio. El misterio solo podemos merodearlo. Pero el ritmo es biológico, lo vivimos, y podemos estudiar sus estructura­s, señala Alberto Juanes.

«Los talleres de escritura hoy forman parte del ecosistema del libro en español», afirma Álvarez. Y también son para muchos artistas una manera de subsistir. «¿Es esto malo? Creo que no, más bien lo contrario, a menos que considerem­os que morirse de hambre es inherente al oficio de escribir», remata Clara Obligado. ●

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GETTY Clara Sanchis es Virginia Woolf en Una habitación propia.

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