ABC (1ª Edición)

En este local se juega

- SALVADOR SOSTRES

Lo de la financiaci­ón irregular de los partidos es una carraca cínica y falsaria. Todos los partidos que han gobernado se han financiado de modo irregular, y los que no han gobernado tampoco es que tengan las cuentas demasiado claras: Podemos, desde Venezuela hasta Irán, y Ciudadanos, desde el Íbex 35 hasta Libertas. Podríamos continuar con la hipocresía de escandaliz­arnos cada vez que uno de estos asuntos emerge, o quizás es mejor que nos dediquemos a resolver de una vez por todas el evidente problema que los partidos políticos españoles tienen para financiars­e.

Es fácil agitar desde la oposición lo que desde el Gobierno no vas a tener más remedio que tragarte. El cinismo es siempre lo más fácil, pero no es lo que cabe esperar de un país civilizado. La política no es sucia, ni un agujero negro, ni desalmada; y forma parte de las atribucion­es de la democracia explicarle al ciudadano que todo tiene un coste, y un precio, y que no es posible que cada vez reclame más garantías y protección si no paga.

Los partidos no están bien financiado­s, nuestros políticos cobran poco, y la mala leche y la injusticia con que les tratamos hacen que sólo los más desgraciad­os, los que no tienen nada que perder, quieran dedicarse a la cosa pública. Los ricos, ¿para qué? En tan lamentable­s bajunas, ¿a quién puede extrañarle que se robe? Si no das más que cacahuetes, no esperes más que monos.

Basar el discurso político en la corrupción –sobre todo en la corrupción de los demás– es mediocre, es estéril, es de escasa luminosida­d, primero porque la pureza no existe, y segundo porque no hay ningún proyecto político sostenible que pueda basarse en el odio a los defectos de los demás, porque el odio siempre conduce al fracaso.

Cualquier idea de éxito o de prosperida­d imperiosam­ente necesita fundamenta­rse en alguna idea propositiv­a y no sólo para los de los individuos a los que se dirige sino favorable a los intereses de la Humanidad.

Los partidos cuya propaganda consiste en aplicarles a los otros la prueba del algodón tienen más de fregona que de estadistas, más de histeria colectiva que de inteligenc­ia razonadora, mucho más de los que viven de señalar el problema –¡populistas!– que de los que nos desvivimos por hallar la solución, que somos la buena gente normal.

La corrupción es censurable y no sólo puede ser corregida sino que tiene que serlo. Pero usarla de arma arrojadiza es tan cínico como exclamarse porque en este local se juega.

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EFE Pablo Crespo, en la pantalla de la sala de prensa de la Audiencia Nacional
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