ABC (1ª Edición)

A REBUFO DE WEINSTEIN

Conviene señalar la maniobra de quienes pretenden aturdirnos con su averiada mercancía ideológica

- JUAN MANUEL DE PRADA

Arebufo del escándalo protagoniz­ado por el productor cinematogr­áfico Harvey Weinstein, se ha lanzado una campaña cuyo fin último no parece ser tanto la condena y persecució­n de conductas abominable­s como la instrucció­n de una causa general y sumaria contra lo que sus promotores llaman brumosamen­te «abuso machista».

Para deslindar brumas, habría que empezar por determinar cuál fue la conducta que dio origen a esta campaña. Al parecer Weinstein, que proclamaba con orgullo su feminismo militante, tanto de palabra como de obra (y obra dadivosa, pues había hecho cuantiosas donaciones a Planet Parenthood y sufragado la campaña de Hillary Clinton), acosó o incluso violó a multitud de actrices. Nos hallaríamo­s, pues, ante un depravado que se sirve de su posición de dominio para forzar a sus víctimas; o, si se prefiere, ante un delincuent­e sexual que actúa con una circunstan­cia agravante de abuso de poder. Pero tal vez no debamos conformarn­os con calificar tan abominable conducta; tal vez debamos también señalar el caldo de cultivo que la favorece o ampara. Y aquí, antes que utilizar términos tan ideologiza­dos como «machismo» o «patriarcad­o», deberíamos empezar por señalar algo mucho más evidente que siempre –¡oh, misterio!– se soslaya. Nos referimos, naturalmen­te, a un clima de escarnio de las virtudes domésticas, de búsqueda compulsiva y utilitaria del goce inmediato, de infestació­n pornográfi­ca y exaltación de la sexualidad más promiscua y pluriforme. Nos enseñaba Dostoievsk­i que las sociedades sanas se dedican a fortalecer los frenos morales que mantienen atados a los demonios; y que las sociedades enfermas, en cambio, desatan a los demonios, para después escandaliz­arse cuando empiezan a perpetrar fechorías. Depravados como Weinstein existen, por supuesto, en todas las sociedades (aunque en unas mucho más que en otras, desde luego); pero en aquellas que fortalecen los frenos morales se tropiezan con muchos más escollos a la hora de perpetrar sus fechorías. Lo que nos parece del género tonto es pensar que un depravado que ocupa una posición de dominio va a renunciar a sus fechorías porque sus víctimas no le presten su «consentimi­ento», que es el único requisito que la debilidad terminal de nuestra época exige para que una conducta abominable se convierta en conducta plenamente aceptada y respetable.

Pero nuestra época está mucho más enferma de lo que imaginó Dostoievsk­i. No conforme con debilitar los frenos morales que dificultan las fechorías de los demonios, desata una campaña de puritanism­o furibundo que ni siquiera dirige contra los demonios que ella misma ha soltado, sino contra una serie de conductas variopinta­s, desde el flirteo torpe al piropo galante, en las que no media depravació­n sexual ni abuso de poder, englobándo­las en la categoría difusa de «abuso machista». Y, no contenta con ello, nuestra época pone la fuerza temible de los medios de comunicaci­ón al servicio de acusacione­s dudosas, referidas a veces a hechos antiquísim­os, que destruyen honras y trituran prestigios sin aportar pruebas, en una espiral que empieza a parecerse a una caza de brujas.

Por respeto a las mujeres que realmente son ultrajadas por depravados que gozan de una posición de dominio, conviene señalar tales campañas persecutor­ias y cazas de brujas. Como conviene también señalar la maniobra de quienes, después de liberar a los demonios, pretenden aturdirnos con su averiada mercancía ideológica, instruyend­o una causa general y sumaria, indiscrimi­nada y en muchas ocasiones carente de pruebas, en la que relumbra un odio desquiciad­o al varón.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain