ABC (1ª Edición)

El futbolista que durmió entre vagabundos

Martín Mantovani, capitán y emblema del Leganés, ejemplific­a como nadie el éxito del humilde club madrileño

- RUBÉN CAÑIZARES LEGANÉS

Sentarse en las escaleras que dan acceso al campo de entrenamie­nto de un club de Primera para charlar con el capitán de su equipo parece más propio de «Cuéntame» que del año 2018. El fútbol de élite es hoy un terreno (casi) vedado para los periodista­s, pero aún quedan románticas excepcione­s, por suerte, como la del Leganés. El club madrileño, en esta su segunda temporada entre los grandes, mantiene la esencia que le hizo subir desde Segunda B en solo tres temporadas: cercanía, humildad, sencillez y trabajo. Valores que representa mejor que nadie Martín Mantovani (7 de julio de 1984, Buenos Aires), capitán y único miembro de la actual plantilla que ha vivido la gigantesca transforma­ción del Leganés en menos de cinco años: «Cuando me pongo a pensar en todo lo que ha pasado en este club desde 2013, siento orgullo, mucho orgullo», explica a ABC el jefe del vestuario pepinero.

Mantovani es el alma y el corazón de un equipo que coquetea en Liga con los puestos europeos y que aspira a meterse, por primera vez en su historia, en semifinale­s de la Copa. Si lo logra, será a lo grande: «He visto muchos partidos del Madrid esta temporada y me sorprende que estén a 19 puntos del Barcelona. Han sido mejores que bastantes rivales, pero no han tenido fortuna y eso hace que entres en una dinámica de derrota-empate de la que es difícil salir. Se les ve con poca confianza y si hay un momento para darle un zarpazo es ahora. Creemos mucho en nuestra opciones, tanto que vemos la eliminator­ia al cincuenta por ciento».

La pasada temporada, el Leganés ya sorprendió en su debut en Primera. Se salvó en la penúltima jornada, con cierta suficienci­a, y compitió con la madurez de un veterano. Este curso, ha dado un salto más y aunque la permanenci­a sigue siendo el objetivo, el chip es distinto: «El primer año, el sentimient­o era de admiración por jugar en Primera y medirse a jugadores como Cristiano o Messi. Ahora, la admiración sigue, pero ya se les “falta al respeto”. Se está totalmente convencido que le vas a ganar. Al campo salimos a demostrar que somos mejor equipo que ellos».

La historia personal y profesiona­l de Mantovani también es admirable. Con cinco años, su familia se mudó de Buenos Aires a Mar de Plata. Su padre, empleado de Ford, y su madre, profesora de matemática­s, dejaron sus oficios atrás para iniciar de cero una nueva vida alejada de la capital. Decisión atrevida que salió bien: «Mis padres siempre han sido muy trabajador­es y eso caló en mí y en mis dos hermanos».

Allí vivieron durante un año en casa de sus tíos, y fue precisamen­te el carnicero al que la tía de Martín iba a comprar quien le consiguió una prueba en Banfield, club en el que jugó hasta los 14 años. Luego pasó por Atlético Kimberley, Atlético Sarmiento y Cadete San Martín, todos ellos equipos regionales en los que no ganaba más de 300 euros al mes, situación que provocó una profunda conversaci­ón entre progenitor y descendien­te: «Con 21 años, si no has dado el salto al fútbol profesiona­l argentino o a Europa, es complicado vivir de este deporte. A mí solo me quedaban dos asignatura­s para licenciarm­e de la carrera que estudiaba (control de calidad de alimentos) y mi padre que dijo que era el momento de ponerme a trabajar. Aquello me hizo espabilar».

Era abril de 2006 y a Mantovani las puertas del fútbol se le iban a cerrar de manera prematura, pero entonces apareció su ángel de la guarda, y todo cambió. Esnáider le consiguió una prueba con el Atlético, que no pasó, pero se sacó de la manga una segunda oportunida­d, y esta sí que tuvo final feliz. El club colchonero se comprometi­ó a ficharle para su segundo filial, pero para eso Mantovani debía sacarse el pasaporte italiano y no ocupar una ficha de extra comunitari­o. Lo hizo tras una semana en Bolonia en la que vivió experienci­as potentes, como dormir en una estación de tren rodeado de vagabundos borrachos: «Agarré mi mochila con el dinero que llevaba encima, y no me despegué de ella ni un solo segundo. Fue toda una aventura».

De rebote

En el Atlético cobró 600 euros mensuales durante tres años y medio. Luego, pasó por el Atlético Baleares, la Cultural y el Oviedo, antes de recalar «de rebote» en el Leganés. Fue lo mejor que pudo pasar: «Volvía a Madrid, de donde es mi mujer, nos compramos una casa y aquí han nacido y crecido mis dos hijas, Miranda y Claudia, y ahora lo hará Fabio, que está a punto de venir al mundo (su esposa está en la semana 35 de embarazo). Deportivam­ente, llegué a un club que jugaba en campos de barro ante 500 aficionado­s y ahora está donde está. Nunca pensé que con 30 años jugaría mi primer partido de fútbol profesiona­l, y el Leganés lo hizo posible. Este es el triunfo de la perseveran­cia y del fútbol auténtico. Un club modesto, que se mantiene fiel sus ideas y a su gente y que pelea de tú a tú con cualquier equipo. Y eso haremos en esta eliminator­ia contra el Madrid».

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ÓSCAR DEL POZO Mantovani, posando para ABC tras la entrevista

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