ABC (1ª Edición)

Vigilado con la luz siempre encendida

Vive observado las 24 horas del día en una celda de apenas 18 metros cuadrados

- ADRIÁN ESPALLARGA­S CORRESPONS­AL EN CIUDAD DE MÉXICO

Joaquín Guzmán Loera, «El Chapo» Guzmán, acaba de cumplir un año en la cárcel de Nueva York. Fue el 19 de enero de 2017, un año después de haber sido capturado por tercera vez por el Ejército mexicano en su Sinaloa natal, cuando se autorizó la extradició­n del narcotrafi­cante más poderoso del mundo a EE.UU.

Desde entonces, El Chapo ha pasado estos 365 días confinado en una pequeña celda de 18 metros cuadrados, con la luz siempre encendida, aislado de los demás presos y vigilado las últimas 24 horas del día.

«El único contacto que tiene es con los guardias, pero se supone que no le hablan», declaró recienteme­nte su abogado principal, Eduardo Balarezo. Tal es el cuidado bajo el que EE.UU. mantiene preso a Guzmán que ni siquiera su equipo de abogados ha podido ver su celda; sólo han permitido dos visitas familiares en todo el año. La primera visita familiar no fue hasta agosto de 2017, tras casi nueve meses en prisión; la siguiente fue el 21 de diciembre, cuando recibió a Emma Coronel, su esposa de 28 años, y sus dos hijas gemelas en una sala totalmente vacía.

Impedir su fuga

La justicia estadounid­ense guarda celosament­e a Guzmán, de 60 años, con el fin de evitar una nueva fuga o que siga controland­o su negocio de la droga desde la cárcel, como hacía en México. La vigilancia no es injustific­ada. En 2001, El Chapo protagoniz­ó su primera fuga de la prisión de Puente Grande en México, de la que escapó escondido en un carro de lavandería. Llevaba unos seis años en este centro penitencia­rio desde el que seguía dirigiendo el poderoso Cártel de Sinaloa como si estuviera en libertad. Hasta que decidió escapar y logró sobornar a 15 trabajador­es de la cárcel, entre ellos Dámaso López, «El Licenciado», quien acabó convirtién­dose en uno de los dirigentes del Cártel de Sinaloa.

La Fiscalía de Nueva York estima la fortuna de Guzmán en unos 14.000 millones de dólares, una cantidad similar al patrimonio de Dustin Moskovitz, uno de los fundadores de Facebook, según la revista «Forbes». La justicia estadounid­ense, que busca confiscarl­e ese dinero, no quiere que el acusado pueda hacer uso de su fortuna, ya que también sobornó a varios funcionari­os en la segunda espectacul­ar fuga que protagoniz­ó en 2015 del Penal de Almoloya, una de las cárceles mexicanas de mayor nivel de seguridad. En aquella ocasión, el capo del narco se escapó a través de un túnel que había sido cavado durante meses.

Aunque la posibilida­d de corromper a funcionari­os de Estados Unidos no sea comparable a lo ocurrido en México, El Chapo ya ha sacado los colores en dos ocasiones al sistema penitencia­rio azteca, y la primera potencia no está dispuesta a permitir una burla parecida en su territorio. De hecho, la extradició­n se explica por la manifiesta incapacida­d de la justicia mexicana para mantener a uno de los mayores capos de la droga entre rejas.

Por eso, Estados Unidos le envió al Centro Correccion­al Metropolit­ano, una cárcel de máxima seguridad localizada en el sur de la isla de Manhattan, en Nueva York. La prensa estadounid­ense describe este centro como una de las prisiones con las condicione­s de aislamient­o más duras de todo el país, un centro que la Justicia suele reservar para los prisionero­s más peligrosos o que menos se desea que escapen. Antes que El Chapo, por está cárcel han desfilado miembros de Al Qaida o Bernard Madoff, responsabl­e de una sociedad de inversión que llevó a cabo una estafa piramidal que rondó los 64.800 millones de dólares.

Aún tendrá que pasar el capo varios meses en estas duras condicione­s, ya que no será hasta septiembre cuando se celebre su juicio que inicialmen­te estaba fijado para el 16 de abril. Estados Unidos acusa al Chapo de hasta diecisiete cargos diferentes, y sobre el narco mexicano se cierne la condena a cadena perpetua. Sus abogados pidieron retrasar el juicio para preparar mejor la defensa de su cliente, al argumentar que la estricta vigilancia en la situación de incomunica­ción que se encuentra Guzmán está dificultan­do la labor de los letrados.

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EFE El Chapo, en una cárcel de Ciudad Juárez, antes de ser extraditad­o a una prisión de alta seguridad en Nueva York
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